Hay libros que se leen en primera persona. Como éste. Se titula Notas sobre Zaragoza del capitán Marlow, su autor es el conradiano Fernando Sanmartín y lo publica la ejemplar Xordica.
Está escrito "por la noche", nos explica en el prólogo, algo que confirma en el último capítulo, concretando que "a partir de las doce". En el mes de julio, unos días antes de un viaje a Finlandia. Ahí mismo nos dice: "Aquí, en estas páginas, hablo de Zaragoza, mi ciudad." "Porque llevo muchas años en ella", precisa. Y, por si no hubiera quedado claro, añade: "Zaragoza es el argumento de estas páginas". Antes ha confesado ("Esto es un libro. También una confesión."): "No entiendo la vida sin la escritura". Y: "yo escribo sobre lo cercano, sobre mí; lo hago sin retóricas." En efecto, lo que uno lee es una conversación de Sanmartín con su ciudad. Intensa, breve ("escribo libros menudos con la sinceridad como única sintaxis"). Habla con ella de su infancia ("De cada uno de nosotros habría que pedir informes periciales acerca de qué niño fuimos") y de la prematura muerte de su padre, militar (qué si no en esa capital de la milicia); de Yorgos, su hijo, tan futbolero, del Real Zaragoza, como él; de los amigos, no pocos escritores y pintores: Romeo, Melero, Cerdá, Castro, Fortún, Grasa, Conget, Marqués, Escuín, Guinda, M. de Pisón...; de fotografía y de fotógrafos ("el fotógrafo es un cronista"); de lugares: bares, edificios, calles, bulevares, restaurantes, etc.; del Ebro ("ese río teósofo y abecedario") y de las piscinas, donde nada (una afición muy zaragozana); de las bicicletas ("con la bicicleta uno puede llegar a la subjetividad"); de la burguesía y de las niñas burguesas (siempre tan guapas, que huelen tan bien); de las Fantas y las terrazas situadas en veraniegas plazas incandescentes...
Se considera "un geógrafo que toma notas". Cree que "la ciudad es un libro antiguo". También que "Todos hemos sido algo que ya no somos. Y eso mismo le sucede a una ciudad." O que "Todos hemos dejado de ser algo. Todos."
El aforismo y, digamos, la greguería ("El bingo es un guion de Buster Keaton") se entremezclan con el relato autobiográfico. Por encima de todo uno aprecia iluminaciones, epifanías.
Hay mucho humor. También ironía. En el mismo tono sereno, elegante que Sanmartín gasta para todo. "Pues el hombre es el idioma. Lo dijo Umbral." Y recuerda: "Se escribe porque la vida es hostil." O en otro sitio: "Llorar por dentro es lo peor que puede suceder."
Las setenta y dos páginas de este libro son un auténtico "chaparrón de literatura" que a algunos nos empapa con dulzura el alma. Más allá, se establece un comprensible el dilema entre huir o quedarse. "Tuve argumentos para irme. Pero me quedé", puntualiza.
J. L. Melero y F. S., por Lara Albuixech |
Está en Sitges, el barrio marítimo de Zaragoza, y escribe: "si no pudiera volver a mi ciudad el dolor me volvería loco". Y en la página siguiente: "Escribir de la ciudad donde uno vive puede ser una confidencia, aunque algunos digan que es una gilipollez, una vulgaridad o una mezcla de las dos". Algo que no puedo leer, y perdonen la intromisión, sino en clave personal.
Ya lo dijo Cavafis en un verso que es la cita que abre estas Notas: "La ciudad te espera siempre."
Ya lo dijo Cavafis en un verso que es la cita que abre estas Notas: "La ciudad te espera siempre."
En un momento dado, y a propósito de Antón Castro, leemos: "siempre supe que su prosa y sus poemas son un refugio". Piensa uno lo mismo de los libros sustanciosos, sobrios y verdaderos de Fernando Sanmartín, tan emocionantes, ay, tan vitales.