Victoria León
Fundación José Manuel Lara. Vandalia, Sevilla, 2023. 112
páginas. 12 €
La traductora y aforista sevillana (1981) se dio a conocer
como poeta en 2019 con Secreta luz. Pudimos comprobar entonces que
poseía una voz propia. La que –con la incorporación de otro tono, menos
elegíaco que celebratorio– se impone cadenciosa en su segunda entrega. Con el
clasicismo, la sobriedad y la elegancia que ya la caracterizaban. Su ritmo
predominante, el del endecasílabo. Sereno y armonioso
“Reconozco las huellas de la llama antigua”, dice con
Virgilio. “¡Alma del mundo, ven a penetrarnos!”, exclama con Goethe.
El primer poema del libro, que le da título, es una poética:
la poesía como puente entre dos nadas: la de uno y la del mundo. La luz que
surja de las flores de fuego habrá de redimirnos.
La primera parte, inspirada en música de Mahler, tiene como
símbolo central la noche: “La vida es una noche interminable” donde “solo suena
el latido de la vida”. Es “el secreto más temible”. Detrás, la luz. Palabra clave,
como nieve, hoguera, sueño o luna: “Qué mágico silencio el que derramas / sobre
la noche atroz de nuestro mundo”.
En la segunda, indaga en la memoria. Al fondo, el desamor:
“No acabas de irte nunca aunque te alejes”. En “Reencuentro” y “Celajes”, alumbra
la emoción. En el conjunto, la melancolía. “Sin amor no somos / más que la
distancia / que nos separa del mundo”.
“2001”, con aires de enumeración borgeana, abre la tercera y
alude a los momentos decisivos. En “Inocencia”, “Arena” y el poema que dedica a
su “viejo mastín”, la muerte. Además, la infancia: “Qué extraña eternidad fue
nuestra infancia”. Y la madre y los amigos y la soledad y Foscolo: “No es fácil
despedirse de quien fuimos”. “Los deseos sencillos”.
En la última sección el amor regresa y la esperanza se
vislumbra. Qué hermoso libro.
NOTA: Esta reseña se ha publicado en EL CULTURAL.