11.9.21

Lecturas veraniegas I


El verano no es, ni de lejos, mi estación preferida y menos después de jubilarme. Antes, al fin y al cabo eran días de vacaciones. Una de las cosas que peor llevo, sudores mediante, es leer. Envidio a quienes son capaces de meterse entre ojo y ojo lo que no han leído en el resto del año. O a los que siguen haciéndolo al mismo ritmo. Ni siquiera en la piscina he sido capaz de aprovechar el tiempo como otras veces. Así y todo, algunos libros han caído. Ni la mitad de las mitad de los que me han ido llegando estos últimos meses. A no pocos ya he renunciado definitivamente tras un injusto vistazo. Los que por diversas razones han superado la criba están colocados en una inestable columna en la mesa de al lado. Tendré que ubicarlos en algún sitio, pero aún no sé dónde (vuelvo a llenar cajas con destino a la cochera y las estanterías no dan más de sí). De las lecturas recientes, y sin ánimo de ejercer la crítica (aunque leer siempre lo sea), destacaría la de algunos libros de poesía. Variaciones sobre un tema dado (Visor), pongo por caso, de Ana Blandiana, traducido por Viorica Patea y Natalia Carbajosa, una emocionante, extensa elegía a su marido muerto y un hermoso canto de amor. Llevo mucho echándome en cara que no he leído como merece a la poeta rumana que el próximo 18 de septiembre presenta en Madrid sus dos últimos libros. Después de esta lectura, no hay excusa. 
Azul distinto (Pre-Textos), de Gabriel Insausti, no me ha dejado indiferente. Al revés. Logrados me parecen estos cuarenta y dos poemas centrados en París, esa ciudad tan mítica como interminable. 
No había oído hablar del griego Nicos Cavadías (1910-1975), del que Alianza publica su Poesía completa. En un volumen que no llega a las 200 páginas. Fue un viajero. Y, a su modo, un maldito. Marino, por más señas. David Hernández de la Fuente consigue trasladar al castellano su mundo, lleno de aventuras y puertos lejanos. Una fascinante deriva. 
En Vandalia cien (2002-2021). Casi veinte años de poesía hispánica contemporánea, Jacobo Cortines, su director, e Ignacio F. Garmendia seleccionan poemas de los libros que esa acreditada, imprescindible colección sevillana ha venido publicando estos últimos lustros. En orden cronológico, de Antonio de Zayas a Aitor Francos. No cabe duda, a las pruebas de este florilegio me remito, de que el acierto ha sido pleno. O casi. 
Marcos Tramón (Oviedo, 1971), poeta vinculado a la tertulia Oliver, la de José Luis García Martín, me sorprende gratamente con su libro Como una sola luz (BajAmar). La suya es una poesía cercana, vital, melancólica, cernudiana y, sobre todo, de verdad. Al leer sus versos tocamos al hombre que él es. Su elegante discreción le reconcilia a uno con la lírica. 
El cacereño Jesús María Gómez y Flores (1964) ha escrito Las erratas de la existencia (Pigmalión), un libro áspero, desasosegante, sin concesiones, muy adecuado para describir lo que no pocos sentimos en medio de esta época atroz de incesante pandemia. 
Otro cacereño, el veterano militar Juan Carlos Rodríguez Búrdalo (1946), publica La vida en un podcast, con prólogo del periodista José Julián Barriga Bravo. Habla éste de "poesía elegiaca", y no se equivoca. Lo mejor, coincido con Barriga, poemas como "Protocolos parentales" (dos, uno dedicado a su madre y otro a la recuperación de los restos de su padre, del que Búrdalo fue hijo póstumo). Lo peor, la edición, poco cuidada, con lo poco que cuesta hacer las cosas bien. Con todo, los versos sobreviven a pesar del dicho de JRJ. 
Dos libros de la sevillana Renacimiento (y muchos más) merecen ser mencionados: Si preguntan por mí, de J. R. Barat (Valencia, 1959), y Un tigre se aleja, de Rubén Martín Díaz (Albacete, 1980). 
La de Barat es una poesía confesional, biográfica y de la memoria. Apegada a la vida. De claridad mediterránea: limpia y luminosa. Sin trampa ni cartón, diría. Del conjunto sólo me sobra un poema: Blue jeans, y no por políticamente incorrecto. 
La de Martín Díaz, que vuelve después de un lustro de silencio, sorprende por su madurez, mucho más que un problema de edad. No, no es por lo de la cuarentena, que también, sino por la solidez de su propuesta. Meditativa, de la mirada, en busca de ese "espacio de lo imposible" que nombró Juarroz. De "extraña sencillez", por decirlo con el título de uno de estos poemas. Se veía venir. Aprovecho para subrayar la importancia que ha alcanzado la poesía escrita por albaceteños; poetas como Andrés García Cerdán, al que dedica un poema, Pedro Gascón o Valentín Carcelén, de los que leí no hace mucho, respectivamente, Las mudas soledades y El momento, dos libros publicados por la albaceteña Chamán Ediciones que me hubiera gustado reseñar. 
Termino con dos libros de autores jóvenes que me han acompañado también este verano: Triestino (Editorial Cántico), de Luis Bravo (Madrid, 1994), que debe su título no a la literaria ciudad italiana, como creí en un principio, sino al nombre de la colección de poesía que dirigió en los ochenta Trapiello, donde Bravo encontró a sus maestros; y Glory hole (Vitrubio), potente ópera prima de Tente Garrido, un extremeño que vive en La Raya, autor, y eso se nota en sus versos, de las letras del grupo de punk-rock-hardcore-melódico Antikracia
Esperan, en fin, obras de Glück (tres ha publicado ya Visor, traducidas por Andrés Catalán, que saca en Pre-Textos, donde hasta ahora habíamos leído a la Nobel estadounidense, Variaciones romanas), Rivero Taravillo, Hilario Barrero, Riechmann, Talens, Carnero, Barrett Browning (en versión de Benítez Ariza)... Seguimos. 

Nota: Ilustra esta entrada "Lector compulsivo", un acrílico sobre lienzo de Pablo Gallo.