29.9.14

Álvaro García

Tras Canción en blanco (Premio Loewe, 2012), no esperaba una nueva salida, tan rápida, a la escena poética del malagueño Álvaro García (1965) y, sin embargo, así ha sido, con Ser sin sitio, que publica Jacobo Cortines en la colección que dirige, Vandalia, de la sevillana Fundación José Manuel Lara.
Del nivel de exigencia de este poeta andaluz pocos dudan. Yo no, desde luego. Algo que la lectura de este libro se encarga, una vez más, de demostrar.
Consta de cuatro partes y tres de ellas son en realidad sendos poemas extensos, de esos a los que García nos tiene acostumbrados, en los que la composición es impecable y la técnica propia de un virtuoso.
En una ocasión, conversando con Kike Díaz, García, que también ha demostrado sus dotes teóricas en lo referente al análisis poético, dijo: "Me gusta leer y escribir poemas largos llenos de contrastes con un fondo que los imante, entre ráfagas de conciencia y cosas concretas y pequeñas que van entrando en un orden en el que tengo una sensación  de conciencia y consistencia, de de duración y de estar haciendo algo humilde y fuerte, paso a paso, como un buen artesano". 
Esos poemas se titulan "Ser sin sitio", "Ante la tumba de Jane Bowles" (recogido en la antología Con&versos, de donde he tomado las palabras citadas más arriba) y "El viaje". 
"El sitio sin lugar", la parte que faltaba, reúne diecisiete valientes sonetos donde el amor es, sobre todo, protagonista. Así, en "Nuestro amor", precisamente, "Pícnic", "Proceso", "Fugacidad" o "Muerte", que son los que prefiero del conjunto. "Amar nos reconcilia con la muerte", escribe. O "al escribir y amar somos inmunes". 
Con esa sabia mezcla de abstracción y realismo, verso a verso (y los hay magníficos), con muchas lecturas detrás y un sentido lírico sumamente preciso, Álvaro García logra dar un paso más en su ajustada obra, una de las más rigurosas y congruentes del panorama. Todo un ejemplo.