Hace treinta años que Moreno (Alicante, 1964) publicó su primer
libro. Le han seguido quince. Los últimos, Unos días de invierno, Más
de mil vidas y Lo inesperado. En Intervalo
reunió su poesía y en El viaje de la luz la antologó. También ha
publicado prosas: diarios, crítica… Las más recientes, Estar no estando
(Un viaje extremeño), El sueño de los vencejos y Visita de año
nuevo.Su
poesía confirma, en palabras de Trapiello (uno de sus editores), que “la naturalidad
es a menudo la facilidad de lo difícil”. Y no es sencillo hablar del alma
(“Porque escribir es eso: oír el alma”). Ni de “lo invisible”. Menos aún hacerlo
con humildad (“Hacia esa pequeñez que transfigura / en transparencia todo
cuanto existe”) y cercanía. Una gota de agua, por ejemplo, motivo del
deslumbrante primer poema. Y la colada, una tormenta o gorriones. Hay que
“detenerse a ver bien sin prisa alguna”. Situarse ante “la realidad, que nunca
nos espera, / porque siempre amanece extraña, incógnita”. Desde una ventana. “Un
ojo es luz / mirándose a sí misma”. “Escuchas, ves, atiendes”. Eres “testigo”. Porque
”quizá la noche exista / sólo para que suene / el eco de ese autillo”. Antes de
que desaparezca para siempre “la estela blanca de los años idos”.Ocupa la segunda parte, un extenso monólogo dividido en
dieciséis fragmentos, escrito, diría, en estado de gracia. Se ajusta a la cita
de Machado que lo
abre: “Converso con el hombre…“. Un Dios, al que habla, sí, pero al que también
niega y refuta. Ausencia y presencia: “oírte cerca y nunca darte alcance”. “Cada
día converso con mi muerte”, escribe, aunque la “ignoro”. “Mi fe son mis
sentidos escuchándote”, revela.Leemos que con Al Dios sin nombre “su autor concluye
la publicación de poemas”. Lástima. Eran su “espejo”. Al Dios sin nombreAntonio MorenoCálamo Ediciones, Palencia, 2023. 64
páginas. 12 €
NOTA: Esta reseña se ha publicado en EL CULTURAL.
Hace treinta años que Moreno (Alicante, 1964) publicó su primer
libro. Le han seguido quince. Los últimos, Unos días de invierno, Más
de mil vidas y Lo inesperado. En Intervalo
reunió su poesía y en El viaje de la luz la antologó. También ha
publicado prosas: diarios, crítica… Las más recientes, Estar no estando
(Un viaje extremeño), El sueño de los vencejos y Visita de año
nuevo.
Su
poesía confirma, en palabras de Trapiello (uno de sus editores), que “la naturalidad
es a menudo la facilidad de lo difícil”. Y no es sencillo hablar del alma
(“Porque escribir es eso: oír el alma”). Ni de “lo invisible”. Menos aún hacerlo
con humildad (“Hacia esa pequeñez que transfigura / en transparencia todo
cuanto existe”) y cercanía. Una gota de agua, por ejemplo, motivo del
deslumbrante primer poema. Y la colada, una tormenta o gorriones. Hay que
“detenerse a ver bien sin prisa alguna”. Situarse ante “la realidad, que nunca
nos espera, / porque siempre amanece extraña, incógnita”. Desde una ventana. “Un
ojo es luz / mirándose a sí misma”. “Escuchas, ves, atiendes”. Eres “testigo”. Porque
”quizá la noche exista / sólo para que suene / el eco de ese autillo”. Antes de
que desaparezca para siempre “la estela blanca de los años idos”.
Ocupa la segunda parte, un extenso monólogo dividido en
dieciséis fragmentos, escrito, diría, en estado de gracia. Se ajusta a la cita
de Machado que lo
abre: “Converso con el hombre…“. Un Dios, al que habla, sí, pero al que también
niega y refuta. Ausencia y presencia: “oírte cerca y nunca darte alcance”. “Cada
día converso con mi muerte”, escribe, aunque la “ignoro”. “Mi fe son mis
sentidos escuchándote”, revela.
Leemos que con Al Dios sin nombre “su autor concluye
la publicación de poemas”. Lástima. Eran su “espejo”.
Al Dios sin nombre
Antonio Moreno
Cálamo Ediciones, Palencia, 2023. 64
páginas. 12 €
NOTA: Esta reseña se ha publicado en EL CULTURAL.