31.10.24

Para llegar a la poesía

Melchor López (Tenerife, 1965) publicó sus primeros poemas en la revista  Syntaxis y su primer libro, Altos del sol en la colección Paradiso, vinculada a la revista del mismo nombre, ambas situadas en el ámbito lírico y magisterial, digamos, del poeta Andrés Sánchez Robayna. Le siguieron El estilitaOrientalFama del día seguido de Escrito en ArrietaDe la tiniebla (en colaboración con el artista bosnio Stipo Pranyko), Dos danzasSegún la luzDe vuelo, Niño y Cuaderno de Cabo Verde.
Entre lo más reciente, destaco la edición (junto a Urbano Bettencourt) de Californias perdidas. Una muestra de poesía azoriana (Franz)y la inclusión de sus poemas en la antología Honda meditación de toda cosa. Poesía canaria del paisaje 1990-2020, de Francisco León y Jordi Doce, publicada en la secreta colección Voces sin tiempo de la Fundación Ortega Muñoz.
El subtítulo de esta nueva entrega, dividida en cuatro partes, reza: “Cuaderno de Lanzarote II. 2012-2019”. En esa isla canaria reside. Leo que en Lanzarote el lugar llamado Samarín o Samarí es “un sitio costero, situado al poniente del pueblo de Las Breñas, entre El Caletón de Rijo y La Punta del Viento, municipio de Yaiza, y en ese mismo lugar hay una cueva […]: La Cueva de Samarín”. A ese rincón, entre la realidad y la fantasía, remite el poema “Al lugar llamado Samarín”: “El lugar, aislado del tiempo y el espacio, ha permanecido al margen de las profanaciones que asuelan las islas;  en él podrías ―piensas― vivir el resto de tus días, en él ―dices a tus amigos― podrías esperar sin zozobras la muerte, pero sabes, con tristeza y desánimo, que solamente podrás regresar allí en improbables sueños”.
Con “El camello hacia el abismo” (un potente poema en prosa, muy narrativo, de los varios que se incluyen en el conjunto) se abre un libro (un cuaderno, un diario), digámoslo cuanto antes, que le ha salido a su autor extremadamente canario y, en consecuencia, por lo que explicó Torga, muy cosmopolita y universal. Paisaje y paisanaje, historia y memoria (“Noche de negros y viento en Puerto Naos, circa 1928”). No hay topónimos sólo en el título, casi en cada poema se nombra este o aquel lugar, lo que a uno se le antoja como una decisión libre y voluntariamente tomada en función de la idea general que justifica su escritura. Mozaga, Caleta de Caballo, Arrecife, Tenegüime, Playa Quemada, etc. Todo libro es un viaje.
En esto, por cierto, se une a un coro de voces, cada cual con su tono particular, de poetas canarios de su generación (los de la antología antes citada), y de las anteriores y las posteriores, que toman como centro de gravedad de sus respectivas poéticas esa sustancial condición de isleños que tan bien les define. A ellos y a sus obras, tanto da. Geografía, sí, pero mucho más porque sus versos contienen reminiscencias metafísicas (a ello alude en un poema de la tercera parte) que elevan la mera contemplación del paisaje a filosofía de vida.
Basta con comprobar el vocabulario empleado por López para dar cuenta de sus observaciones (“Nadie ve hoy / lo que yo veo”). La primera presencia, la de la mar océana. Luego, médanos, rocas, malpaíses, volcanes, piedras (“Litofonías”), etc. Y siempre el viento, la arena, las estrellas… Y la luz: “¿O será, sí, la luz, / esa luz que es aquí, sobre todas las cosas, / el ave más hermosa del lugar?”. La de Fuerteventura, en este caso.
Fundamentales son también aquí los mitos (léase “La ordalía de la princesa Ico”, en torno a la leyenda lanzaroteña –como la del camello– de esa mujer mestiza) y la arqueología (léase “Petroglifo”) de sus antepasados guanches.
En otra dirección cabría incluir el monólogo dramático dedicado a Alejandro de Humboldt y su viaje a las islas en 1799. O a otros personajes reales, como don Julián de Muñique, Juan Gopar, John Noyes Kuehn (que publica un libro en la misma colección)…
No está de más señalar cuánto le sirven los poemas para establecer conversaciones con sus dedicatarios: “Sino del viento” (dedicado a Francisco León y Alejandro Krawietz, compañeros de promoción), “Regreso a Fuerteventura” (a sus amigos majoreros), “Argos en el camino” (a Miguel Martinón), “Un collar de huesos para Stipo Pranyko”, “Cuitas de Calibán” (a Ángel Sánchez, coautor del primer libro de Aníbal Núñez) o “La ola y el rayo” (al mencionado Sánchez Robayna).
Otra línea del libro incluiría aquellos de cariz autobiográfico, cargados de emotividad; así, “Exequias en el Jable”, “Elegía en Órzola” (en la muerte de uno de sus tíos), “Soliloquio del parapentista”, “Interludio junto al océano” (“Cada imagen contiene / en su seno un presagio”), “Un amigo español sueña con las islas”, “Microrrelato en el «Día de Canarias»”, “Fluían las imágenes por el cauce”, “Una visita anoche” (emocionante poema sobre sus muertos)…
La cuarta y última sección del libro está formada por un poema único, “Más de cien travesías (Epílogo)”, que reafirma, en sus tres partes, esa canariedad (perdón por el palabro) a que hice referencia al principio. “Van pasando las islas / en relevo de azules”, dice en pleno viaje en un barco alrededor de las suyas, las que dotan de identidad a este libro que calificaría de sorprendente a pesar de su radical humildad y de su engañosa sencillez de planteamiento (lo complejo dista de ser complicado). Por eso precisamente. Está uno cansado de juegos malabares con apariencia de poesía. Basta lo más próximo, en todos los sentidos, el personal y el paisajístico, para crear poemas memorables que nos lleven a ella. Como estos. Su música callada, con su bien medido ritmo magnético, se acerca con sigilo a nuestro oído y nos transmite el mismo asombro, o muy semejante, de quien los concibió.
Dos que me han gustado especialmente: “A una aulaga” y “Último acto”. Son paradigmáticos. Bastan y sobran. Chapeau!
El autor, que tendrá antología en una editorial de alcance el año próximo, ha decidido que este será su último libro de poesía firmado con su nombre (habrá sido por todo lo alto). Por suerte, eso no impedirá que sigamos leyendo versos suyos bajo otra denominación heterónima. De un tal Viejo José Mosegue aparecen unos poemas en el número 24 de la revista Suroeste que…
 
Para llegar a Samarín
Melchor López
Instituto de Estudios Canarios (Colección Retama Nueva), Santa Cruz de Tenerife, 2024. 92 páginas. 10 €
 
NOTA: Esta reseña se ha publicado en la revista digital EL CUADERNO.