12.6.15

La poesía de Różycki

Los lectores españoles de poesía tenemos mucha suerte en lo que respecta a la lírica polaca contemporánea, muy bien conocida aquí gracias a un puñado de brillantes traductores que, para colmo, a su exhaustivo conocimiento de la lengua suman la condición de poetas. Uno de ellos, Xavier Farré, nos presenta ahora, en Vaso Roto, a Tomasz Różycki (Opole, 1970), su libro Colonias. En el congruente prólogo que lo abre, Farré nos explica la génesis de un libro capital. Habla de sus "versos-sentencia" (que suelen ser los que dan inicio a sus poemas), de cómo "siempre parte de un primer verso que después va desarrollándose en una concatenación de imágenes, con una coda final que no tiene por qué ser el resultado lógico de la suma de aquéllas". La mayoría de sus poemas son sonetos. Ni del modelo francés o del inglés, comenta, sino "silesianos" (por Silesia, su región natal), dice él: "más ancho por arriba y más delgado por abajo". De tres cuartetos y una coda de dos versos (en español, sin rima). Siempre igual en este libro, compuesto por 77, todos ellos fechados (mes y año). Confiesa en una entrevista que los pensó camino del trabajo (de ahí la forma adoptada, fácil de recordar), en el coche, y en invierno que, como recuerda Farré, ya Brodsky definió como la verdadera estación, más en aquellas tierras nórdicas. Añade el traductor que la de Różycki es una obra formalista, en movimiento ("viaje constante") e irónica.
Adam Zagajewski se refirió a esta poesía de la siguiente manera: "Colonias me fascina por la densidad de sus imágenes, sus tonalidades oscuras, su voraz imaginación. A diferencia de pocos poetas mayores que él, Tomasz Różycki no rechaza el pasado, las tumbas, los fantasmas, sino que los integra, hace que formen parte de su vida. Y también integra toda su vida en todo lo que ha sucedido, en el río de la historia. Aunque también nos ofrece excelentes poemas de amor como si dijera: mirad, podemos vivir perfectamente de manera simultánea en el pasado y en el praesens."
"Voraz imaginación" no falta, desde luego. En "Playa paradisiaca", por ejemplo.Una imaginación nada falsa o fantasiosa que, sobre todo, da un tono inquietante al conjunto. No digamos "Cáñamo y raíces", "Falsos mapas", "Ballenas" o "Mapas quemados". ¡Qué distinto de cuanto uno ha leído!
Le gusta, como a Ferlosio, la hipotaxis, digamos, formaciones de largos párrafos (en este caso, versos) que culminan en un lejano punto. Así, en "Machetes y carabinas".
De ese magma poético de alta densidad surgen versos iluminadores: "no tenemos nada más / aparte de nuestra infancia" (en "Cacao y papagayos"). O "Freud descubrió América" (en "Mapas"). O "cambia el tiempo, / pero esto no cambia. Quizás sea una enfermedad, / una aguja al lado del corazón; o quizás sea la felicidad" (en "Una taberna en el puerto").
No pocos poemas empiezan: "Cuando empecé a escribir...". "Que era tan fácil", sigue en uno. Y sí, el lector aprecia cierta facilidad en esta escritura tan desbordante en hallazgos.
Algunos poemas introducen historias de la Historia. Como "Deriva", que empieza: "Trenes nocturnos. Polonia". Las referencias a la patria, una suerte de país inventado o irreal son una constante (de ahí el título). Basta leer "Tótems y corales", uno de los mejores, o "Costa de los mosquitos". A Portugal alude en "El Quinto Imperio": "Cascais, camino de Sintra..."
Hay poemas preciosos, como "Mujeres y oro": "Soy del país más salvaje, / más pobre, pero a pesar de todo / es a mi cama a la que vendrá esta noche". También, "El rey de los vientos", "Maniobras de la guarnición", "Flotillas hundidas, "Época de lluvias", "Antigua fortaleza" ("Desde entonces la literatura (...) vivió en el vacío, su lugar de siempre", y menciona a algunos muertos gloriosos: Schultz -al que dedica "Pueblo exterminado"-, Roth, Lésmian, Mandelstam y Brodsky) o "Culto", que evoca la muerte de Milosz, a quien está dedicado. "Opio", en fin, es clave, por lo que tiene de poética.
El editor, a partir de las últimas líneas del prólogo, destaca con acierto que "Quizá el gran mérito de Colonias (...) es darnos una ilusión de estabilidad en una época de realidades líquidas y relativismos irónicos: un puente desde el que mirar ambas orillas, lo familiar y lo ajeno, la tradición y la innovación. Y cuando estamos en medio del puente, vislumbrar el abismo que se abre ante nuestros pies. Porque así es la poesía de Różycki: una palabra que nos enfrenta al vértigo de mirar la realidad que nos construye y la realidad que construimos". Un gran libro, sin duda.