12.5.19

De acá para allá

Está siendo una primavera movidita. Un año movidito, mejor. En el mejor y en el peor sentido, que esto es la vida. Ni tiempo le ha dado a uno de comentar, mediante esas croniquillas con las que castigo a mis lectores, algunos sucesos que acaso merezcan ser relatados. Resumamos. 

Puedo empezar con mi visita a la Biblioteca Pública Municipal 'Juan Pablo Forner' de Mérida. Con motivo de la celebración del Día del Libro. Allí estuvimos reunidos, nunca mejor dicho (qué aula más bonita y con qué luz aquella tarde), un numeroso grupo de lectores de todas las edades y condición. Discapacitados que utilizan el práctico método de la "lectura fácil" (que este año se ha usado para editar el texto de María José Flores, el elogio de los libros del Plan de Fomento de la Lectura que, por cierto, acaba de premiar a la Forner), mayores y no tanto de los clubes de lectura de esta biblioteca que dirige con solvencia Leni Ortiz, etc. No faltaron algunos amigos: Antonio Gómez, Daniel Casado, María José y Antonio... Ni Fran Amaya, que atiende a sus responsabilidades con un celo ejemplar. Ni, y eso dice mucho de esa capital, el alcalde Osuna y una de sus concejalas. (Luego me explicó que había acudido a esa cita los cuatro años que lleva como regidor emeritense.) Recordé en voz alta que me había gustado escuchar en radio esa mañana que el Presidente de la Castilla-La Mancha iba a participar en las conmemoraciones oficiales del Día Internacional del Libro. Como aquí, vamos. 
No puedo olvidar que tuvimos la suerte de escuchar varias interpretaciones magistrales del jovencísimo guitarrista Ignacio Cuadrado Espadiña, en representación del Conservatorio 'Esteban Sánchez' de Mérida. Un lujo. 
Por lo demás, hablé de poesía y la leí, sobre todo porque a Leni, como a tantas bibliotecarias, les preocupa el desafecto que la pobre provoca. El temor que suscita. Porque aquello duró lo justo, ya hemos quedado en dedicarle una sesión más larga a ese asunto en uno de sus clubes. 

Puedo seguir con mi viaje a Ribera del Fresno (en compañía de Yolanda) para recoger el II Premio Nacional 'Meléndez Valdés'. Como ya he relatado, unos días antes, estuve en su instituto, el "Valdemedel" (que toma su precioso nombre del río del lugar), de donde salió una bonita experiencia y un poema, que no es poco. En el acto en sí, con mucho menos calor que hace dos años, cuando se entregó el primero, nos reunimos medio centenar de personas. Esta vez no hubo grandes autoridades, digamos: ni el presidente Vara, ni el de la Diputación... ¿La excusa? El periodo electoral. Sí estuvieron la Secretaria General de Cultura, Miriam García, y el diputado provincial de Turismo y Tauromaquia, Lorenzo Molina. Y Fran Amaya, el director de la Editora Regional y coordinador del Plan de Fomento de la Lectura, con el que estuve esa semana en tres sitios distintos y al que estoy muy agradecido por ello. Lo mejor de esa ausencia de notables es que el acto fue puramente literario, sin interferencias. Descansamos de la política, aunque alguna alusión (pertinente) hubiera. Javier Moreno presentó el acto con la solvencia que le caracteriza (la de la empresa +magín) lo que hizo más llevadera la ausencia de su socio, Josemari Lama (aunque le echamos de menos). Como solvente fue el discurso de la alcaldesa, Piedad Rodríguez, que tiene muy claro lo que quiere para su pueblo: que esté en el mapa del mundo por razones culturales. A partir del legado intelectual de su paisano Meléndez Valdés. El premio es sólo una de las estrategias. Ojalá lo consiga. Riguroso fue también el discurso del presidente del jurado. A la altura de un premio que se quiere, ya digo, prestigioso. En lo que me toca, fue un placer escuchar de nuevo a Jordi Doce reflexionar en torno al "siroco".
Hasta los políticos, cosa rara, estuvieron acertados. Fueron al grano. Y sin papeles.
Lo mío ya se dio aquí. Sin la sorpresina final, pero... Tres poemas leí, aunque uno fuera inédito. De Ribera y para los ribereños, dedicado a quien lo vio conmigo: el citado Fran Amaya.
Después no hubo piscolabis y nos acercamos al pueblo para degustar unas tapas, no sin antes dejar en el maletero del coche el busto de Valdés. Estuvimos poco rato. Había que volver a casa.

Para terminar, tercera estación, Plasencia. Feria del Libro. Sesión sabatina doble. Por la mañana, presentación de las dos nuevas antologías de la colección "El Pirata", de la Editora Regional. Ya se habló de ellas en este rincón. Feliz reencuentro con Ramón Parejo (del equipo que coordina la idea) e Irene Sánchez Carrón, una de las autoras antologadas. No pudimos estar hasta el final. Como todo se junta, teníamos prevista una comida con amigos. Esta vez no hubo ruta. Por la tarde, tras los cafés, estuvimos de nuevo en la carpa, para presentar la versión bilingüe del último libro de Ángel Campos Pámpano, La semilla en la nieve / A semente na neve. Por razones familiares, no pudo acudir a la cita el traductor, Luis Leal, y allí estuvo uno (al lado de Juanra Santos, que leyó sus versos en un perfecto portugués, y Fran Amaya, que hizo la ilustrativa exposición previa) para decir algo de ese libro, acaso el mejor de Pámpano. Una sorpresa, incluso para él, según creo. Estaba muy satisfecho con lo conseguido. Me consta. Esa obra nos descubrió a un poeta distinto. Más grande. Menos hermético, silenciario y oriental. Justifica por sí solo su lugar en la historia de la poesía patria. Por eso es una pena que se fuera tan pronto. ¿Qué nos habría deparado su poesía si hubiese seguido con nosotros? Vana pregunta. Hice alusión a su pasión portuguesa. Por la lengua, sí, pero también por sus poetas y por su geografía. De sus ciudades, ante todo Lisboa, a la que dedicó un libro certero e intemporal. Leí la nota que escribí para la contracubierta del libro. Volvimos, en fin, a emocionarnos con su recuerdo. Es imposible olvidarlo.
No habíamos salido aún de la carpa cuando ésta se vio invadida por un numeroso grupo de adolescentes, ya creciditos, dispuesto a disfrutar de Defreds (alias de José A. Gómez Iglesias), uno de los parapoetas más famosos del momento o, como dice El País, "uno de los 10 autores españoles que arrasan en ventas". Autor de los versos: "El tiempo pasa. La experiencia sube. El desencanto también. Y todo es «bah» y seguir tirando. Y, de repente, te enamoras de nuevo. Y, joder, no puedes pararlo, no puedes controlar nada". Presentaba Sempiterno (palabra -es lo que tiene la modernidad- que me llevó sin remedio al soneto que Gabriel y Galán dedicara a Santa Teresa, el que recitó mi alumno Pablo Villegas aquí atrás en el Verdugo). Con ganas me quedé de asistir a su espectáculo. Para aprender, mayormente.
Juan Ramón Santos, director de la Feria, nos ha contado que estuvo firmando más de una hora. Al expresarle éste su sorpresa, aquél le explicó que su record estaba en... ¡siete horas! En Valencia.