jmargazki |
Estos días veraniegos de otoño, vuelve uno cada tarde del paseo con complejo de Spiderman, por culpa de la multitud de telarañas que penden de árboles, farolas, barandillas, etc. y que te traes pegadas al cuerpo sin remedio. A veces las ves volando al trasluz y tratas de evitarlas. Otras, ese gesto es imposible y las notas en la cara, los brazos o las piernas.
Pensaba uno que era cosa del río y de sus márgenes, pero no. Los compañeros que suben al Puerto también se quejan de lo mismo. De hecho, basta asomarse a la ventana, ver cómo está el tendedero y comprobar que el mal está muy extendido. En fin, ya pasará.