La esperanza es una cosa con alas es el título de una preciosa antología de la poeta norteamericana Emily Dickinson (1830-1886) que publica Ravenswood Books Editorial. Un verso de su poema 254.
El traductor es el poeta toledano residente en Nueva York Hilario Barrero quien, además de verter los misteriosos versos de la prisionera de Amherst, esas "cartas y objetos extraños (que algunos llaman poemas)", como él dice en su breve prólogo, los ilustra con sugerentes dibujos alusivos.
Ha elegido, entre los más breves (la brevedad es su virtud), aquellos que a lo largo de los años ha necesitado verter al español, su idioma materno.
De Dickinson, esa mujer que "de solitaria, de rara, de enferma pasó a ser una de las poetas más importantes de la literatura universal", todo vale. O casi. Por cuantiosa que fuera su inédita producción en vida. No hacen falta elegantes películas ni parciales biografías ni siquiera retratos suyos, "Lo único que nos queda es su poesía". Sobra y basta.
Esta antología, que no deja de ser otra aproximación a ese mundo tan particular como de todos sus lectores, pretende ser "un viaje al país de Emily Dickinson".
Los poemas están tan bien seleccionados como traducidos. Hay verdaderas joyas entre ellos. El 288, el 347, el 478, el 1052, el 1129 ("Di la verdad pero dila oblicuamente. / El éxito radica en el circunloquio."), el 1767, el 1768, el 1774...
686
Dicen que el tiempo alivia,
el tiempo nunca alivia;
un sufrimiento real se fortalece,
como los tendones, con la edad.
El tiempo es una prueba de las dificultades,
pero no una cura.
Ha elegido, entre los más breves (la brevedad es su virtud), aquellos que a lo largo de los años ha necesitado verter al español, su idioma materno.
De Dickinson, esa mujer que "de solitaria, de rara, de enferma pasó a ser una de las poetas más importantes de la literatura universal", todo vale. O casi. Por cuantiosa que fuera su inédita producción en vida. No hacen falta elegantes películas ni parciales biografías ni siquiera retratos suyos, "Lo único que nos queda es su poesía". Sobra y basta.
Esta antología, que no deja de ser otra aproximación a ese mundo tan particular como de todos sus lectores, pretende ser "un viaje al país de Emily Dickinson".
Los poemas están tan bien seleccionados como traducidos. Hay verdaderas joyas entre ellos. El 288, el 347, el 478, el 1052, el 1129 ("Di la verdad pero dila oblicuamente. / El éxito radica en el circunloquio."), el 1767, el 1768, el 1774...
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Dicen que el tiempo alivia,
el tiempo nunca alivia;
un sufrimiento real se fortalece,
como los tendones, con la edad.
El tiempo es una prueba de las dificultades,
pero no una cura.