2.7.20

Otro maldito poema sobre el confinamiento



                                                 A Jordi Doce

Esta vida en suspenso
me obliga, cual paciente recluido,
a cumplir ciertos ritos; por ejemplo,
observar lo que pasa cada día
detrás de la ventana de mi cuarto.
Me asomo al exterior como quien sabe
que el gesto es salutífero. Respiro
y, al hacerlo,
es mucho más que aire lo que tomo.
Después,
me paro a contemplar mi triste estado
que se refleja en todo cuanto veo.
La muralla, que tengo justo enfrente,
un símbolo vital para quien quiso
permanecer en su lugar.
Le sirve de sustento a un par de mirlos
que cantan en el sol cuando amanece.
Más allá, por encima,
algunos edificios donde intuyo 
la existencia secreta de los otros.
Y debajo, el jardín.
Con una buganvilla exuberante,
la hierba todavía no agostada,
una higuera sin poda algo salvaje,
algunas flores y árboles modestos,
la densa enredadera de la entrada
y multitud de animalitos invisible.
Si levanto la vista hacia poniente,
cuando al cabo declina la jornada,
un cielo enrojecido me devuelve
la metáfora exacta de este tiempo
rendido al estupor y a la extrañeza.

Nota: Este poema se ha publicado en la serie A POEMA ABIERTO. VERSOS PARA VOLVER A HABITAR LA VIDA, un proyecto coordinado por Amalia Iglesias Serna para la Universidad de Salamanca. No pude evitar la ironía, parafraseando al novelista Isaac Rosa, a la hora de ponerle título.