13.5.19

Correyero y Albero en EC


Isla Correyero
Visor, Madrid, 2018. 302 páginas. 

Isla Correyero (Miajadas, Cáceres, 1957) se dio a conocer con el libro Cráter, al que siguieron LianasCrímenesDiario de una enfermeraLa PasiónAmor tiranoLepidópteros (antes Género humano) y Divorcio (antes Hoz en la espalda). A estos y a Ámbar, que permanecía inédito, pertenecen los versos de este florilegio que reúne, en rigor, lo sustancial de cuanto ha escrito, aunque no sean unas poesías completas, cuyo título hace referencia a la poesía y que prologa con solvencia el poeta Juan Antonio González Iglesias. Para él, estamos ante “un auténtico libro nuevo” que recoge los “poemas esenciales” de Correyero, llamado a representar el merecido reconocimiento de su autora.
La desesperación y el mal están en el origen, señala, de esta poética hiperrealista y femenina, tan de ficción como autobiográfica, donde se aúnan la vida y el lenguaje, a quien se confía la búsqueda del sentido. Desde la sencillez y la compasión, porque en ella late una pulsión humanista que no desdeña aspectos morales y políticos.
La antóloga de Feroces demuestra aquí que podría haber formado parte de aquella panorámica: por radical, marginal y heterodoxa. En obras como Ámbar (fechado en 1984, de amor lésbico), Crímenes (“un libro de terror”), Amor tirano (donde la relación es de vasallaje) o Divorcio (tal vez la más extrema: “No puedes estar muerto si estoy viva”), todas en torno a lo amoroso, y Diario de una enfermera (que se lee con un nudo en la garganta: “Yo estuve diez años en un Hospital”, “Hay tanta muerte y tanto olor a muerte”, “Es misterioso ver morir a un niño enfermo”), La Pasión (una “poderosa sábana laica” del Cristo doliente) o Lepidópteros (alrededor del mundo de la moda). Un poema inédito cierra el volumen, Luz de agosto bajo el nogal, donde, por fin, el lector encuentra algo de sosiego.
Es justo destacar las habilidades literarias de Correyero: métricas, sintácticas, retóricas, rítmicas... Su sino es romántico. Y su sesgo, trágico y melancólico (“Soy melancólica”). Dos versos dan fe: “Dentro del abismo. / Del peligro. Dentro”.
Lean “El silencio”, “Qué vida”, “Emigrantes”. En voz alta, mejor. Y tiemblen.


Vandalia. Fundación José Manuel Lara, Sevilla, 2019. 112 páginas. 

Además de los libros de poesía Sobre todo nadaLista de esperas y Volver, el bibliófilo y diplomático Miguel Albero (Madrid, 1967) ha publicado los cuentos de Cruces; las novelas PrincipiantesYa queda menosLenta venganza  y Mal; y los ensayos Enfermos del libroInstrucciones para fracasar mejorGodot sigue sin venirRoba este libro Esto se acaba. Este último está escrito en paralelo con la obra que reseñamos. Es la forma de proceder de Albero, que centra sus libros en temas monográficos. Aquí, como señala Juan Bonilla, la meta puede ser «el examen de “la espera” o el de “la fugacidad del todo” y por lo tanto la sustancia del tiempo». La atención se fija en “lo fugaz”. «Palabras en el tiempo que (…) van tallando epitafios de las cosas, las experiencias, la vida, para agarrar el menos la sensación de que se ha vivido». Por su parte, el poeta escribe a propósito de la efimeridad: “Lo fugaz es siempre visto como un sueño”.
Aunque esta poesía “recia”, de temas “graves”, que se atreve con “la brutalidad” (Bonilla dixit), adopta un tono elegíaco, conviene resaltar el humor (y su envés, la ironía), clave en Efímera, título tomado de un insecto neuróptero que vive un día.
Y a los elementos fugitivos dedica Albero sus poemas, agrupados en siete partes de cinco poemas cada una que se cierran con uno en prosa con aires de microrrelato.
Así, la nieve y la escarcha, la espuma (“Aire en lugar inesperado”), el arcoíris, las pompas de jabón (“Que no hay final feliz, / Sólo trayecto”), un amor de verano (“Si sé que es para siempre ya me aburre”), el instante (que, porque permanece en la memoria es “toda una vida”), los castillos de arena (“Y arena es el nombre de lo frágil”), los cerezos en flor (“No lamentan su temporalidad, / más bien la exaltan”), el fuego, los atardeceres, los sueños, un tornado, la estrella falaz… Sin olvidar nunca que “lo pasajero permanece”.
Estos versos fiados al oído más que a la métrica, de estirpe borgeana y línea clarísima, ocurrentes e imaginativos, con tacos, donde un haiku se transforma en soneto y se homenajea a Gracián: “No, / lo breve no es necesariamente efímero, / Es solo breve”, se cifran acaso en este par: “Y descubrir lo efímero es una forma / sutil de descubrir la muerte”. Por eso, “Vive, no esperes, vive”.

Nota: Las reseñas de los libros de Correyero y Albero se publicaron el pasado día 10 de mayo en El Cultural.