La boutique cacereña cierra. Uno no tiene más remedio que echar mano de la memoria y recordar aquella calurosa tarde de verano en que Yolanda, Cristina (la prima venezolana que ahora vive en Houston) y yo cruzamos la puerta de su tienda en busca de su vestido de novia. Y se lo hicieron, claro. Precioso, por cierto. Que el novio acompañe en ese trance a su futura esposa dicen que da mala suerte. Será. El caso es que estuve allí. Y que nunca he olvidado esa pequeña tienda, ni el trato exquisito de Leo. A Elpidio, sin embargo, lo he visto mucho más a lo largo de estos años en mil y un actos culturales cacereños. Que la jubilación sea para bien.