30.4.11

Noticia (doble) de Ada Salas

Dos libros de Ada Salas (Cáceres, 1965) llegan, casi al mismo tiempo, a las librerías. El más sustancioso, El margen, el error, la tachadura (De la metáfora y otros asuntos más o menos poéticos), ganó el II premio de Ensayo Literario Fernando Tomás Pérez González. En el jurado (donde uno estuvo en la primera convocatoria para nunca volver), personas que de poesía saben: Santiago Castelo, Javier Rodríguez Marcos, Antonio Sáez... Lo digo porque, aunque el extenso título pueda llamar a engaño, las apasionadas páginas de este libro (que editan al alimón las entidades convocantes del certamen: la Diputación de Badajoz y la Consejería de Cultura de la Junta de Extremadura) se resuelven en una apasionante defensa de la poesía, un hermoso paseo por lo inesperado y lo sorprendente, por la extrañeza y el extrañamiento, por el temblor y la perplejidad, por el deslumbramiento en suma, donde autor y lector (escribir y leer, dos caras de la misma moneda) ganan la batalla al tiempo, a la desmemoria y al olvido y al desconocimiento de uno mismo. Estupor es una palabra clave para comprender el alcance de este libro, que es tanto como decir para entender la poesía; ese "sitio para lo auténtico" o "lugar para lo genuino", al decir de Marianne Moore.
No prima por suerte aquí el tono profesoral o la lectura académica. Más bien estamos ante las reflexiones de una poeta que lleva al papel las siempre movedizas arenas de su poética. Sus ideas, transmitidas con precisión y claridad, no son originales ni siquiera novedosas. Se apoyan o derivan de un puñado de poetas de cabecera que bien podríamos llamar sus maestros:  Eliot y Valente, sobre todo, pero también Juan Ramón, Antonio Machado, Wallace Stevens, Octavio Paz, Sophia de Mello Breyner, Anne Carson (de un poema suyo arranca el libro), Pessoa, Montale o Claudio Rodríguez. Son, más que presupuestos teóricos, anotaciones de un diario, tanteos, maneras de "caer en la cuenta", propias de alguien que lee y escribe y sabe que, al hacerlo, le va la vida en ello.
Quienes tenemos la suerte de conocer a Ada Salas, quienes hemos leído sus libros, nos la encontramos en éste (otra vez) de cara, plena de lucidez y con no pocas certezas, las que hacen posible que una y otra vez intente romper el hielo para ver lo que hay debajo. Porque, como ha escrito: "La poesía surge de la ruptura de lo rígido. Está en el agua que aflora cuando se quiebra la superficie del hielo. Está en el agua bajo el hielo: no la vemos. El poeta rompe el hielo para verla».
No es la primera vez, conviene recordarlo, que Ada Salas se acerca al ensayo. Ya en 2005 publicó en Hiperión Alguien aquí: notas acerca de la escritura poética
Cité más arriba a Eliot. La traducción de sus famosos e inolvidables Cuatro Cuartetos llevaron a Jesús Placencia a realizar catorce dibujos que entregó a su amiga Ada para que escribiera un texto. El resultado, no son unas líneas sino catorce poemas que la Editora Regional de Extremadura publica, junto a los mencionados dibujos, bajo el título Ashes to ashes en su colección Vincapervinca. El círculo se cierra.

29.4.11

Viajes con MOB

Son las iniciales del editor Malcolm Otero Barral, nieto del autor de Metropolitano y miembro de la Escuela de Barcelona (Riera) o del Grupo poético de los años 50 (García Hortelano). Ahora dirige Barril & Barral, pero en 2003 trabajaba en Destino y fue quien acompañó a Trapiello por media España para promocionar su novela Los amigos del crimen perfecto, premio Nadal de aquel año. Dice el de Manzaneda de Torío en su diario: "Piensa, y asombra que lo sepa tan joven, que en literatura no hay éxitos ni fracasos, sino trajes de atrezzo, que uno deja en el guardarropa cuando termina la comedia. Sabe que la literatura es cultura, pero lo que vale es la poesía, que es estado de gracia, y que en poesía lo que vuela, vuela solo, sin que sepamos cómo es ello, por lo mismo que no acabamos de explicarnos cómo, con tan poco esfuerzo, el pájaro se sostiene en el aire o la araña en el techo, sin caerse. Y sabe que eso es un escritor, alguien que no se cae. Y que la poesía es la vida" (Apenas sensitivo).

28.4.11

Vuelve Sansón

Según la Wikipedia, Sansón viene del hebreo: שִׁמְשׁוֹן, Shimshon, tiberiano Šimšôn; que significa "del Sol". Pero no es de aquel Sansón bíblico del que uno viene a hablar aquí, sino del escultor Miguel Sansón, un hombre que empezó fabricando sillas (sent-arte lo llama) y que, sin porqué (ah, sí, estuvo una vez en Nueva York, qué olvido más tonto), va camino de convertirse en la estrella de la estatuaria pública extremeña. A él se refirió uno, sin nombrarlo, en este blog, cuando colocaron delante de la Asamblea uno de sus decorativos armatostes y ahora, de nuevo gracias a nuestros formados e informados políticos (que le dieron, por nada también, la Medalla de Extremadura), coloca otro mamotreto delante del remozado Palacio de Congresos de Cáceres, a un paso, pobre, del piso de mi hija, que pasará cada dos por tres delante del adefesio con su perrina Pepa. Y espérate, que lo mismo, confuso el animalito con aquello, echa allí su meadina y daña la imponente obra de arte.
Sí, para gustos, los colores. Y para tontos, los que pagamos con nuestros impuestos las ocurrencias de los que lo mismo te hacen una silla donde uno no puede sentarse que una escultura (un decir) donde el arte brilla, y mucho, por su ausencia. ¿La próxima?
Bueno, nada, se dice uno, al fin y al cabo qué se puede esperar de alguien que dice: "La escultura, como creador, creo lo que siento, con una estructura y un movimiento, lo demás lo pone quien lo contempla" (sic). Eso, un galimatías.

Cilleruelo y Alvarado, novedades

José Ángel Cilleruelo publica nuevo libro. Se trata de una novela breve. Se titula Una sombra en Pekín y está ilustrado por Juan Gonzalo Lerma. Como empieza a ser usual, se puede leer en formato electrónico y en papel. Elija.
También el polémico poeta colombiano Harold Alvarado Tenorio invita a leer dos libros "en línea" (y gratis, claro): uno de poesía, Brando im Schwarzwald y otros poemas, publicado por Benjamin Valdivia en México, y otro, muy interesante, de entrevistas, 25 Conversaciones con escritores y artistas, publicado por Jairo Osorio en Medellin.
Además, vende su biblioteca. Son más de dos mil libros los que HAT quiere vender "a una sola entidad o comerciante". Sólo de Borges (o sobre el poeta argentino), 313.

27.4.11

Feliz quien ha leído

Feliz quien ha leído. El que en la infancia, a través de los cuentos, fue descubriendo el mundo. El que en la adolescencia, en medio de la nada, supo hallar en lo oscuro siquiera este refugio al abrigo del tiempo. Quien joven, eterno en su belleza, intuyó en la lectura que vivir el momento era el mejor remedio contra aquello que huye. Aquel que, ya maduro, perdido como siempre, se aferró a algunas páginas para aplazar la muerte. Quien, en fin, viejo ya, leyó para ganar la batalla al olvido.
Feliz quien ha leído porque el camino es breve y sólo en la lectura puedes vivir las vidas que una existencia impide. Esas vidas de otros que por arte de magia se convierten en propias.
Feliz quien ha leído y ha encontrado en los libros el consuelo a sus males o el amor que le falta o la dulce alegría que vence a la tristeza. Quien ha llorado a solas al leer unos versos o un pasaje escondido en alguna novela.
Feliz el letraherido, el melancólico, aquel que, solitario, en un libro conoce al amigo que añora cuando va por la calle.
Feliz quien ha leído y tiene su mirada prendida de un poema y tiene su memoria aferrada a un relato. Quien piensa como piensan los que ensayan. El que se siente un griego en el exilio, o acaso un japonés a la espera de un haiku, o un árabe que evoca los sonidos del agua, o un americano que se canta a sí mismo.
Feliz quien ha leído y ha ido construyendo su propia biblioteca, y cada libro es un recuerdo cercano, un momento indeleble de lo que es fugitivo. Y una forma de crítica, porque no todo vale.
Feliz quien ha leído en salas soleadas de bibliotecas públicas y ha sentido las sombras de los mil personajes que pueblan los volúmenes que se apilan en torno.
Feliz quien, como Borges, no se jacta de aquello que ha escrito y, sin embargo, se enorgullece de aquello que ha leído. Quien, como a Jaime Gil de Biedma, la mención de la palabra poesía le suscita la imagen no de un hombre escribiendo un poema, sino la de un hombre leyendo un poema.
Feliz quien ha viajado sin haber recorrido un país extranjero. O aquel que desde el cuarto va más lejos incluso que el viajero más rápido. El que es cosmopolita y vive en la provincia de los libros sin patria, porque el lector es alguien que ignora las fronteras.
Feliz quien ha leído y se apena por todos los que no han encontrado ese placer perfecto.

Nota. Escribí este "manifiesto por la lectura" hace un par de meses a instancia de Leni Ortiz, directora de la Biblioteca Municipal "Juan Pablo Forner" de Mérida, y fue entregado ayer a los asistentes a la celebración del Día del Libro.

26.4.11

Trapiello's


He aquí un par de blogs interesantes. De los hijos de Andrés Trapiello: Rafael y Guillermo. El ingeniero (que ha devenido fotógrafo) y el arquitecto, respectivamente. Del primero, destacaría la serie "Los pagos". Del segundo, todo lo relativo a su viaje a Japón. G. es, por lo demás, un excelente dibujante. Sí, se dice uno, de casta... No los conozco, pero años de lectura de los diarios de su padre hace que uno tenga con ellos un trato casi familiar. Nos hemos divertido con sus juegos infantiles, sus ocurrencias o sus trastadas escolares. También hemos sufrido con sus problemas de salud: los vértigos, la hernia de disco... Los hemos visto crecer: fumar, conducir, echarse novia... Quizá por eso se acerca uno a sus blogs con el mismo afecto que gastaría al ver, pongo por caso, el de un sobrino. Me consta que su padre está orgulloso de ellos. No es para menos. Los hijos...

Gonzalo Rojas

Parecía inmortal, era un gran vitalista, pero... Conocí la poesía de Gonzalo Rojas allá por los ochenta, a través del crítico Jorge Rodríguez Padrón, que fue un buen amigo suyo. A punto estuvo de heredar su puesto en la Universidad de Utah, donde el chileno trabajó durante años. De eso hace mucho. Lo leí con interés. Luego, la cosa cesó. Por nada en especial. Un gran poeta, sin duda. Su poesía es apasionada y excesiva (en el mejor sentido del término) y a uno, como lector, esa manera de proceder siempre le ha apabullado. Recuerdo una breve conversación que mantuve con él en un pasillo del hotel Palace de Madrid, en la entrega de uno de los premios Loewe, del que fue jurado. Era afable, cariñoso. Y de aspecto muy menudo. Parece mentira que un cuerpo así y un temparamento, en lo aparente, tan tranquilo y discreto  pudiera dar a luz semejantes versos. Un misterio. El de la poesía.

25.4.11

El romanticismo suicida de Trapiello

He llegado a la conclusión de que uno no lee los tomos de los diarios de Trapiello sino que se los bebe. Apenas sensitivo, el último, por ahora, de su Salón de pasos perdidos, me ha durado tres días escasos. Es verdad que es más delgado que su hermano mayor, Troppo vero, y que casi todos los inmediatamente anteriores, pero... Deber ser cosa, me digo, del "romanticismo suicida", que no sólo afecta a quien escribe esa novela en marcha, sino también a quien la lee. Con una carta venida del futuro empieza esta entrega, la correspondiente a 2003. En ella, un crítico, que además es -o era- amigo, conmina a Trapiello a abandonar de una vez el proyecto. Tras el trastorno inicial, se ve que, por razonado y razonable que aquel hombre fuera, caso, lo que se dice caso, no le hizo. Y eso que ganamos los lectores que año a año, y van..., cumplimos con este sano rito laico. En mi caso, con un lápiz para subrayar todo lo destacable y para ir despejando las iniciales que encuentre por el camino. Ya allí, comenzamos el año en Madrid y no, como es habitual, en Las Viñas. Después, todo, o casi, vuelve a su ser. Digo "casi" porque ese fue el año que T. ganó el Nadal y medio libro, que podría haberse titulado Viajes por España o Mis viajes por el Corte Inglés ("nunca hubiese sospechado uno que había tantos"), transcurre de ciudad en ciudad promocionando la obra. Bilbao, Vigo, Santiago de Compostela, Burgos, Santander, Granada (y el carmen de La Victoria), Barcelona (con Sant Jordi incluido, fiesta CAS por excelencia), Cáceres (donde la concejala de cultura le pregunta si ha visitado alguna vez Extremadura), Madrid (y el encuentro con "la Juani"), etc.
Por lo demás, no faltan las alusiones a amigos -Bonet (que le presenta en una exposición al príncipe de España), Borrás, M. Millanes, C. Pujol, García Martín (sus amigos descubren que tiene corazón), Jiménez Lozano, Brines (con quien visita, en la antequerana y mítica Casería del Conde, a Muñoz Rojas, uno de los pasajes más hermosos del libro y de toda la serie), Delibes (otro momento memorable: su conversación en el piso vallisoletano del escritor), Ferlosio- y a enemigos -Alberti (otra exposición), Lorca (y familia), Tàpies, Gamoneda, Valle, Prada, Conte, etc. Por una vez, no aparece Valente, y ya es raro. Vamos, que se le echa de menos en esas páginas. Sí aparece, cómo no, su propia familia, centro y razón de ser, o eso me parece, de la vida de Trapiello que no deja de hablar, aquí o allá, de M., su mujer, y de sus hijos, R. y G., que ahora tienen cara gracias al álbum de su recién inaugurada página web. Aparecen también su madre y sus hermanos, su cuñada... Téngase en cuenta que en 2003 se rodó para Esta es mi tierra, el programa de RTVE, el capítulo Algunas travesías: Manzaneda, Las Viñas, Madrid, del que Trapiello es protagonista y que, por cierto, uno ha visto por primera vez hace unas pocas semanas. Y ya que de familia hablamos, no se puede obviar el relato de la muerte de Mora, su perra mastina, o las charlas con Manuel, el lagarero, puro ejemplo de extremeño cabal.
Como no se puede olvidar la bronca con Gallardón en la madrileña Feria de libros viejos y de ocasión o con el sobrino de Lorca o, en fin, con los vecinos de la Sierra de los Lagares a costa de una agropecuaria gavia.
No faltan otros viajes significativos: uno breve a Lisboa, otro largo a París, el de Ronda (con Rilke a pie de tajo). Ni las visitas al Prado para decepcionarse con Veermer y complacerse con Tiziano. Ni las habituales al Rastro y las librerías de viejo, tanto las de Madrid como las de cualquier sitio. Divertidísimo resulta, pongo por caso, el "entremés" de la subasta del manuscrito de Poeta en Nueva York con el inevitable sobrinísimo lorquiano al fondo.
Entre lo más destacable, señalaría el retrato afectuoso que hace T. de poeta jerezano José Mateos en su primer viaje a Madrid.
No decepciona, al revés, Apenas sensitivo, por lo que uno no puede dar la razón al crítico (del que creo saber el nombre, aunque por discreción lo calle) que escribió a Las Viñas para que T. abandonara una obra que, según él, ya estaba cumplida. Puede que para otros lo esté. No para mí, para uno, que espera la entrega anual con la misma o mayor expectación que la primera vez, cuando el 31 de octubre de 1990 llegó a sus manos El gato encerrado, que ahora se reedita con el formato que adoptó la colección a partir de La cosa en sí.

24.4.11

Enamoramientos, por Pàmies

Daniel Verdú. ¿Y en el amor feliz tampoco cree?
Sergi Pàmies. El amor es un fenómeno defectuoso. Si fuera un electrodoméstico, en el Corte Inglés te devolverían el dinero. Lo que promete la caja es muy superior a lo que luego te da, y además no te avisan de que te puedes quedar hecho una mierda si lo utilizas. Tiene adosados unos procedimientos muy nocivos: las segundas oportunidades, aguantar más de la cuenta, creer cuando se acaba un amor empieza otro... Y esto lo he ido observando y notificando en el libro.
P. ¿Es mejor aguantarse?
R. Yo recomiendo que la gente aguante. En un estado de lucidez constructiva. Creo que es lo que hacían nuestros padres y abuelos. No estaban enamorados, pero aguantaban. Y al final encontraban un territorio habitable. Pero en ningún momento se les hubieran escapado diatribas sobre la felicidad como las que circulan hoy en día. No hay ninguna relación entre el matrimonio y la felicidad.

De una entrevista publicada en El País con motivo de la salida de La bicicleta estática (Anagrama), nuevo libro de relatos de Sergi Pámies.

TSS

Tomás Sánchez Santiago publica en la revista Las razones del aviador siete poemas inéditos de su libro, inédito también, Pérdida del ahí. Una alegría.

23.4.11

Ángeles

La historia sucedió como sigue. Alguien, para mí un desconocido, me envía el enlace con un blog que se titula Ángeles y Reiki. Uno, educado como es, responde con un sencillo "gracias y angelicales saludos", después, esos sí, de echarle un vistazo a la página. Luis Moreno, ese alguien, responde: " Hmmm.... menos gracias... menos angelicales saludos.... y haz el favor de enviarnos un poema, hombre, que no cuesta tanto... Podríamos pedirte permiso para buscar nosotros mismos, pero luego... pasa lo que pasa... que no te parece adecuado el elegido... y hay que cambiarlo". Seguía con otras consideraciones numéricas y personales. Confieso que me descolocó la respuesta. Del todo. Fue cuando decidí intentarlo. Recordé que hace mil años me habían pedido un poema para un homenaje a Walter Benjamin que tenía previsto publicar El Urogallo, la revista de mi añorado amigo José Antonio Gabriel y Galán, y que escribí y mandé (para nada: todo quedó en proyecto), a instancia de otro paisano, Fernando Castro Flórez, uno sobre "Angelus Novus", el cuadro de Paul Klee, un motivo benjaminiano. Pero entonces no había ordenadores y el poema (o poemas) está desaparecido en el fondo de alguna carpeta de las que abundan por los bajos de las estanterías. Total, me puse a ello y salieron estos versos que ahora aparecen en el mencionado, angélico blog con un encabezado algo pomposo que no es mío y un dibujo de Federico Gallego Ripoll.

22.4.11

Día del libro

"Quien está en una librería está en el centro del mundo", dice Luis Landero, y añade: "el centro del mundo está también en una biblioteca y en un ordenador. Ese es hoy el puro centro del mundo".

La poesía de Màrius Torres

 El otro día me traje de Salamanca Palabras de la muerte, la antología del poeta catalán Màrius Torres (1910-1942) que, para conmemorar el primer centenario de su nacimiento, ha publicado DVD en edición de Txema Martínez y prólogo de Antonio Jiménez Millán. El elenco de traductores es de lujo. Casi todos poetas: Carlos Marzal, Enric Sòria  (por fin alguien se hace eco de la antología de Joan Vinyoli que publicaron en Pre-Textos), Antonio Cabrera, Vicente Gallego, José María Micó, Luis Muñoz, Jordi Virallonga, Paco Díaz de Castro, Eduardo Moga, Sergio Gaspar, el citado Jiménez Millán (que firma una introducción espléndida)...
A mi debilidad por la poesía catalana del XX se une mi  alta estima por este poeta de "mirada interior" que  fue, según él, "un médico, un ciudadano vulgar que escribe versos" o "esta cosa absurda: un poeta lírico", y murió prematuramente de tuberculosis. Uno de los mejores de su generación y, como afirma Txema Martínez, del siglo. Un poeta cercano al mencionado Vinyoli. Al más juvenil, cuando menos. Con peor fortuna, eso sí; Torres no tuvo ocasión de evolucionar. Pertinente y necesaria, pues, esta recuperación. Lo religioso (Dios) y lo metafísico se dan la mano en estos vitalistas juegos para aplazar la muerte llenos de exigencia y meticulosidad pues a nada  le temía más el poeta que "a la poesía falsa ―a poesía que no es poesía". Como a Mahalta (Mercè Figueras), a esta poesía "le sienta la tristeza / tan bien" que "para que me rinda no hace falta / un solo adorno". Porque "Siempre late en lo oscuro algo muy claro", los poemas de Torres se leen con melancolía, sí, pero con sosiego y  naturalidad. No en vano, al criticar algunos defectos de la poesía moderna, dijo: "¡Como si alguna cosa pudiese ser nunca más original que un sentimiento sincero expresado con exactitud!". Así la poesía de Màrius Torres. Tal cual.
"Me gustaría tanto llegar a ser un poeta que otro siglo pudiese leer con placer", le escribió en francés a su amigo Joan Sales. Los lectores de estos versos, que vencen a la muerte, dan fe de un deseo conseguido.

21.4.11

Valls recomienda

Fernando Valls recomienda en su blog dos libros: Los enamoramientos, la última novela de Javier Marías (que uno dejará, si la presión mediática lo permite, para el verano) y Las moradas del verbo, de Á. L. Prieto de Paula, de la se ha venido hablando aquí por razones que Valls, uno de nuestros mejores críticos, resume así: "Esta es una de esas antologías que pronto se convertirá en referencia imprescindible para entender lo que ha sido la poesía española de estas últimas décadas". 

Jardines, cenadores...

El 21 de noviembre de 2007, el día del cumpleaños de mi madre, escribí en este blog algo a propósito del derribo de unos cenadores situados en unos jardines de principios del siglo pasado por culpa de una variante en construcción. Bien, vuelve ASO a informar sobre el asunto pues los tribunales se han pronunciado. Tarde, cuando el desaguisado ya no tiene remedio, pero poniendo al fin y al cabo las cosas en su sitio. Bueno, eso hubiéramos querido algunos, que volvieran a ser como antes. Por cierto, qué bonitas fotos perdidas para el folleto propagandístico de la alcaldesa. Si se hubieran mantenido, claro.

20.4.11

Simic, por Doce

Antes de irse de vacaciones, Jordi Doce deja en su blog cinco poemas en prosa de Simic. De su libro El mundo no se acaba [The World Doesn’t End], Premio Pulitzer en 1990. Para leer, dice el traductor, uno por día. No todo van a ser procesiones, ¿verdad, don Miguel Ángel?

Una nota a la entrada anterior

Ignoro el porqué, tal vez un lapsus freudiano, pero ayer, al hablar de la antología de Cumbreño y hacer alusión a otros florilegios, se me fue el santo al cielo y olvidé las publicadas por la Editora Regional de Extremadura en su colección de Poesía. Uno mismo tomó decisiones al respecto y por eso se editaron, por ejemplo, las de Jesús García Calderón, Juan María Calles y Elías Moro. Antes habían salido las de María José Flores y Javier Pérez Walias. Diré, en mi descargo, que la idea no era tanto reunir poemas esenciales de esos poetas cuanto presentar obras que habían pasado, de manera injusta, inadvertidas. Por otro lado, pensaba en poetas más conocidos y en editoriales de ámbito o implantación nacional, en el exacto sentido del término, cosa que, por desgracia, no alcanza a la Editora. Explicado queda.

19.4.11

Cumbreño y olé

Con ese apellido, José María Cumbreño (Cáceres, 1972) hubiera podido ser torero. O eso se le antoja a uno. Planta no le falta. Ni torería. Así las cosas, sin llegar a componer un pasodoble, no me resulta difícil lanzar un metafórico olé al ruedo literario por la aparición de su primera antología poética que publica, en primorosa edición, La Isla de Siltolá (tan presente, por cierto, en este blog últimamente), dentro de su colección Vela de Gavia. El poeta la ha titulado La parte por el todo y réune poemas escritos entre 1998 y 2011. No ha tenido que esperar tanto como don Aquilino Duque, compañero de editorial, para conseguir semejante logro. Es más, si nos circunscribimos a Extremadura (Cumbreño ejerce de extremeño), ninguno de los poetas de la promoción anterior a la suya, a los que tanto defiende y aprecia, tiene todavía un antología que llevarse al currículo. Y eso vale para el resto de España, a pesar de la meritoria labor de, por ejemplo, Abelardo Linares y su colorida colección de Renacimiento.
Diré más, antes que ésta ya se había publicado en Portugal otra bilingüe: Teorias da ordem (Edições Sempre-em-pé, 2009) en traducción de Ruy Ventura.
El crítico Quique García Fuentes, con esa mezcla de afecto y de ironía que le caracteriza, escribía el pasado sábado en Trazos acerca del libro de marras y, con no poca guasa, le dedicaba a la prolijidad de Cumbreño unas cuantas líneas. Es cierto, este hombre escribe mucho y publica otro tanto y de esa facilidad, que también puede llamarse don (y que, en raras ocasiones, por exceso de ingenio, da en ocurrencia), surgen este puñado de libros que ha venido entregando a sus lectores en los últimos años, más de los que suelen ser norma en el gremio. Pero, digámoslo pronto, Cumbreño es todo menos un tipo normal o un poeta al uso. Esa es una de las marcas de su particular naturaleza. No hay más que leer las opiniones que mantiene en su blog, un camino más corto que el de las páginas de sus libros, cuajadas de aforismos al respecto, para saber con quién nos las tenemos. Claridad y contundencia no le faltan a este voraz escritor con criterio que, además, es un fiero lector sin prejuicios.
Uno le conoce desde hace años y ha compartido con él algún que otro café en las perdidas mañanas de Mérida, cuando él salía de su instituto y yo de la Editora para compartir un rato de conversación. En esas distancias cortas, no parece el apasionado letraherido que en realidad es. Entonces, Cumbreño se muestra tímido y educado, parco en palabras, hasta frío y distante llegado el caso. Pero al lector eso le importa poco. O nada. José María Cumbreño es lo que escribe y nada de lo dicho sirve para calificar su escritura, tan torrencial como serena, tan sosegada como nerviosa. Sí, de paradojas sabe un rato. Porque detrás de su fragmentaria (post)modernidad (no sé si nocillera) alienta la lectura de los clásicos. Porque su aparente prosaísmo (por el tono, por la engañosa forma) es lírica pura. Porque lo sentencioso de su decir, lo aforístico, desvela un amor por lo plural y por lo abierto. Porque, a pesar de ese tono seco, no falta en su obra el humor y la ironía. Porque a pesar de que la crítica reconoce que no es autor de un "mismo libro", en todos los suyos se rastrea con facilidad una misma voz, que es, cómo no, siempre la misma, por diferente que a algunos les parezca. Porque, en fin, ese punto irracionalista o surrealista (por decirlo de alguna manera) que recorre toda su obra, lo que tiene de vanguardia  après la lettre, no impide que la realidad entre a saco en sus versos y nos descubra un mundo lleno de objetos y situaciones concretas, lo que hace de la suya, si se me permite la expresión, una poesía "matérica", por usar un término pictórico.
Como paradójico es que incluya en su poesía selecta textos en prosa -aforismos, cuentos breves y microrrelatos- sin que por ello el lector discuta que está leyendo poesía. La explicación es simple: Cumbreño es, ante todo y sobre todo, poeta y de poesía tiñe cuanto toca, poco importa el género. Todos sus planetas giran en torno al sol de la poesía y eso, ya digo, es de una obviedad manifiesta.
La suya, sí, es una poesía digna de un observador minucioso y atento, de alguien capaz de encontrar la poesía en las cosas más sencillas, en lo aparentemente intrascendente. Adopta, en suma, una poética de lo cotidiano.
Aunque se reconozca en maestros muy concretos -Rafael Pérez Estrada, pongo por caso-, se ve que es un lector, ya se dijo, disperso y ecléctico.
Como Ada Salas o Javier Rodríguez Marcos, José María Cumbreño empezó publicando su primer libro en Extremadura. En la Editora Regional de Fernando Pérez.  Desde Las ciudades de la llanura (2000), han ido llegando: Árbol sin sombra (Algaida, 2003, Premio de poesía Ciudad de Badajoz), Estrategias y métodos para la composición de rompecabezas (El Bardo, 2008), Diccionario de dudas (Calambur, 2009), Breve biografía apócrifa de Walt Disney (Algaida, 2009, Premio de poesía Alegría/José Hierro). También el libro de relatos De los espacios cerrados (Fundación José Manuel Lara, 2006, Premio de narrativa breve Generación del 27), el ensayo literario Retórica para zurdos (ERE, 2010) y del diario Límites y progresiones (Baile del Sol, 2010). Y hay más: está en prensa está Genealogías (Luces de Gálibo, 2011).
Cumbreño, al que en su día califiqué como "el más posmoderno de los poetas extremeños de ahora", suele quejarse mucho de su invisibilidad literaria (me dedicó "Curso práctico de invisibilidad", incluido aquí) y alude cada poco a los poetas "liliputienses", a los que no se les reconoce su debida valía. La aparición de esta antología demuestra que, como todos los jóvenes, exagera. Se reconoce en ella un trabajo concienzudo y tenaz y casi de forma prematura. Si me permite un consejo, debería atender a lo que de verdad importa y olvidar o ignorar el resto, que quizás ni siquiera es literatura. O sí, pero no poesía, como le gusta explicar a otro de sus maestros, Gamoneda. Él sabe perfectamente de lo que hablo. A los hechos me remito. Ya llegará el tiempo de los reconocimientos. Bueno, ese tiempo, en rigor, ya ha llegado. Olé y enhorabuena.

17.4.11

Perros en la playa: el libro

Sí, porque también está el blog. Después de publicar Hormigas blancas. Notas 1992-2003, y de adelantar los cuadernos La puerta del año y Las huellas del equilibrista, llega Perros en la playa donde el poeta, ensayista y traductor, entre otras cosas, reúne diversos textos y poemas correspondientes a seis años de escritura, de 2004 a 2011. Aunque no falta la memoria, todo lo contrario, no estamos ante un dietario o diario al uso. Nada es "al uso" en Doce. Los aforismos, por ejemplo, que es lo que más abunda, son más abstractos de lo habitual, menos previsibles, y ello, según creo, porque son ante todo poesía. Poemas escritos de otra forma, si se quiere. Con la debida densidad conceptual, seguro, pero poesía al fin y al cabo. Tan poemas, la mayor parte de las veces, como los que, de manera novedosa, incorpora a esas páginas. En lo personal, me he dado el gusto de reescribir en versos uno de los fragmentos, el último de la página 35 que sigue en la 36, y me ha cuadrado perfectamente.
Una vez asumida la poética de lo fragmentario, moderna por naturaleza, Jordi Doce avanza por territorios que, otra disidencia, no tienen, como decía, la precisa marca de lo propio que solemos encontrar en este tipo de libros. Quiero decir que lo confesional o lo privado, lo-que-a-mí-me-pasa, deja lugar a una reflexión más pura, más abierta, más universal y, en consecuencia, más ambiciosa.
Aunque, como es lógico, él no lo haga, sus lectores sí podemos presumir de la inteligencia y la lucidez de Jordi Doce, de sobra demostrada en sus ensayos, que aquí se aquilata y afina dando muestras de un pensamiento tan coherente como novedoso y plural.
No hace falta decir que predomina la mirada hacia la poesía y hacia la literatura, en una suerte de metapoética que se resuelve, cuando toca, en "poesía refleja" o "poesía autocrítica", por decirlo con las palabras que usamos a la hora de acercarnos a las poéticas de mi paisana Pureza Canelo.
Tampoco que la visión de Doce es tensa, nada complaciente, dura y hostil a veces. Como la vida. Escribir es defender la intimidad en que se está, nos recuerda Doce, "defender el espacio de soledad y silencio, la madriguera en la que algunos debemos recalar con más o menos frecuencia para no perder la cabeza o no perdernos a nosotros mismos en el laberinto de las calles y el trato social".
Porque las circunstancias mandan, desde su posición privilegiada en la revista Letras Libres y ahora por su trabajo en el Círculo de Bellas Artes de Madrid (donde está fechado, por cierto, el libro), Doce aprovecha para desenmascarar imposturas y, de paso, a presuntos figurines y figurones de la escena literaria, tan proclive a la farsa. Eso sí, que no espere el curioso ningún nombre. Esto no es cuore.
Si a todo lo dicho añadimos que la edición de La Oficina, al cuidado de mi admirado Joaquín Gallego, es preciosa y que lleva dibujos de Javier Pagola, nadie podrá negar el indudable interés y el don de la oportunidad de este libro, uno más, y de los mejores, de uno de los autores más firmes y  fiables de nuestro panorama.

16.4.11

Dehesa
















Le pidieron a uno los amigos de Vivir Extremadura un pie de foto para una serie de imágenes de la dehesa extremeña en primavera. Y escribí esto:  
No es fácil darse cuenta de la existencia de un humilde milagro que has tenido delante de tus ojos desde que naciste. Caer en la cuenta de cuánta felicidad puede proporcionarte lo que siempre ha estado ahí. Sin embargo, en primavera, la dehesa rompe su majestuosa serenidad, su perenne equilibrio, su misterioso silencio, y se revela como genuino lugar del elogio. Entonces, el agua, las flores, los animales, los árboles, las plantas y todo cuanto vive y hasta lo que permanece inerte, celebran la llegada del buen tiempo y resulta imposible que no aprecies el privilegio de que ese territorio mediterráneo exista. Para todos, para ti.
(Foto © Vivir Extremadura)

15.4.11

Lo que no dije

Cerró con el éxito previsto Cosmopoética. Bueno, Cosmopalética, según El Cultural, que malmetiendo, como de costumbre (¡qué manía, pobre de mí!), me adjudican un término que jamás utilicé: "Cosmo..."
Me reí de mí mismo llamándome "cosmopalético" por usar en vano adjetivos localistas (cordobés, andaluz, extremeño...) al lado de sustantivos esencialmente cosmopolitas (escritor, poeta...). Y eso, con permiso de la autoridad cultural, lo sigo y lo seguiré criticando.
Por lo demás, ¿no será uno sospechoso de no admirar y defender ese festival ejemplar por tantas cosas? Qué poco me conocen. Qué mal me leen.

Una foto

La de la candidatura del PSOE (y otros) al ayuntamiento de Plasencia. ¿Qué tiene de especial? Para uno, que está hecha a las puertas de una iglesia. La de San Esteban, en concreto, donde se casó el poeta Gabriel y Galán. ¿Y qué?, se preguntará alguien. Que no parece el sitio más adecuado, digo yo. Por las formas, que son el fondo. Habría que cuidar los detalles. Cada cosa en su sitio. ¿No había otro mejor? Más acorde, en lo simbólico, a lo que esas ideas (o así) representan? ¿Son acaso catequistas, miembros del consejo parroquial? Ya, ya sé que a estas alturas de la Historia qué sea el socialismo (como el resto de las ideologías) es cosa harto discutible. Pero entre sus presuntas esencias quedará el laicismo o la laicidad. ¿O ya no? Eso parece. ¡Pobre Peces-Barba!

14.4.11

El blog de la biblioteca del colegio








 La biblioteca del Colegio Público "Alfonso VIII" de Plasencia inaugura blog. No en vano ha sido aceptada en REBEX, la red de bibliotecas escolares de Extremadura.
La fotografía da una idea de lo agradable que es ese sitio. Un refugio dentro del colegio, sin duda. Al menos para uno, que pasa en él todo el tiempo que puede; fuera, claro, del estricto horario de docencia. ¡Larga y fructífera vida!

La primera antología de Aquilino Duque

El valiente, casi temerario, editor Javier Sánchez Menéndez abre en La Isla de Siltolá nueva colección: Arrecifes. Se inaugura de la mejor manera posible con La tumba negra, de Antonio Colinas, y Reloj de arena. Antología poética (1950-2009), del poeta sevillano Aquilino Duque (selección de Abel Feu). Como se señala atinadamente en la solapa "debe de ser el único autor de su generación, la del 50, que no contaba hasta ahora con una antología poética, signo éste tanto de la anómala valoración de su obra como del anómalo funcionamiento del mundo editorial español". No es extraño que aparezca, por fin, a los ochenta de su edad, de la mano de Siltolá y de JSM. El prólogo, Ensimismamiento, es preciso y elocuente. Se puede leer en su blog, Viñamarina, donde uno entra de vez en cuando para comprobar que sigue siendo un hombre incómodo que permanece erguido. También para discrepar, algo que no es difícil cuando de confrontar opiniones (no poéticas) se trata.
Ocho libros en sesenta años no es mucho, dirán algunos. Suficientes, digo yo. Recuerdo bien la lectura de su Poesía incompleta (1999) donde Duque reunió siete de ellos, un libro que publicó otro editor de verdad, Manuel Borrás, de Pre-Textos. Leí esos poemas en Conil, en la penumbra agosteña de un apartamento del barrio de Río Salado.
Siempre me pareció don Aquilino un poeta necesario. Ahora que lo releo, me confirmo en esa apreciación que, al parecer, no es general para el público (de haberlo) y la crítica de España. Es lo mismo. Lo que importa es ese puñado de poemas arrancados al tiempo donde se muestra a las claras "la misión redentora del poeta, porque es la palabra del poeta la que siempre queda frente a la palabrería olvidadiza de los que al pueblo lo degradan y lo encanallan"...
"Vivo al acecho de la palabra exacta", escribe don Aquilino, a la busca de la "palabra secreta", que es el título de otro de sus poemas. Y eso se nota. Esta es una poesía con regusto antiguo, de aire clásico, donde se mezcla con naturalidad lo culto y lo popular (¿a eso llaman poesía andaluza?). Lo es por los motivos (modernistas, a veces), por las rimas (que no cesan), por la evocación de un mundo que ya no existe donde aún quedan cafés elegantes y trenes lentos ("Vivir es estar siempre de viaje"), por la nostalgia de la milicia y de la patria, y, más allá, por el insondable, luminoso Sur, tanto da que de Roma o de Sevilla.   
"Ya he escrito cuanto había de escribir / y vivido de sobra cuanto había de vivir", leemos en uno de los poemas de su último libro. También allí dice: "¡Qué poco basta para ser feliz!". A uno le ha sobrado con las pocas páginas de este libro. Por un rato al menos. Ahora sólo pienso en conseguir Entreluces, el único de los suyos de poesía que no tengo.

13.4.11

Tristes

En una preciosa entrada de su blog titulada "Perú", Andrés Trapiello habla de la tristeza. Cita a Foxá y a Vallejo y el uso que ellos hicieron de "tristear" y "tristumbre", respectivamente. Y dice: "Ambas, tristear y tristumbre, son palabras nobles y expresivas. Dicen que entre los esquimales y los islandeses cuentan con sesenta palabras distintas para nombrar la nieve y los escoceses con doce para la lluvia. No se comprende por qué no tenemos más palabras para decir la tristeza, pasando como pasamos en la vida tantos momentos tristes, a menudo en largos periodos de nuestra existencia, sin que conozcamos otro estado que ese de la tristumbre en el que no podemos hacer otra cosa que tristear. Y eso es lo paradójico, sin dejar muchas veces de estar alegres, entrando, saliendo, hablando con unos y con otros sin que nadie note nada, casi sin que lo notemos nosotros mismos, por lo mismo que dijo el propio Vallejo: “Todo está alegre, menos mi alegría”. Podríamos decir, pues, De la tristeza y sus isótopos".
Podría haber recordado que en El arca de las palabras él mismo acuñó el neologismo griste, una evocadora mezcla de gris y triste que bien podría pasar a los diccionarios.
Y ya que hablamos de lo triste y de la tristeza, no estaría de más traer aquí los versos de Piedad Bonnett (de "Los hombres tristes no bailan en pareja") que Luis García Montero utiliza, a modo de epígrafe, en su poema "La tristeza del mar cabe en un vaso de agua" y que a uno le dejaron, hace muy poco, conmovido:  
Y no hay pues mujer más sola,
más tristemente sola,
que la que quiere amar a un hombre triste.

12.4.11

Muchas letras

En la clase de 4º, donde está Diego Doncel (no el poeta, claro), un alumno me dijo el otro día: "He entrado en tu blog. Hay muchas letras. Sólo letras". Lo dijo con gesto contrariado. Luego añadió, como para sí mismo, ya sin mirarme siquiera: letras, letras...

11.4.11

Breve noticia de Olga Bernad

Olga Bernad es una poeta de Zaragoza que tiene, como todos, su propio blog y de la que uno sabía -poco- por otras bitácoras que frecuento. La casualidad, o las buenas artes de su editor, han querido que lea su último libro (el tercero, según creo, de los publicados), Nostalgia armada (Isla de Sintolá) y esa lectura no me ha decepcionado. El prólogo entusiasta de un lector con criterio, Antonio Rivero Taravillo,  me puso sobre la pista. Luego, ya digo, fui dando cuenta de los poemas y, al final, me quedó una grata impresión, un poso agridulce, pues de todo hay en sus versos, de lo más alegre a lo más triste. Quedo a la espera de lo que llegue. Porque se ve a las claras que otros libros llegarán. Para bien, supongo.

10.4.11

Noticias de Tusquets

Llega el cuadernillo de novedades de Tusquets. Da noticia de los nuevos cuentos de Aramburu (que, por cierto, publicó ayer en Babelia un incisivo artículo) reunidos bajo el título de El vigilante del fiordo; de la esperada segunda parte de la biografía de Cernuda escrita por Antonio Rivero Taravillo; de una nueva entrega de Sciascia; de la incorporación de Gelman a la colección Nuevos Textos Sagrados. Compruebo, en fin, que Voces que susurran, de J. Connolly, utiliza en la cubierta el mismo motivo que usaron los de Seix Barral para Alguien que no existe.
Ah, me gustaría leer otra novedad, ésta de la colección, en catalán, L'Ull de Vidre: Un hotel a la costa (Tossa de Mar, 1934-1939), de Nancy Johnstone, una crónica de las vivencias de unos ingleses en ese pueblo de la Costa Brava durante la República y la Guerra Civil. Siquiera sea porque pasé allí uno de los veranos más felices de mi vida.

9.4.11

Una declaración, por Pedro Serrano

No es normal que uno "cuelgue" en el blog este tipo de entradas. La ocasión lo merece. Aunque pensé que lo mejor sería esperar a que el poeta Pedro Serrano publicara esta declaración en la revista que dirige, Periódico de Poesía, la gravedad del asunto me ha hecho cambiar de opinión. 

En el último mes se han desencadenado en el mundo fenómenos naturales devastadores como el sunami de Japón, errores humanos tan graves como el descuido en que estaban los reactores nucleares, también en Japón, y enormes hojarascas al viento de libertad, sobresalto y esperanza en Túnez, Libia, Egipto y casi todo el Islam. En todos estos países la poesía está siendo parte importantísima de las miles de lenguas de fuego que prenden de un sitio a otro y se tocan de individuo a individuo. Al tiempo que esto pasa, pequeños infiernillos imperceptibles siguen encendidos en todas partes del mundo, con un fuego pálido en cada una de las relaciones humanas, o con humaredas más violentas en casos como el de Costa de Marfil. En unos y otros la poesía es puja de supervivencia y afirmación. Cuando ella aparece es posible decir eso que se nos ha quedado pegado en el esternón. Ejercerla se vuelve vagido liminal, estertor de vida. Es la forma que tenemos los seres humanos, como especie, para tocar de manera íntima e individual lo que nos une a todos, y es también el modo en que decimos qué nos afecta. Con ella iniciamos también el camino brioso y penoso de resolución. No son las grandes declaraciones las que condensan el significado alentador de una comunidad, sino un pequeño acto individual, que se vuelve forma, lo que desencadena la chispa necesaria que cambia las cosas. Así sucedió con Mohamed Bouazizi, ese Pípila tunecino, un frágil vendedor de nueces de la ciudad de Sidi Bouzid, que al prenderse fuego en protesta por la mordida que le pedía la policía, desencadenó todo. Ese aliento de vida individual sumada en colectiva, por contagio ya sea físico o cibernético, sigue encendiendo vidas y corazones en todo el Medio Oriente. La forma del lenguaje que se adhiere en el poema nos hace sentir los actos humanos, compartir la vida de los otros. Su fuerza es también lo que nos da ánimo para hacer frente, en lo íntimo y en lo público.
Siempre he sabido que llamar a esta serie de escrituras Defensa de la poesía acarreaba deslices. La pensé de una manera irónica, y por esa razón en mis comentarios y mensajes la he llamado “parachoques”, “salpicadera”, “parabrisas”, como si la poesía fuera ese coche destartalado en el que pudiéramos viajar todos, usado y en uso, y estos textos los amarres que le vamos haciendo, con cintas o con cuerdas, para que no se caiga en pedazos y siga su rocambolesca marcha. O como esas cintas de colores que hace años enredábamos minuciosas a los manubrios de las bicicletas, y que terminaban en unas cintas colgando de cada uno de los mangos de plástico con que nos afianzábamos al correr en ellas. Pero el peligro de la ironía es que pase desapercibida. De la misma manera que la tinta invisible, sólo se ve si le añades la emulsión correcta. Sin ella, el título puede ser tan explícito que llegue a sentirse un poco pacato, no tanto pomposo sino apretado y rígido, como esos trajes que le quedan pequeños a los niños cuando los sacan a alguna ceremonia oficial. Lo llevamos también, qué remedio. Por otro lado, en el origen seguía presente una obvia identificación con la  “Defensa de la poesía” de Shelley: nunca he dejado de verlo sonreír por el rabillo del ojo, e imagino estos textos dialogando con él en el mismo tono y mezcla de enjundia y displicencia que tiene el suyo.
Pero hoy le encuentro un nuevo sentido indispensable. La “defensa de la poesía”, me aparece ahora, no está en realidad en lo que escribamos sobre su naturaleza, Shelley o yo o quien sea, sino en ella misma, en su poderosa fuerza palpable. La poesía nos abriga y nos arropa, nos hace  respirar y tragar saliva. Es ella la que nos defiende a nosotros y nos lanza hacia afuera. En ese sentido, las palabras que bajo el título de “San Jorge y el dragón han servido de emblema para el Periódico de Poesía en las celebraciones del libro y de la rosa son su mejor bandera. Como escribió Yeats, el premio que da la poesía es nuestra supervivencia y conexión con los demás, lo que nos salva, lo que nos hace humanos. Es ella, o eso que hay en ella, lo que nos da la fuerza para enfrentar, penetrar, atravesar y sobreponernos al terror. La poesía nos pone en nuestro lugar y pone en su lugar las cosas, los restos de las cosas, lo que tiene la obligación de continuar. Porque todos vamos a morir la poesía es el lenguaje de la vida, de la de todos, de la de cada uno de nosotros. Vista desde esa atalaya, se puede ver mejor la verdad de los versos de Yeats en “El triunfo de ella”:

Hice lo que el dragón quiso hasta que apareciste.
Porque creía que el amor era una fortuita
improvisación, o un juego establecido
que dura mientras dura la caída de un pañuelo.
Lo mejor de todo eran las alas que tenía un minuto
y si luego había ingenio es que hablaban los ángeles;
entonces surgiste entre los anillos del dragón.
Me burlé, ofuscada, pero tú lo venciste,
rompiste la cadena y liberaste mis tobillos
como un Perseo pagano o un San Jorge;
y ahora vemos atónitos el mar
y un ave milagrosa grazna mientras nos mira.

En el mundo pasan esas cosas, y mientras tanto el incontenible vertedero de porquería que ha ido depositándose en las ciudades, pueblos, calles y casas de México sigue creciendo, asquerosamente, llenando de dolor habitaciones y rincones. Es el narcotráfico, es cierto, pero no es sólo eso. Lo acompaña el baile todo que, como en las pinturas negras de Goya, va a su encuentro en brazos de la corrupción, el cinismo, el dinero y las armas. Cada una de estas palabras tiene peso específico. Las alianzas que sustentan al poder han creado inmensos basureros en los que irremediablemente se desliza todo. Ese hedor tira de nosotros, trata de hundirnos, nos alcanza muchas veces. No importa, se puede chapalear y salir, a veces como el pato de Díaz Mirón, cuyo plumaje no es tocado por los lodazales, a veces como casi todas las aves que terminan con el cuerpo embadurnado de petróleo queriendo escapar. Pero de eso se trata, de seguir en el intento. En ese sentido, una de las voces que más íntegramente ha pautado esa realidad semana a semana, y que en la acumulación de sus anotaciones lleva huella de todo lo que no se ha limpiado, ha sido Javier Sicilia. Sus colaboraciones semanales para Proceso, una publicación tachada de amarillista por los que no quieren ver la realidad amarilla, terminan siempre con una lista de agravios que los que pueden no han querido limpiar, y que son el primer detonante del crimen. Sicilia se encarga, tercamente, de que no olvidemos que nada de eso se ha cumplido. Y la lista, que empezó con los Acuerdos de San Andrés, que nunca ha ratificado el gobierno, no ha hecho sino crecer. Los culpables no son sólo los que ejercen las armas, sino quienes los los dejaron pasar. Esta semana, Sicilia terminaba su colaboración con la siguiente lista: “Además opino que hay que respetar los Acuerdos de San Andrés, liberar a todos los zapatistas presos, derruir el Costco-CM del Casino de la Selva, esclarecer los crímenes de las asesinadas de Juárez, sacar la Minera San Xavier del Cerro de San Pedro, liberar a todos los presos de la APPO y hacerle juicio político a Ulises Ruiz”. Cada una de estas demandas tiene su historia particular,  y la lista cubre varios sexenios de continua y repetida venalidad. Siempre he pensado que es un alivio que Sicilia no se ocupe de política internacional, porque la serie llenaría la columna y no quedaría espacio para su opinión.
Conocí a Javier Sicilia hace treinta años, aproximadamente. Tengo amorosamente grabadas su risa, sus pantalones de mezclilla, sus botas vaqueras, su barba gambusina y sus expresiones llenas de humor. Siempre que se mencionaba a Cioran exclamaba “ese hombre es un perverso”, y cuando escuchaba a Bruce Springsteen se ponía en pie y decía “este es el jefe”.  Hace mucho que no lo veo, pero eso no importa. Mi conversación con él es continua. Lo puse como ejemplo durante una charla reciente, al hablar de la revista Cartapacios, que hicimos juntos. Durante mucho tiempo las reuniones de la redacción fueron, lunes tras lunes, en casa de Javier. Recuerdo a su padre recogiéndonos enfrente del Liverpool de Insurgentes, bajándose del coche, no tan espigado como él, abriendo la cajuela para que guardáramos ejemplares de la revista. Aunque en esa época todavía no era la figura pública que es hoy, su ejemplo de integridad humana, dignidad y bonhomía ya estaba ahí, emanando calidez. Cartapacios era, en pequeña escala y entonces, el sitio de conversación pública que en todos estos años Javier Sicilia no ha hecho sino ensanchar. En esa charla recordé las discusiones alegres que se daban entre él, poeta católico y rimado del DF, y Gastón Martínez, poeta comunista y cantautor de Tampico. El espíritu de Cartapacios era la conversación, el respeto y la comunidad en diferencia, y esto se plasmaba en un proyecto común en el que respiraban diferentes perspectivas. Esta misma manera de estar abierto al mundo la he ejercido Javier Sicilia en su vida personal, en su práctica religiosa, en su actividad editorial de muchos años en las revistas Ixtus y Conspiratio y en sus artículos semanales de Proceso. Saber que está ahí, que respira, que escribe, que lucha y habla, es una de las maneras que tengo para reconocer la vida y lo que vale la pena de ella. Pocas son las personas de las que puedo decir: “es un hombre bueno”, sin la menor duda y con la convicción más amplia. Hasta sus ataques de furia y sus salidas de quicio y tono, como cuando ganó el premio Aguascalientes e insultó a Evodio Escalante, son parte integral de su humanidad, equivalente al episodio en que Jesucristo, invadido por la violencia, sacó a latigazos a los mercaderes del templo. Aclaro que no estoy comparando a Evodio con ningún mercader, sólo imaginando a Javier dando rienda suelta a su furia. Una vez vueltas las aguas a su cauce, humilde, le pidió disculpas, públicas por supuesto.
La violencia encarnizada que se ha echado sobre México a lo largo de estos años no es sólo un número o una estadística, que pueda subir y bajar. Como lo narra Roberto Bolaño de manera helada en su novela 2666, un largo recorrido de fichas policiales, es la suma de la historia de una mujer, y de otra, y de otra más, hasta acumular un vacío en el estómago del lector, perseguido también por un oscuro coche que recorre las sombras de las calles al acecho de cada uno de nosotros. Pero la carga incesante y diaria de muertos, de los que ya van muchos, muchos años, no se diluye en el agua de la repetición y la naturalidad. El inmenso dolor que cada uno de esos asesinatos arrastra y significa es nuestro. En diciembre del año pasado, en la presentación de la antología País de sombra y fuego de Jorge Esquinca, Cristina Rivera Garza leyó “La reclamante”, un poema estremecedor, recogido en ese libro, en el que inserta, una por una, las palabras que la señora Luz María Dávila, a quien le acababan de matar dos hijos, le espetó al presidente Calderón en Ciudad Juárez, al negarse a darle la mano: “mi sed, le doy, mi calosfrío ignoto, mi remordida ternura, mis fúlgidas aves, mis muertos” dice ella y dice Cristina. La sutil y exacta intervención del poema hizo que se volvieran nuestras esas palabras, dichas en toda su vasto dolor y su inmensa dignidad. Al tomar la forma de poema, hechos que conocíamos al haber aparecido como noticia en los diarios, y que allí eran en un dato de acumulada y compartida indignación, se hacían herida propia. Ahora, después de volverse poema, no sólo nuestra indignación acompaña a Luz María Dávila, sino también nuestro dolor, como si estuviéramos en el velorio de sus hijos, como si la tocáramos y los tocáramos. El estremecimiento que provocan las palabras puestas allí por Rivera Garza es mucho más fuerte que cualquier explicación o raciocinio sobre los motivos y datos de los crímenes del narcotráfico. La humanidad inmensa de ese caso y esa historia hace insubordinable, intransigente e impostergable nuestra demanda y nuestra exigencia de que esto pare ya.
Hace unos días, en una clase sobre poesía hispanoamericana, una alumna presentó el conocidísimo poema  de José Martí, “Cultivo una rosa blanca”. Es un poema que leí por primera vez en un libro escolar, supongo que en tercero o cuarto de primaria, cuando tenía nueve años. Nunca me gustó. Tengo grabado el recuerdo de vago y desasido disgusto que provocó su lectura, quizás porque se suponía que me debería conmover, y no lo hacía. Qué podía tener ese poema para que le pareciera memorable a la gente, me preguntaba, para que lo citaran. Y me lo volví a preguntar en esta lectura reciente. No me gustaba la rima, no me gustaba la simpleza de sus repeticiones, no me gustaba la vanagloriada bondad que percibía en quien eso declaraba, no me gustaba el tonillo ni los adjetivos. El “amigo sincero” me sonaba demasiado rimbombante, y el ritmo falsete, poco sincero en pocas palabras. Todas estas explicaciones, claro, son de ahora. Digamos que no terminaba de creerle. Y cuando la alumna lo leyó me volvió a pasar lo mismo. Mi percepción no había cambiado en todos estos años. Por qué habría escogido ese poema, pensé, habiendo tantos de Martí que verdaderamente valen la pena. Pero hay que ponerlo en la perspectiva del propio Martí, que murió luchando por la independencia de Cuba, para entenderlo a cabalidad. Esa tarde, al llegar a mi casa, me enteré de la muerte de Juan Francisco Sicilia Ortega, hijo de Javier Sicilia. Desde entonces no he pensado en otra cosa. A pesar de que yo casi no lo conocía, todas las cosas que he mencionado hicieron que su muerte me tocara más que otras, tan igualmente indignantes, pero con las que no sabía conectar. Y entonces, por algún movimiento extraño del poema de Martí en mi mente, sus palabras se me fueron metiendo y empezaron a resonar y a adquirir sentido, como buscando a Javier, haciéndolo mío, haciéndome a mí acercarme a él, tocarlo y abrazarlo, a mi amigo, y de ahí a todos y cada uno de los que murieron con su hijo, y de los que han muerto en esta negra cauda. Y entonces lo entendí, sabiendo él desde antes cosas que yo no sé: “Cultivo una rosa blanca en julio como en enero, para el amigo sincero que me de su mano franca. Y para el cruel que me arranca el corazón con que vivo, cardo ni ortiga cultivo; cultivo una rosa blanca.” Yo no soy quien para pedirle a Javier Sicilia ninguna declaración, ninguna posición. Decirlo está casi de sobra. Pero las palabras de Martí comenzaron a tener un sentido en mí que no tenían antes, como si la rosa blanca me llenara la boca, como si a través de ese poema pudiera yo tocar muchas cosas, y en ese poema siento ahora el dolor y la dignidad.
Esa misma tarde leí un poema de Tennessee Williams, que seguramente habla de otra cosa, pero que en ese momento y con sus palabras, halló acomodo para mi amigo en mí. Leo a Javier tocando a su hijo, estando con él hoy y siempre. Lo transcribo para compartir esa cercanía y esa necesidad:

TU MANO CIEGA

Supón que
            todo lo que reverdece y crece
se ennegreciera en un instante, flor y rama.
Yo creo que encontraría tu mano ciega.
Supón que tu grito y el mío se perdieran entre innumerables gritos en una ciudad de fuego y tierra en llamas,
debo seguir creyendo que de alguna manera encontraré tu mano ciega.
            A través de las llamas que por todos lados
            consumen tierra y aire
debo creer que de algún modo, si por un instante se ofreciera, yo encontraría tu mano.
Ya sé, y por supuesto tú también lo sabes,
            el inmensurable vacío que se daría
            en el instante del fuego.
Pero yo escucharía tu grito y tú escucharías el mío y cada uno de nosotros encontraría
            la mano del otro.
                        Sabemos
            que puede que esto no suceda.
                        Pero por este instante de quietud, aunque sea sólo por este instante,
y contra toda razón,
            déjanos creer, y creer en nuestros corazones,
            que de algún modo así será.
            Yo escucharía tu grito, tú el mío —
                        Y cada uno de nosotros encontraría su mano ciega.

Al leer este poema sentí de manera contundente lo que he estado tratando de rodear en estas defensas: la palmaria necesidad de la poesía, la fuerza que tiene para dar, de uno a uno, lo que somos todos, y lo indispensable que nos es para vivir. La poesía es inmortal y pobre, como escribió Borges, y su condición humilde es nuestra defensa más honda. Cada una de las muertes de la violencia generada por la prohibición del uso de drogas en México está ligada a la imperdonable autorización de venta de armas en los Estados Unidos. El dinero que este negocio produce ha hecho pasar por ley en el Congreso de los Estados Unidos la ignominia, y su resultado es la autorización de un crimen y otro. Gracias a los millones que han invertido las compañías interesadas se ha convencido a miles de individuos en los Estados Unidos de que estas dos leyes paralelas van en su beneficio. Hasta que no los toque en carne propia. Es necesario hacer sentir esta realidad a un mayor número de personas y convencerlos de que esas dos leyes gemelas tienen que cambiar. Es impostergable. Y por alguno de los dos países hay que empezar. Hasta que no se convenza a los votantes estadounidenses, o hasta que no cambie la composición de la Suprema Corte de Justicia de los Estados Unidos, no se va a poder echar atrás una ley irresponsable, e impune, culpable indirecta del asesinato de muchos hombres, mujeres y niños. Una manera de empezar a alcanzarlo, en los Estados Unidos, es hacer público el vínculo entre la bala que mató a una persona y la tienda en la que se vendió el arma de donde esa bala salió, no en estadística, sino individuo tras individuo. Los poemas nos pueden ayudar. La otra, más a la mano, es exigir que el gobierno de México se decida por fin a agarrar al toro por los cuernos y legalice las drogas.
Mientras tanto, y aunado al acto político, a través de lo que los poemas nos meten en el oído podemos acompañarnos y hacernos sentir, por fin nuestro, el dolor ajeno. Esa sí es una responsabilidad individual. Al igual que en los pequeños e inmensos poemas de Cartucho de Nellie Campobello, en la profunda ternura de cada uno de estos casos de dolor vuelve a adquirir sentido y peso la repugnancia y el rechazo a todos los demás. Si en los poemas nos tocamos para acompañar, primero que nada, una sobrevivencia común, busquemos a partir de ella la acción que imponga un alto a esta coalición y convivencia de intereses que destruye la vida de mucha gente, estén involucrados o no en la venta de drogas. No es ésta, sino su criminalización, lo que nos ha llevado hasta aquí. Hay que detenerlo ya.

8.4.11

Cuatro emblemas

Cuatro emblemas para cuatro nombres. Los ha escrito Carlos Medrano.

Lo nuevo de Luis Bagué

Luis Bagué Quílez publica Página en construcción en Visor, un libro que fue premio Unicaja con un jurado de postín. Para quienes hemos seguido la corta pero intensa trayectoria del poeta gerundense afincado en Alicante, los poemas del libro -alguno ya adelantado en revista- no han supuesto una gran sorpresa. Sí lo ha sido, y muy agradable, comprobar que el poeta sigue en fase de crecimiento, con las ideas despejadas en lo que su poética se refiere, y, lo que es más importante, dando en el clavo con los poemas que ha venido escribiendo y que ahora publica. Esto, que parece de Perogrullo, no siempre sucede, de ahí el matiz. Y ocurre con menos frecuencia en la poesía joven, donde las prisas juegan a menudo malas pasadas.
Aunque con la preceptiva voz propia, Bagué sigue apostando por una poesía de línea clara, cercana a la que se denominó "de la experiencia", y en este libro se acentúa lo social (o moral, o civil) como una marca cada vez más profunda en su manera de decir.
Dividido en cinco partes, Historias, Metarrelatos, Hipótesis, Ensayos y Monólogos, Página en construcción nos acerca a la compleja realidad de este mundo que, apenas contruimos, se nos deshace entre los versos. Inquietante.

7.4.11

Más Simic

Martín López-Vega escribe en El Cultural sobre Simic a propósito de su primera visita a España y traduce cuatro poemas suyos inéditos en castellano.
El diario Público también se ocupa por extenso de la visita del poeta serbio.

6.4.11

Simic en la Resi

Ya le gustaría a uno poder acercarse a la Residencia de Estudiantes para escuchar a Charles Simic en diálogo con Luis Muñoz, el próximo día 11, y a la lectura que dará allí al día siguiente.
Por cierto, un lapsus me impidió destacar el nombre de otro de sus traductores al español, Mario Campaña, poeta como Doce y López-Vega, a quien conozco y leo desde hace  tiempo. Nos encontramos aquí, en Plasencia. Estaba de paso.

5.4.11

Cosmo...

No deja de tener su gracia que en los carteles de un festival que se denomina Cosmopoética, a la hora de reseñar los nombres de los participantes, se haga un distingo entre poetas españoles, andaluces y cordobeses. Sí, tan peregrino, seguramente, como usar el adjetivo "extremeño" al lado de la palabra escritor o poeta, lo que uno hace tan a menudo. Cosmopalético, supongo.

4.4.11

Suscriptor

Hace poco volvía a recordar mi condición de suscriptor excedente. Pues bien, si más pronto lo digo... He tomado la decisión de recaer. Sobre seguro, confieso. Se trata de la recién citada Turia. Las cosas por allí van muy bien en lo literario -a los hechos me remito-, pero no tanto en lo referido a la intendencia. Me cuentan que varios patrocinadores, a costa de la crisis, van a restringir drásticamente sus aportaciones presupuestarias y, por si eso fuera poco, algunos mecenazgos también anuncian su retirada. Por eso vuelve uno a las andadas. Si alguien quiere sumarse, es sencillo. Basta con escribir al Instituto de Estudios Turolenses, C/ Amantes, 15, planta 2, 44001 Teruel, o llamar al teléfono: 978 617 860, o enviar un fax al 978 617 861, o, en fin, un email a: ieturolenses@dpteruel.es. Con los datos de nombre (completo), dirección y localidad donde vives, así como la forma de pago (existen todas las posibilidades habituales, del contra  reembolso a la domiciliación bancaria), basta y sobra. Ah, la suscripción cuesta 28 euros al año. Además, te regalan tres monográficos de regalo. Por causas así...

3.4.11

¡Llega Turia!

Sí, llega el número doble, 97-98, de la revista Turia y viene, como siempre, cargado de contenido y con mucha sustancia. En esta ocasión, por destacar lo que me ha parecido más interesante, Tabucchi recorre la literatura del siglo XX a través del desasosiego; José Muñoz Millanes traza un memorable retrato de la institucionista Carmen de Zulueta (iré, en cuanto pueda, a sus libros de memorias); A. P. Lasheras recuerda al Labordeta de papel; César Antonio Molina pasea por Tebas y J. C. Cataño por Gorizia y Trieste; J. J. Ordovás lanza sus cáusticos aforismos que le dejan a uno tocado para rato; Germán Cano evoca a Cioran en su centenario; Iwasaki coordina un Cartapacio dedicado a Vargas Llosa que parece otra novela (u otro ensayo) del último Nobel; Rodney Smith (cuyas fotografías ilustran el número) y Mauricio Wiesenthal (su cosmopolitismo abruma) son entrevistados; Raúl Carlos Maícas, director de Turia, nos ofrece otra entrega de sus diarios y, además, numerosas reseñas dan cuenta de un montón de libros. Dejo para el final la sección de poesía. Muy bien acompañado (con amigos y conocidos:  J. Talens, el mexicano Pedro Serrano, J. L. Rey, L. Muñoz, A. R. Taravillo, J. M. Rodríguez...), publica uno allí, según sana costumbre, su poema turolense anual. Con permiso de Maícas, lo copio aquí debajo.

SAN MARTÍN

Aquellas escaleras
que venían de otras
-las del Resbaladero-,
te subían a un sitio
del que entonces sabías
sólo una parte ínfima
de su valor futuro.
Al entrar en la casa,
un cuarto, a la derecha,
encerraba en penumbra
la estancia de los libros.
El niño que tú eras
sin duda exageraba las medidas,
las justas, verdaderas proporciones
de aquella habitación.
Y el contenido.
Pero aquella visión
no ha dejado de ser
la ideal para alguien
que fundó en la lectura,
digamos no sin énfasis,
su proyecto de vida.
Al fondo del pasillo,
una luz anunciaba
en forma de promesa
una amplia galería
que daba a la terraza.
Allí, tendida al sol, esa azotea
que hizo las delicias de tu infancia.
Allí, la cal, las losas, las macetas
y una pila con agua y ropa blanca
que a veces visitaban las avispas.
Allí, no se te olvida, aquella vista
de torres y tejados y murallas
que daban a ese río que no cesa.
Los libros, la azotea, dos imágenes
que los años no borran; dos emblemas
del pasado, el futuro y el presente,
pues que a ellos se aferra una existencia
tan común y distinta como todas.

2.4.11

Baltanás (y otros)

El poeta Enrique Baltanás publica de golpe dos libros. Uno de poemas, Trece elegías y ninguna muerte, y otro que recoge entradas de su blog, Al margen de los días, bajo el título Las olas muertas. Ambos en la emergente editorial sevillana La Isla de Siltolá que dirige con pulso firme Javier Sánchez Menéndez. El primero en la colección de Poesía y el segundo en Álogos, donde han aparecido recuentos blogueros de Benítez Ariza, Benítez Reyes, García-Maíquez, Rivero Taravillo y Valls (y que a uno le esperan encima de la mesa para ir degustándolos poco a poco). Como uno sigue esas bitácoras, relee más que otra cosa. Me temo que esa va a ser la norma en los libros futuros de quienes antes sólo eran diaristas de tinta y papel. Ya ocurre, además de con algunos de los arriba citados, con José Luis García Martín o Miguel Sánchez-Ostiz, dos referentes del memorialismo patrio.
Volviendo al de Alcalá de Guadaíra, y dejando al margen su reconocida faceta prosística, he leído en Trece elegías y ninguna muerte unos poemas graves, pero sin patetismo ni retórica (aunque la muerte ronde), acordes a las enseñanzas de la edad, serenos y muy lúcidos, dignos de una voz clara, reconocible y propia dentro de nuestra poesía reciente (figure o no en el recuento de Gracia y Ródenas que comentábamos días atrás). "Con lógica implacable, aspiro a lo indeleble", escribe en el poema pórtico. En esa línea, no faltan en sus versos ni la religiosidad ni Dios, una peculiaridad en este mundo descreído en el que hace tiempo vivimos, en la poesía y fuera de ella. No en vano, afirma, "La verdad de la vida es el misterio".

1.4.11

Trapiello

Andrés Trapiello publica una nueva entrega de sus diarios, Apenas sensitivo, abre página web y, dentro, un blog: Hemeroflexia. Allí dice: "Juan Ramón Jiménez, faro desde el principio y para tantas cosas, habló con nostalgia de la imprenta que hubiese querido tener al lado de su casa, para llevar a imprimir al caer la tarde el trabajo de cada día. Si hubiese vivido hoy, con cuánto entusiasmo habría hecho uso de un blog. Pero para eso hay que tener no sólo su caudal, sino su talento. El caudal en sí mismo no es nada".
Hay muchas cosas interesantes en la nueva página, tan exquisita como todo lo que este hombre toca, pero a uno le ha sorprendido especialmente la parte dedicada a libretas, agendas y diarios, incluida en la sección El mechinal, y, cómo no, todo lo referente a sus tipografías. Un mundo, sí.
¡Última hora!: Trapiello, premio Castilla y León de las Letras.