Pureza Canelo
Pre-Textos, Valencia, 2022. 132 páginas.
No se conforma la extremeña Pureza Canelo (Moraleja, Cáceres,
1946). Le gustan los retos. Así, esta nueva vuelta de tuerca a su exigente,
acendrada y personalísima obra lírica cuando parecía que lo siguiente sería
reunirla por fin al completo. Más después de publicar Retirada (2018),
un título revelador. “¿Después de Retirada, dónde cobijarse?”, ha escrito.
Ya nos dio una pista acerca de su vitalidad creativa cuando a la petición de
una antología de poemas relacionados con el paisaje respondió con un libro
inédito: Palabra Naturaleza (2020).
Sobre el movimiento de traslación,
el diccionario indica el “de los astros a lo largo de sus órbitas” y el “de los
cuerpos que siguen curvas de gran radio con relación a sus propias dimensiones”.
Entre las acepciones de traslación, la de “traducción a una lengua
distinta”. Lo digo porque el riguroso lenguaje de Canelo (seco, escueto,
sentencioso, elíptico) a veces lo parece. “No conozco / lo convencional / en la
escritura”, afirma. Y: “Prohibido / el prosaísmo”. Un logro. Como cuando despoja
a los sustantivos del artículo dándole otra existencia a su significado.
El libro, unitario en extremo (del mismo modo que lo es su
poesía completa), se compone de más de un centenar de poemas (con versos cortos
y sin comas) que, salvo el primero y el último (planteamiento y coda), llevan
por título o “Pizarra” o “Celeste”. Ahí, lo telúrico y lo sideral: “trasteas
con celeste desde la tierra”.
Para la lectura, conviene
fijarse en las citas que lo abren, ambas de la autora: “Todo lo vivido está
escrito en la bóveda celeste, es mi pizarra” (que toma de Retirada) y “Si
te pierdes conmigo en la nave de la poesía. Si no sabes a qué unirte, sobre los
versos encontrarás una línea que se alterna en sucesión de espejismo del hacer
y deshacer creación” (fechada en septiembre del 21). Creación, sí, una palabra
clave. Sobre ese concepto se funda esta poesía escrita desde la duda y la
perplejidad, sin brújula (“deambulo / sin órbita / ni destino”, “a la deriva”),
entre las luces y las sombras del misterio (esa “clara oscuridad”). Para
conocer. Desde “la ignorancia”: “este libro / azotado / de pavorosa
ignorancia”. De hecho estamos otra vez ante una poética (recuérdese el libro de
libros Cuatro poéticas), en el sentido que indica Wallace Stevens en su
verso “la poesía es el tema del poema”. La indagación incesante de esta “mujer,
en escritura” se instala, igual que el poeta norteamericano, en “una búsqueda de
lo inexplicable”. De lo enigmático. Una exploración. Su voluntad es escribir
sobre “lo imposible”: “sólo / lo indecible / hay que ofrecer”. “Ve al verso /
indefinible”, aconseja. Sobre “lo inalcanzable” y “lo insondable”. “Hacia lo
invisible” incluso. Con ambición y firmeza: “la Poesía / creó el Mundo”.
Esquivando el vacío y la nada, “este laberíntico / renglón de la extrañeza”.
Sólo ella y la palabra, porque −de nuevo Stevens− Canelo no tiene “otra
vida que en la poesía”. “Ser de palabra”, diría Valverde.
Todo gira en torno a la creación, que es su vida (y
viceversa), y “este libro / con linfa de ave / no permite /raíl / ni confesión
directa”. Ni “escritura / de la inteligencia” (aunque incluya pensamiento) ni
“del corazón” (aunque el amor aflore en la página 87). El timón de esta nave ha
de llevarlo el lector. “No es / poesía ficción”. “¿Poética del espacio?” Bien
podría. Por JRJ y por Oeste, su verdadero, moralejano territorio.
No, esta poesía ensimismada y “para el nadie” “no reluce”. Se
aplica a eso de “Lo pequeño. / Tómalo”. Está concebida “cuando creías / en
traslación / de lo vivido / a pizarra celeste”. “Ay la unción / de la
todopoderosa / Poesía”.
NOTA: Esta reseña (en una versión ligeramente reducida) se ha publicado en EL CULTURAL.