He ido apilando a un lado de mi mesa de trabajo una serie de libros que, de cuantos he leído a lo largo del verano, han llamado especialmente mi atención. No siempre de última hora, a los que parezco condenado. Así, el penetrante ensayo de Guillermo Sucre Borges, el poeta, que tengo en la segunda edición corregida y aumentada que publicó Monte Ávila en el 74. No he comprado el libro de Vargas Llosa sobre el autor argentino, pero, aunque no es mal lector de poesía (como demostró en una conferencia de la Fundación Loewe recogida posteriormente en forma de plaquette), no creo que alcance la lucidez del crítico, traductor y poeta venezolano (Pre-Textos, por cierto, publicó su poesía reunida bajo el título de La segunda versión, en edición de Antonio López Ortega). Una sorpresa.
Cien ejemplares se han tirado (en Gijón y en mayo de este año) de Qualcosa nascerà da noi, de Pablo Fidalgo Lareo, un libro particular, editado en español e italiano, final del proyecto que el cosmopolita poeta gallego (recién apeado, dichosa política, de la dirección artística del Festival Escenas do cambio, que formaba parte de Cidade da Cultura de Galicia), que el poeta gallego, decía, desarrolló durante el curso pasado en la Academia de España en Roma. Consta de nueve cartas en forma de poemas (o, mejor de monólogos, un recurso que este hombre domina con una naturalidad pasmosa) y tres "Textos críticos": "Jardín", de Pedro G. Romero; "Da quando sono al mondo", de Matteo Binci y Edvige Cecconi Meloni; y "Desplegarse. sacar un reír de la estancia", de Vicente Vázquez. La obra, tan singular y lograda como todas las que conozco de PFL, merecería una reseña extensa. Ojalá en el futuro pueda estar este libro al alcance de cualquier lector. Bien lo merece.
Hablando de obras originales (en el mejor sentido, el menos usado), citaré, sin dudarlo, El bien material, del poeta y ensayista italiano Paolo Febbraro. "Poesías escogidas (1992-2018)", se subtitula y la edición bilingüe (con los poemas italianos, por respeto, en página impar) es de Juan Pérez Andrés. Está publicado por Zibaldone, para la "Colección Gli incursori. Poesía italiana contemporánea", que dirigen los mencionados. También este libro exige una recensión (para la que he tomado no pocas notas). Estoy en ello. No, no es habitual encontrar la calidad y la rareza, si se me permite el término, que manifiesta esta poesía del pensamiento llena de vida y de misterio.
Ediciones La Palma publicó, por cierto, su libro El diario de Kaspar Hauser en traducción del también poeta Bruno Mesa.
Del estilo es, salvando todas las distancias, El camino familiar del pez combativo (Sexto Piso), de Pierre Alferi (París, 1963). En la solapa leemos que "es uno de los poemas más vanguardistas de la nueva poesía francesa". Para uno, mala señal. También, otro dato inquietante, que el autor es hijo del filósofo Jacques Derrida y de la psicoanalista Marguerite Aucouturier. Al comprobar su currículo, se ve que experimentar es lo suyo. Ya sea en cine, teatro, imágenes o literatura. Por lo demás, es profesor en la Escuela de Bellas Artes de su ciudad natal. Vencidas las prevenciones, y en lo que respecta al primero de los cuatro "experimentos" que contiene el libro (junto al último, acaso el más interesante), se puede afirmar (de nuevo recurro a la nota editorial) que pertenece a "la secta de quienes caminan para escribir, y que han hecho del paseo un estilo de vida y un género literario". Un auténtico flâneur cargado, lo subrayo, de curiosidad y capacidad de reflexión. No un paseante al uso. Nada aquí lo es. La lectura no es fácil, ni falta (para eso están los de la Poesía Escasa), y a medida que uno avanza se da cuenta de que más allá de afirmaciones tales como que "abre horizontes hasta ahora inexplorados en la poesía europea contemporánea" o que "por su osadía, por su extraña forma (entre pieza de arte y poema) y por su lengua (lírica, filosófica, experimento sonoro) parece un libro escrito para un tiempo futuro", estamos ante una obra compleja pero al cabo gratificante y ante un autor que no se conforma. Lápiz en mano, la tarea de leer resulta incluso excitante.
Ah, no quiero olvidar el nombre del traductor, el mexicano Ernesto Kavi. Sin su trabajo, este camino sería otro. Más tortuoso, me temo.
Pero si hay un libro que me ha alegrado este tiempo sombrío es Nos quedan los dones, una antología de poemas de Eliseo Diego (tan melancólico como católico), ahora que se cumple (aquí ya lo hemos recordado) el primer centenario de su nacimiento en La Habana. La edición, que forma parte del catálogo de la benemérita colección Letras Hispánicas de Cátedra, corre a cargo de Yannelys Aparicio (de la Universidad de La Rioja) y Ángel Esteban (de la de Granada), quienes firman una ejemplar, extensa y documentada introducción. Además, han elegido muy bien los versos del cubano, donde no faltan poemas publicados póstumamente.
Ha citado uno tantas veces al comenzar una lectura de poesía sus versos: "Un poema no es más / que una conversación en la penumbra"... Un puñado, como estos, justifican, al menos para mí, su lugar de honor en el más exigente palmarés de la poesía en español de todos los tiempos. A través de lo cotidiano y lo breve, ¡qué grande!
Por cierto, aunque aún no lo tengo, para la conmemoración, Pre-Textos publicó recientemente su primer libro: Por la Calzada de Jesús del Monte, con prólogo de su hija Fefé.
Por cierto, aunque aún no lo tengo, para la conmemoración, Pre-Textos publicó recientemente su primer libro: Por la Calzada de Jesús del Monte, con prólogo de su hija Fefé.
Nota: Ilustra esta nota "Agonía de la creación", de Leonid Pasternak.