26.8.21

La historia de Manuel Rico


Manuel Rico (Madrid, 1952), licenciado en Periodismo y empleado de banca durante años, es un conocido crítico literario (en la actualidad del suplemento Babelia, del diario El País) y el director de la colección de poesía de Bartleby Editores. Además, o sobre todo, es poeta. Autor, entre otros, de los libros Papeles inciertos, Quebrada luz, La densidad de los espejos (Premio Juan Ramón Jiménez), Donde nunca hubo ángelesFugitiva ciudad (Premio Miguel Hernández) y Los días extraños
Es también narrador. Sus últimas novelas publicadas son El lento adiós de los tranvías, La mujer muertaLos días de Eisenhower, Verano (Premio Ramón Gómez de la Serna) y Un extraño viajero (Premio Logroño). Entre otras ediciones críticas y trabajos ensayísticos, destacamos Memoria, deseo y compasión, sobre la poesía de Manuel Vázquez Montalbán. Suyos son los libros de viajes Por la sierra del agua Letras viajeras.
Tras Escritor a la espera. Diarios de los 80, aparece en Pre-Textos Cuaderno de historia, un libro de poemas. De poemas de la memoria, diría, y, en consecuencia, históricos.
Sus hijos están detrás de “Apuntes”, poema prólogo, donde leemos: “Es su historia: una imagen deforme de la tuya”. Le sigue “Encierro y soledad” que, como explica en “Crónica y testimonio de un cuaderno”, un texto a modo de epílogo, “es un poema pegado a la realidad en el que se filtra una pesadilla”. Un poema “nacido en plena pandemia”, que pasó en su casa de campo del valle del Lozoya y que termina: “pero tú estabas solo y encerrado y perplejo”.
“Así se hizo” (que lleva delante unos versos de Fermín Herrero) reúne catorce poemas que giran en torno a sus recuerdos de infancia y juventud en un Madrid que ya no existe. “Descampado”, “Viejo centro” (el de Sederías Carretas, Simago o Almacenes Arias), “Mapa con grietas”, “Calle Canal de Mozambique, 1963” (el que, según su autor, da origen este libro) o “Atocha 1977”… Allí, la “primera noticia” de la muerte y “la primera ventana”, las aceras de la calle Alcalá, el amor a la intemperie, “los autobuses / de las mañanas precursoras / de la vida incompleta”, la calle San Bernardo (la de los libros) o el olor a café y los domingos del padre, figura omnipresente en esta obra.
“Itinerario”, compuesta de tres poemas, da cuenta de lo generacional. No el yo, el nosotros. El miedo, la huelga, las banderas, las lecturas, la pana... Quizás convenga explicar que Rico fue militante clandestino del PCE. “Nosotros, débiles e ineficaces, temerosos de todo”, escribe.
“Ese desconocido”, uno de los mejores poemas del conjunto, parte de unos versos de Eliseo Diego: “La muerte es ese amigo que aparece en las fotografías de la familia, discretamente a un lado, y al que nadie acertó nunca a reconocer.” ”No nos llama, ni apela a la memoria. Es. Así de simple: existe”.
“El secreto”, ya se anticipó, tiene como protagonista al padre, que le “pegó dos veces”. 
“Presente en fuga” es la parte más extensa de Cuaderno de historia y, por seguir con lo mismo, se abre con el poema “Vivo en mi padre”. El poeta se ve reflejado en la ventanilla del autobús nocturno y afirma: “Soy yo, seguro, mas mi padre, envejecido y solo, / a una idéntica edad, me mira extraño y me recuerda / lo poco de vida que le queda”. 
En “Taxi en la noche” leemos: “Eres el náufrago / que llegó de otro tiempo”. En “Te miro”, muy emotivo e íntimo, adivinamos tal vez a la madre. 
Desde “lo precario”, Rico observa a los viajeros (como él, en un tren que está en medio, digamos, de ninguna parte, aunque la estación sea la de Castejón de Ebro), a los lectores de las “Bibliotecas de barrio” (“que conocen muy pocos”), “la vida manejable”, “la pequeña”, la de los desheredados de la Tierra, como su propia madre.
Porque también él aboga por lo que es más sencillo, nos habla de su gato Parchís y de un viaje a Turín y otro a Roma. Y de un robo, de “los otros domingos”, de los viejos que vagan por un centro comercial y de una pareja que parece feliz. 
“Intemperie” se compone de ocho poemas en prosa. Sobre el silencio del padre, el piso familiar del centro, las primeras lecturas y el principio del amor, el cine (“refugiando inhóspitos diciembres”: “El invierno era el cine”), los lugares (entre ellos menciona a Plasencia), “aquella Italia” (de Pavese y tantos otros escritores y cineastas) y el hermano pequeño (un poema, por cierto, muy triste). 
“Deudas” nos informa de unas cuantas: la música francesa de Brel o de Piaf y las películas de Truffaut, la poesía y la persona del poeta granadino Javier Egea (Rico es el autor del estudio preliminar de su poesía completa), Machado (a quien visita en Collioure), Marcos Ana, Blas de Otero (en Granada, con Lorca)... Son los “intocables”. Como Cohen, Dylan, Jagger, Clapton y otros. 
Tras citar a Sharon Olds (“estoy prestando atención a la belleza pequeña”), “Volver a casa” es lo que anuncia: un regreso al que fue su hogar. Al dormitorio paterno, la cocina (“Y la madre en el centro, / no muerta todavía, bien visible”), el sótano, el dormitorio propio (“la habitación del niño / que fuiste alguna vez / todavía te huele y te recuerda”), los pasillos, la ventana y el patio (“que jamás fue jardín”).
Con un lenguaje sencillo de tono narrativo, donde predomina es clave, Rico construye en este libro una suerte de memorias. Una autobiografía lírica. Mediante un puñado de poemas que, como él mismo sostiene (cedamos la palabra al crítico), tienen un denominador común: “la búsqueda en la memoria, la indagación en una confusa identidad propia y en una necesaria identidad colectiva. Y la perplejidad ante el paso del tiempo y ante la sima que, con los años, va apropiándose de quienes han conformado la vida y han construido esa identidad”. Rico dixit
 
Manuel Rico
Pre-Textos, Valencia, 2021. 136 páginas. 18 €

NOTA: Esta reseña se ha publicado en el número 154 de la revista CLARÍN.