Es también narrador. Sus últimas novelas publicadas
son El lento adiós de los tranvías, La mujer muerta, Los
días de Eisenhower, Verano (Premio Ramón Gómez de la
Serna) y Un extraño viajero (Premio Logroño). Entre otras
ediciones críticas y trabajos ensayísticos, destacamos Memoria, deseo y
compasión, sobre la poesía de Manuel Vázquez Montalbán. Suyos son los
libros de viajes Por la sierra del agua y Letras
viajeras.
Tras Escritor a la espera. Diarios de los 80,
aparece en Pre-Textos Cuaderno de historia, un libro de poemas. De poemas de la
memoria, diría, y, en consecuencia, históricos.
Sus hijos están detrás de “Apuntes”, poema prólogo,
donde leemos: “Es su historia: una imagen deforme de la tuya”. Le sigue “Encierro
y soledad” que, como explica en “Crónica y testimonio de un cuaderno”, un texto
a modo de epílogo, “es un poema pegado a la realidad en el que se filtra una
pesadilla”. Un poema “nacido en plena pandemia”, que pasó en su casa de campo
del valle del Lozoya y que termina: “pero tú estabas solo y encerrado y
perplejo”.
“Así se hizo” (que lleva delante unos versos de Fermín
Herrero) reúne catorce poemas que giran en torno a sus recuerdos de infancia y
juventud en un Madrid que ya no existe. “Descampado”, “Viejo centro” (el de
Sederías Carretas, Simago o Almacenes Arias), “Mapa con grietas”, “Calle Canal
de Mozambique, 1963” (el que, según su autor, da origen este libro) o “Atocha
1977”… Allí, la “primera noticia” de la muerte y “la primera ventana”, las
aceras de la calle Alcalá, el amor a la intemperie, “los autobuses / de las
mañanas precursoras / de la vida incompleta”, la calle San Bernardo (la de los
libros) o el olor a café y los domingos del padre, figura omnipresente en esta
obra.
“Itinerario”, compuesta de tres poemas, da cuenta de
lo generacional. No el yo, el nosotros. El miedo, la huelga, las banderas, las
lecturas, la pana... Quizás convenga explicar que Rico fue militante
clandestino del PCE. “Nosotros, débiles e ineficaces, temerosos de todo”,
escribe.
“Ese desconocido”, uno de los mejores poemas del
conjunto, parte de unos versos de Eliseo Diego: “La muerte es ese amigo
que aparece en las fotografías de la familia, discretamente a un lado, y al que
nadie acertó nunca a reconocer.” ”No nos llama, ni apela a la memoria. Es.
Así de simple: existe”.
“El secreto”, ya se anticipó, tiene como protagonista
al padre, que le “pegó dos veces”.
“Presente en fuga” es la parte más extensa de Cuaderno
de historia y, por seguir con lo mismo, se abre con el poema “Vivo en
mi padre”. El poeta se ve reflejado en la ventanilla del autobús nocturno y
afirma: “Soy yo, seguro, mas mi padre, envejecido y solo, / a una idéntica
edad, me mira extraño y me recuerda / lo poco de vida que le queda”.
En “Taxi en la noche” leemos: “Eres el náufrago / que
llegó de otro tiempo”. En “Te miro”, muy emotivo e íntimo, adivinamos tal
vez a la madre.
Desde “lo precario”, Rico observa a los viajeros (como
él, en un tren que está en medio, digamos, de ninguna parte, aunque la estación
sea la de Castejón de Ebro), a los lectores de las “Bibliotecas de barrio” (“que
conocen muy pocos”), “la vida manejable”, “la pequeña”, la de los desheredados
de la Tierra, como su propia madre.
Porque también él aboga por lo que es más sencillo,
nos habla de su gato Parchís y de un viaje a Turín y otro a Roma. Y de un robo,
de “los otros domingos”, de los viejos que vagan por un centro comercial y de una
pareja que parece feliz.
“Intemperie” se compone de ocho poemas en prosa. Sobre
el silencio del padre, el piso familiar del centro, las primeras lecturas y el
principio del amor, el cine (“refugiando inhóspitos diciembres”: “El invierno
era el cine”), los lugares (entre ellos menciona a Plasencia), “aquella Italia”
(de Pavese y tantos otros escritores y cineastas) y el hermano pequeño (un
poema, por cierto, muy triste).
“Deudas” nos informa de unas cuantas: la música
francesa de Brel o de Piaf y las películas de Truffaut, la poesía y la persona
del poeta granadino Javier Egea (Rico es el autor del estudio preliminar de su
poesía completa), Machado (a quien visita en Collioure), Marcos Ana, Blas de
Otero (en Granada, con Lorca)... Son los “intocables”. Como Cohen, Dylan,
Jagger, Clapton y otros.
Tras citar a Sharon Olds (“estoy prestando atención a
la belleza pequeña”), “Volver a casa” es lo que anuncia: un regreso al que fue
su hogar. Al dormitorio paterno, la cocina (“Y la madre en el centro, / no
muerta todavía, bien visible”), el sótano, el dormitorio propio (“la habitación
del niño / que fuiste alguna vez / todavía te huele y te recuerda”), los
pasillos, la ventana y el patio (“que jamás fue jardín”).
Con un lenguaje sencillo de tono narrativo, donde predomina
es clave, Rico construye en este libro una suerte de memorias. Una
autobiografía lírica. Mediante un puñado de poemas que, como él mismo sostiene
(cedamos la palabra al crítico), tienen un denominador común: “la búsqueda en
la memoria, la indagación en una confusa identidad propia y en una necesaria
identidad colectiva. Y la perplejidad ante el paso del tiempo y ante la sima
que, con los años, va apropiándose de quienes han conformado la vida y han
construido esa identidad”. Rico dixit.
Manuel Rico
Pre-Textos,
Valencia, 2021. 136 páginas. 18 €
NOTA: Esta reseña se ha publicado en el número 154 de la revista CLARÍN.