26.9.05

Bibliotecas y municipio

El primer día del otoño, al menos del de toda la vida, subí de nuevo a Castilla, en concreto a Peñaranda de Bracamonte, para asistir al la inauguración del I Encuentro Bibliotecas y Municipio. La administración local y las bibliotecas en la democracia. Organizado por la Fundación Germán Sánchez Ruipérez, el Ministerio de Cultura y la Universidad de Salamanca, ha contado con la colaboración de la Federación de Municipios y Provincias y del ayuntamiento de la localidad salmantina.

Decir Peñaranda es decir lectura. Allí está ubicado desde 1989 el Centro de Desarrollo Sociocultural, al pie de una de las famosas plazas porticadas de la ciudad que vio nacer a quien da nombre a la Fundación más prestigiosa de España en el campo del libro y la lectura, sobre todo en el ámbito infantil y juvenil. La principal característica del Centro es su condición rural; una cualidad que lejos de limitarlo engrandece su campo de acción y da un ejemplar matiz social a sus actividades. Así las cosas, ningún sitio más adecuado para celebrar ese primer Encuentro que relaciona dos términos obligados a reunirse pues del total de bibliotecas españolas el 96% son municipales. Lo recordaba con orgullo el alcalde Albacete, Manuel Pérez Castell, presidente de la Comisión de Cultura de la FEMP.

Otra relación imprescindible es la que se establece entre bibliotecas y democracia. Por mucho que ahora se lleve decir lo contrario (no faltan voceros del revival franquista), la dictadura de Franco fue enemiga acérrima de la cultura y, en consecuencia, de los libros. No hay más que tomar como ejemplo las estadísticas de bibliotecas de mediados de los años setenta, cuando aquélla se desmoronó por fin. La situación era catastrófica. Cualquier comparación con el resto del entorno europeo, puro disparate. Estos veinticinco años han supuesto una auténtica redención en lo que concierne al mundo de las bibliotecas. La evolución ha sido, por fortuna, espectacular. Puede que no haya otro índice más significativo de nuestra transformación en un país moderno. Lo ponderaba, con la pasión y la lucidez que le caracteriza, Antonio Basanta.

Hay que reconocer que ese esfuerzo por convertir a la nuestra en una nación culta se debe en buena medida al esfuerzo de los ayuntamientos que comprendieron pronto y bien que sólo a través de la palabra y de los libros que las contienen la democracia se fortalece y se consolida. Que, como me gusta repetir, las bibliotecas son las salas de estar de esas sociedades de todos.

Eso ha ocurrido en España y, cómo no, en Extremadura donde la situación de partida, como en todo lo demás, era digna de lástima. También aquí se ha crecido, tanto que estamos en la vanguardia del sistema bibliotecario como no nos cansamos de repetir, siquiera sea para que la Extremadura negra que se empeñan en pintarnos algunos (que pintan poco) tenga por lo menos alguna nota de color.

Lo más curioso es que han sido muy pocos los ayuntamientos que no se han implicado o se implican a fondo en lo referente a este capital asunto. Con independencia del partido que en cada legislatura haya venido gobernando cada municipio. Hay casos de irredentos, es verdad, pero son muy pocos. Eso sí, alguno nos toca muy de cerca. Demasiado si tenemos en cuenta sus presunciones.

No es posible concebir hoy día una ciudad o un pueblo (dignos de tal nombre) donde los ciudadanos no tengan ese servicio público cubierto. Es más, está demostrado que basta con ofrecérselo -con la calidad exigible- para que los preocupantes índices de lectura aumenten.

Era de ver la emoción con que nos contaba Jokin Bildarratz, alcalde de Tolosa, la inminente inauguración de una biblioteca especializada en literatura infantil. Será una más, que no una cualquiera, de ese hermoso lugar fronterizo. Lo han hecho realidad aprovechando un viejo molino en desuso.

Volviendo a lo nuestro, me alegré mucho de ver en el Encuentro de Peñaranda a una breve, pero selecta, embajada extremeña: Javier Bodas, Isidoro Bohoyo y Domingo Casado, de la Diputación de Badajoz, en la avanzadilla del fomento de lectura, y la bibliotecaria de Mérida, Magdalena Ortiz, ponente de la sesión La biblioteca, centro cultural del municipio.

El director general del Libro, Archivos y Bibliotecas, Rogelio Blanco expresó el compromiso del Ministerio de Cultura con las bibliotecas. Falta nos hace, más tras la puesta en marcha del canon por el préstamo bibliotecario. Anunció también que la nueva Ley del Libro (que se podría denominar, según él, de la Lectura) está ultimada.

Es esperanzador que haya tenido lugar este primer Encuentro y deseable y necesario que se mantenga en el futuro. Esa parece ser la voluntad de sus organizadores y del nutrido grupo de asistentes. Un puñado de profesionales empeñados en convertirnos, con la ayuda de los municipios, en el país moderno que, por según qué cosas, todavía no somos.

(HOY)