Sí, es una anécdota local pero, por lo mismo, puede ser universal.
Ya han conseguido que María Victoria Domínguez, cabeza de lista a las últimas elecciones municipales por el PP, abandone el partido. Lo que no me explico es cómo ha aguantado tanto. Lo de ser militante siempre me ha parecido algo digno de elogio. O de lástima, según se mire. Eso de la obediencia tiene un aire de voto religioso que me cuesta asimilar. El caso es que esta mujer ha dejado su grupo y, sin renunciar a su acta, se ha quedado en el ayuntamiento como concejala no adscrita.
Lo que ha sufrido sólo acierto a imaginarlo. Como casi todos los de aquí, he oído los lindos comentarios de sus otrora compañeros. En especial los que iba divulgando por ahí el que perdió, a su favor, el primer puesto. Insultos de barra de bar, no tenían otro alcance. Viscerales. Obscenamente machistas. No en vano acabó llevando a su antiguo partido a los tribunales por considerar ilegal esa decisión. Luego fundó otro (con el que se presentó a las citadas elecciones para mal de la derecha placentina), aunque ahora sea de nuevo miembro de aquél y con grado incluso de dirigente.
Quien, en última instancia, dio el visto bueno para que encabezara la candidatura es el que al final, indirectamente (para eso se inventaron los esbirros), le ha obligado a dimitir. Sigo admirando la capacidad de ese tipo para cambiar de planteamientos. Eso vale para el proyecto de refinería, para Plasencia y para cualquier cosa. Coherencia se llama esa figura.
Dije una vez, y lo mantengo, que Victoria podría haber sido una buena alcaldesa de esta ciudad. A pesar de su partido, por supuesto. Y digo de su partido, no de sus ideas. No creo que las de esta mujer -una abogada que ejerció como jueza- coincidan con la que tienen estos intransigentes salvapatrias que han ido perdiendo por el camino cualquier atisbo de sano y sensato liberalismo.
Ya han conseguido que María Victoria Domínguez, cabeza de lista a las últimas elecciones municipales por el PP, abandone el partido. Lo que no me explico es cómo ha aguantado tanto. Lo de ser militante siempre me ha parecido algo digno de elogio. O de lástima, según se mire. Eso de la obediencia tiene un aire de voto religioso que me cuesta asimilar. El caso es que esta mujer ha dejado su grupo y, sin renunciar a su acta, se ha quedado en el ayuntamiento como concejala no adscrita.
Lo que ha sufrido sólo acierto a imaginarlo. Como casi todos los de aquí, he oído los lindos comentarios de sus otrora compañeros. En especial los que iba divulgando por ahí el que perdió, a su favor, el primer puesto. Insultos de barra de bar, no tenían otro alcance. Viscerales. Obscenamente machistas. No en vano acabó llevando a su antiguo partido a los tribunales por considerar ilegal esa decisión. Luego fundó otro (con el que se presentó a las citadas elecciones para mal de la derecha placentina), aunque ahora sea de nuevo miembro de aquél y con grado incluso de dirigente.
Quien, en última instancia, dio el visto bueno para que encabezara la candidatura es el que al final, indirectamente (para eso se inventaron los esbirros), le ha obligado a dimitir. Sigo admirando la capacidad de ese tipo para cambiar de planteamientos. Eso vale para el proyecto de refinería, para Plasencia y para cualquier cosa. Coherencia se llama esa figura.
Dije una vez, y lo mantengo, que Victoria podría haber sido una buena alcaldesa de esta ciudad. A pesar de su partido, por supuesto. Y digo de su partido, no de sus ideas. No creo que las de esta mujer -una abogada que ejerció como jueza- coincidan con la que tienen estos intransigentes salvapatrias que han ido perdiendo por el camino cualquier atisbo de sano y sensato liberalismo.