30.4.15

"Malpaís", de Saldaña

En el diccionario de la RAE, "malpaís" remite a "karst": "Paisaje de relieve accidentado, con grietas y crestas agudas, originado por la erosión química en terrenos calcáreos". Me gusta mucho la palabra. Recibe uno demasiados libros de poesía y éste, lo confieso, me ganó de inmediato por el título. Por eso salió del montón. Y lo leí. Me refiero a Malpaís, que publica La Isla de Siltolá, que, además de buen ojo, demuestra que la pluralidad de poéticas es marca de la casa. Su autor, Alfredo Saldaña (Toledo, 1962), es profesor de literatura de la Universidad de Zaragoza y autor de los libros de poesía Fragmentos para una arquitectura de las ruinas, Pasar de largo, Palabras que hablan de la muerte del pensamiento, El que mira las palabras y Humus. En Sin contar reunió poemas escritos entre 1983 y 2010.
En la "Inscripción" que figura al frente del volumen leemos: "Memoria e imaginación son pivotes sobre los que oscila nuestra existencia". Una cita de Roberto Juarroz ("Romper también las palabras / y hablar entonces con fragmentos...") y otra de Nacho Escuín ("Maleza, toda la extensión de una vida / puede ser maleza") nos dan nuevas pistas. Empieza el camino. Sí, porque caminar y caminante son palabras indisolublemente unidas a este libro que, por cierto, lo es en su sentido más pleno: los poemas que lo forman, quiero decir, componen una unidad y giran en torno a una idea central (que tiene que ver con el título elegido: una metáfora vital) que, como es lógico, se desgrana en sucesivas ideas. De inmediato apreciamos que la desolación del paisaje (del malpaís), de "los paisajes vacíos", se adapta perfectamente al lenguaje utilizado. Asunto y forma se anudan con coherencia. La sequedad, digamos, lo inunda todo. Y allí, "como un resistente" -leemos en el poema "Caminar"- "un hombre sin alma que avanza / contra el viento, en silencio". "Solo uno más, solo, / entre todos los muertos de la tierra". La desaparición y los desaparecidos ("Poesía: velar por lo desaparecido") abundan entre líneas: "testimonio de un tiempo muerto". En "la noche invencible de los vencidos". 
Al tiempo que se describe lo de afuera -parajes de la desolación, del espíritu áspero, "páramo inhóspito" (que a uno le conducen hasta los erosionados lugares de César Simón), erial-, el poeta reflexiona sobre el propio escribir. Poesía sobre la poesía. Stevens de nuevo. "En el afuera está su adentro", escribe Saldaña. Y en "Sin contar", uno de los muchos poemas logrados de la obra: "Escribir a solas, y solo lo justo". Encontramos esos planteamientos metapoéticos en numerosos poemas como "Contraescritura" o "Contrapunto". O en "La callada". Todo es cuestión de palabras, otra palabra clave, valga la redundancia. "Caminar sobre palabras", dice. O "Ahuecar las palabras / hasta vaciarlas / de todo su sentido". La suya es "la lengua callada del testigo". Esta obsesión por el lenguaje (Valente y Celan al fondo) se concreta aún más en poemas como "Lingüística General", "Gnoseología poética" (donde se lee: "Entender el poema hasta desconocerlo") o "Lenguaje y conflicto" ("Poetizar ese lenguaje, problematizarlo, convertirlo en conflicto"). Cómo evitar, en esta tesitura, al poeta profesor. 
Estamos en una poética del borde, en la frontera. De paso ("Convertir ese lugar de paso / en una casa"). "Que mi patria sea esa otra que tiene por nombre extranjería". Ante una moral disidente, a la contra (léase "Out of place"). En lo poético y en lo civil. Del "No al sí", todo un lema. 
Hay poemas espléndidos en el libro: el citado "Caminar", "Sin contar", "Temporal", "Hueco", "Disidencia", "Narva", "Humus", "Enredado", "El sendero" (un poema precioso), "Calor del frío" (uno de los esenciales para comprender la obra)...
"Pasar de largo", el último, termina: "el que avanza sin dejar huella, / el que camina sin contar."
Sólo una pega le pondría a Malpaís, y con esto termino: el uso excesivo de infinitivos que, si tenemos en cuenta el oficio del poeta, a buen seguro tiene su razón de ser. Cuestión de gusto. O no.