La traducción es de Mario Acuña. Está fechada en diciembre de 1894. Uno de los párrafos más emocionantes, que uno lee sin remedio en clave, es este: "En cuanto a mí, cómo decirle cuánto más mísero y pobre me parece el mundo entero. Cómo decirle que una de mis más íntimas y poderosas razones para seguir adelante, para tratar de hacer algo, para pensar en el futuro o para soñar con él ha abandonado la vida en un instante. Yo tenía siempre la obsesiva sensación de que nunca volvería a verlo, pero una de las mejores cosas de la vida era que él estaba allí, o que uno lo tenía cerca, o que, al menos, tenía noticias suyas y lo sentía y lo esperaba y lo incluía en todo lo que amaba, en aquello para lo que vivía. Iluminó un lado entero de la Tierra y era por sí mismo una provincia entera de la imaginación. Sin él somos gente más pequeña, personas más mediocres".
Miguel Ángel Lama, que también ha recibido un ejemplar, destacaba en su blog otro párrafo del que entresaco estas palabras: "En cuanto a él, fue pese a todo un hombre con suerte. Quiero decir que tengo la sensación de que ha sido tan feliz en la muerte (abatido de esa manera, como los dioses, en una hora clara, gloriosa) como lo fue en los momentos de esplendor. Pese a todas las circunstancias tristes de su rica y exuberante vida, tuvo lo mejor de ella, lo más intenso de la lucha, lo más sonoro de la música, lo más fresco y espléndido de sí mismo". Y más adelante: "Se ha ido a tiempo para no envejecer".
Como escribe Javier en el colofón, "Nunca le olvidaremos".