Ya traje aquí mi malestar por ciertas afirmaciones de la poetisa Cristina Peri Rossi acerca de por dónde debería ir la poesía de nuestro tiempo. Sobre lo mismo, la presunta modernidad de nuestra lírica, vuelve el flamante finalista del premio Anagrama de Ensayo, el nocillero Fernández Mallo. Confieso que no he leído casi nada de este hombre. Siento prevención por las modas y por los grupos, sólo eso. "En la corriente principal de la poesía española contemporánea hay un exceso de ideología y de moralismo y una pátina religiosa; se trata de ver cómo la poesía podría evolucionar como ha hecho la novela; si nadie lee poesía es porque ésta no sabe hablar como la sociedad actual, ha perdido su facultad de crear metáforas comprensibles y contemporáneas", dice. Y añade: "en la poesía española somos pocos, un círculo cerrado y con el gran problema de que no se gana dinero, por lo que sólo queda el reconocimiento, con los consecuentes egos". Ese "somos pocos" (él entre ellos) me hace sonreír. No es para menos. Por lo del "ego" y porque me recuerda aquella ocurrente poética de Irigoyen que terminaba con un elocuente: "somos demasiados". Si, eso parece. Uno, en lugar de dar lecciones, prefiere ponerse a ello y escribir lo mejor posible. Que luego eso sea moderno, que dé dinero, que se comprenda, que se reconozca... ¿a quién que escriba por necesidad le importa?