19.5.22

El libro de Esther

Antes de ayer presentamos el libro Arca de tres llaves. Legajos y manuscritos placentinos, de Esther Sánchez Calle. A la prensa por la mañana, en el hotel Palacio Carvajal Girón, y al público, en Las Claras, con presencia del alcalde, por la noche. 
Lo ha publicado la asociación Trazos del Salón con el patrocinio de UNAEX (Consultoría de empresas representada en el acto por Miguel Carrasco y Francisco Javier Antón) y Gráficas Romero (donde edita Salvador Retana las cuidadas obras de La Rosa Blanca). 
Aunque el fin principal de Trazos es la creación en Plasencia de un centro de arte que albergue los fondos del Salón de Otoño y Obra Abierta de la Fundación Caja de Extremadura, en sus estatutos figura la defensa general de nuestro patrimonio. No es la primera vez que, para ello, nos servimos de un invento perfecto y perdurable: el libro; así, hemos publicado los catálogos de las dos exposiciones organizadas por la asociación y las bases teóricas, convenientemente documentadas, de este modesto proyecto. Volvemos de nuevo al libro para reunir un puñado de artículos de la que fuera archivera municipal y es cronista de Plasencia que, paradójicamente, vieron la luz en el Boletín mensual de la asociación, que es digital. Algunos caímos pronto en la cuenta de que merecería la pena llevarlos al papel. Como analógico irredento, doy fe de que parecen otra cosa en ese formato tan sólido como antiguo. "Los diez documentos que Plasencia no puede olvidar", titula Ana B. Hernández su artículo en el HOY sobre la obra. "Un libro dedicado a la memoria de Plasencia", ha dicho por su parte Raquel Rodríguez Muñoz en El Periódico Extremadura. 
El volumen -que incorpora ilustraciones- ha quedado muy bien. Es digno y bonito. Cuesta lo mismo que hacerlo mal, suele decir el alma de Trazos, Santiago Antón, inventor del citado Boletín y principal instigador de su salida a escena en una tirada pequeña y no venal; ejemplares ansiados ya por más de uno. Cualquiera podrá consultarlo, menos es nada, en forma de PDF. 
En la cubierta, fotografiada por Andy Solé (autor de las instantáneas que acompañan este texto, salvo la última), la primera caja fuerte de la Caja de Ahorros y Monte de Piedad de Plasencia. 
Lleva al frente dos prólogos. Uno literario, de Juan Ramón Santos -otro funcionario municipal-, donde este se refiere a los buenos ratos de conversación que, por vecindad laboral, pudo mantener con Esther y pondera sus muchas virtudes. Es, a buen seguro, lo destacó el alcalde Pizarro, la persona que mejor conoce la historia de esta ciudad ocho veces centenaria. La tiene en su cabeza, en su memoria, lo que es aún más llamativo. 
El otro prólogo, más técnico, es del profesor e investigador Jesús M. López Martín, que tan bien conoce el Archivo Municipal y a nuestra protagonista. 
La mayor alegría, al menos para mí, es la suerte de reconocimiento que supone para su autora la edición del libro. Se la ve feliz. Como a Paco Morales, su marido, hermano del escritor Javier Morales y tío del poeta y novelista Álex Chico. 
Como no se prodiga, a más de uno le han sorprendido sus dotes divulgadoras y su sentido del humor, tan peculiar como incisivo. 
En los años ochenta, cuando se hizo cargo del Archivo Municipal, sus condiciones eran deplorables. La secular incuria de esta tierra. Han sido años y años de esfuerzo (la mayor parte en una sede húmeda, oscura e insalubre situada en los bajos de la casa de los Sánchez-Ocaña, luego parte del Ayuntamiento) para conseguir que en este momento (ella ya jubilada y con una nueva responsable al frente) sea uno de los mejores de este país. Y con poca ayuda para llevar a cabo esa tarea. La de Isidro Felipe, que debe ser nombrado. 
En 2014, Esther alcanzó el título de Cronista Oficial. Con sobrado merecimiento. En una y otra labor destaca por su solvencia y su profesionalidad. De "historiadora" la califica, y con razón, el mencionado Jesús López. Es verdad. No es una mera aficionada como tantos, dicho con todo respeto, que pululan por las localidades provinciales de la España profunda. Y con libros y libros bajo el brazo, por cierto. No, ese no es el caso de la humilde Esther Sánchez Calle, que no necesita ir por la vida de "erudita a la violeta", por decirlo con Cadalso. Lo suyo son las fuentes documentales. 
Esta es su segunda obra impresa. La otra fue la Guía-Inventario del Legado de Miguel Sánchez-Ocaña, uno de entre los varios archivos importantes, privados e institucionales, que se conservan en Plasencia y que pasó a titularidad municipal gracias a uno de sus hijos, nuestro añorado Antonio, periodista.
De él ha salido uno de los documentos más interesantes analizados en Arca de tres llaves, sobre el viaje fallido de Aranjuez a Lisboa, en el barco Antonelli, para comprobar si el río Tajo era navegable. Qué hermoso sueño. 
Como buena lectora, tiene sentido narrativo y sus artículos, amenos al tiempo que rigurosos, son una suerte de entretenidos relatos bien escritos que a ratos se convierten en apasionantes novelas. Como el dedicado al famoso Boquique, que se echó al monte. Al de Valcorchero, donde sigue su cueva. Más que bandolero, furibundo carlista. Un reaccionario. El informe del subdelegado de policía José Gordon, que lo detuvo, es memorable. Como dice Esther, digno de la serie 'Curro Jiménez'.
Y lo mismo ocurre con los dedicados al abasto de la nieve; a los "enaciados" del Fuero; a la proclamación de la Segunda República (que a punto estuvo de malograrse); a Alfonso X el Sabio (por el que la autora siente, con conocimiento de causa, mucho respeto) y a la primera aparición de nuestra Plaza Mayor en sus Cantigas; al origen del Mercado del Martes o, en fin, al litigio, en el siglo XV, por el cementerio de San Esteban, en la esquina sureste de la Plaza, donde estuvo el Manjuli (en la actualidad, Sabores) y está esa casa de cuento de aire centroeuropeo que tanto atrae, a pesar de ser un pastiche, a los turistas. 
Es un lujo, sin duda, tener como vecina a una persona tan sabia como ella. En su condición de ciudadana discreta y ejemplar, ha hecho mucho por la historia y la memoria de la Muy, esta noble, leal y benéfica ciudad que tanto quiere. Gracias, Esther.