29.11.11

De varia lección

En casa, ni está ni se espera el nuevo número de la revista Alborayque dedicado a las escritoras extremeñas. Entre las contemporáneas, al parecer se fija el objetivo crítico en tres: Pureza Canelo, Ada Salas e Irene Sánchez Carrón, que son, quién lo duda, los nombres más visibles, en femenino, de nuestro panorama literario. Eso no obsta para que reconozcamos que hay más escritoras nacidas en Extremadura, por ejemplo Emilia Oliva (Malpartida de Plasencia, 1957), autora de Quien habita el fondo (Celya), un libro tan breve como enjundioso, dotado de la fuerza que a veces esconde lo pequeño, lo en apariencia frágil, lo pobre y lo humilde, que no dejan de ser, o eso creo, virtudes poéticas esenciales sobre todo en estos tiempos. 
De Adolfo Cueto, madrileño (1969) de procedencia asturiana, acaban de llegar dos libros: Palabras subterráneas, que reúne poemas escritos entre 2001 y 2004, publicado en Sevilla por Renacimiento (2010) y Dragados y Construcciones, con poemas del periodo 2005-2009, premio Emilio Alarcos, que edita en Madrid Visor (2011). "Coherente, con conocimiento del ritmo poético, que ataca la deshumanización de la vida actual y defiende la intimidad", dijo del segundo Francisco Brines, presidente del jurado, al que, por cierto, se agradece en el primero su complicidad para que Abelardo Linares lo publicara. Tanto en uno como en otro destaca una poética de la cotidianeidad, antes llamada "de la experiencia", donde el amor es protagonista, mejor resuelta, a mi modo de leer, en Dragados y Construcciones. El viaje también tienen una destacada presencia, como perfecta metáfora de la vida. Destaca Cueto el carácter de work in progress que distingue su obra, esto es, que está en proceso de desarrollo o en curso, algo que se nota, y mucho, cuando se leen, como en mi caso, sus dos libros seguidos, uno después del otro, en el orden en que fueron escritos.  
Recogí en El Quijote Esperanza (Roca Editorial), que allí había dejado para mí, con una amable nota manuscrita dentro, su autor, Jesús María Santos, placentino como yo, y periodista. Ha sido director de Asuntos de Presidencia de la Corporación RTVE, Subdirector de Informativos de Telecinco y director de Contenidos Multimedia. También ha ocupado, en Antena 3 Televisión, la Dirección del Canal Internacional, la subdirección de Informativos y la Dirección de Informativos de fin de semana.
“Al recordar a Esperanza Labrador no puedo evitar que las lágrimas me enturbien la vista y el recuerdo. No es posible sufrir tanto dolor y mantener la dignidad. Perder a su marido, dos hijos y una nuera y presentarse firme exigiendo justicia es algo que te reconforta y te hace avergonzarte por todas las veces que has tenido dudas o desinterés por la justicia", escribió el juez Baltasar Garzón a propósito de Esperanza Pérez, española nacida en Camagüey (Cuba), recriada en San Esteban de la Sierra (Salamanca) e instalada en Rosario (Argentina) cuya historia cuenta Santos con la sana y loable intención de que no se olvide.

De Pedro Serrano, impulsor de Periódico de Poesía, me llegan desde Chevy Chase, en Maryland (no en Hollywood), su último libro de poemas, Nueces, publicado en 2009 en la preciosa Colección Tristan Lecoq de Trilce Ediciones y la plaquette Naturalezas muertas seguidas de Arqueologías publicada en Nueva York por Pen Press dentro de la serie de poesía que dirige Mercedes Roffé. La poesía de Serrano recorre en Nueces geografías viajadas de Italia e Inglaterra, primero, para aterrizar después en tierras americanas. Es entonces una poesía dulce, descriptiva, amable incluso (así en "Tuscania"), que, poco a poco, a medida que avanza el libro va mostrando su cara más genuina, lo que en el caso del poeta mexicano viene a querer decir una poesía áspera, intensa, de estirpe barroca, dotada de una riqueza lingüística inusitada, con un ritmo tan veloz como la época en la que vive, vallejiana a ratos y muy inglesa siempre (una tradición que el traductor Serrano conoce bien), que no le hace ascos a lo escatológico, juguetona y provocadora, de enumeraciones caóticas y de seductores y envolventes versículos, que, sin embargo, es capaz de hacerse humana, demasiado humana, y hasta tierna, cuando alude al amor y al desamor, esas dos caras de la misma moneda. Una poética, en fin, que tiene su continuidad, al alza, en los poemas que adelanta en la citada plaquette en cuya tapa aparece, toda una declaración de intenciones, El espejo, de Magritte.