15.9.15

Placeres

Más allá del succès d'estime que ocasionó desde el primer momento Los grandes placeres, de Giuseppe Scaraffia (Periférica, en traducción de Julio Carrobles), me llevó hasta el libro un artículo de su autor publicado en El País el último día del pasado mes de mayo bajo el título "Los buenos modales". "Buenos modales" es, por cierto, uno de los breves capítulos de ese libro entretenido que se lee con una sonrisa complaciente en los labios. La jugada del anticipo, digamos (felicidades al que la ideó), es perfecta. Uno lee esas líneas y lo normal es que quiera seguir leyendo. 
De Scaraffia sabemos que nació en Turín en 1950, que se doctoró en Filosofía con una tesis sobre la idea de felicidad en Diderot y que en la actualidad es profesor de Literatura francesa en la Universidad de La Sapienza de Roma, algo que demuestra de sobras este afrancesado ensayo. Ha publicado otras obras, claro, pero sólo uno está traducido al español: Diccionario del dandi.
En Los grandes placeres, y tras citar a Renard, quien afirmó que "la única felicidad consiste en buscarla", Scaraffia indaga sobre su ausencia, que sería la mayor forma de vacío, y de su presencia, como resultado de lo que hace cada cual para "amueblar ese vacío, de llenarlo, como puede".
De lo mucho disfrutado en este itinerario tranquilo ("Nada más vulgar que la prisa", nos recuerda que dijo Emerson) donde tanto se aprende (leyendo "Tatuaje", por ejemplo, algo que a uno le obsesiona después de frecuentar playas y piscinas), uno destacaría algunos capítulos. Más que por su calidad, por una mera cuestión de interés o carácter. Así, me han interesado especialmente los titulados "Amueblar el vacío" (una espléndida manera de empezar), "Café", "Postal", "Crucero", "Ebriedad", "Excentricidad", "Elegancia", Castillo", "Charme", "Calvicie", "Evasión", "Faro", "Manantial", "Frivolidad" (que ha logrado cambiar, siquiera en parte, mi puritana mentalidad al respecto), "Jardín", "Hotel", "Mapa", "Moda", "Nariz", "Paseo", "Sobriedad" o "Suicidio".
Partidario de la deseable claridad y no de la incómoda erudición, algo que el lector agradece, Scaraffia no se limita a dejar que los demás se pronuncien, también él interviene en la redacción del libro (por eso lo denominamos ensayo) y con una lúcida sensatez que se acerca mucho a la sabiduría. Parafraseándolo, "El sabio es el que, situándose en la justa perspectiva, sabe reconocer el mensaje oculto en el panorama pintado de la vida". Lo podemos comprobar en el paradigmático "Trampantojo", donde el modo de proceder marca, diría, la personal escritura de Scaraffia. O en "Maleta", que cierra el volumen, donde podemos leer aforismos tan sugerentes como estos: "Cada maleta es un autorretrato y una confesión." "La maleta es una casa móvil donde se miniaturiza el mundo del viajero." Y ya que hablamos de aforismos, qué les parece éste: "El suicidio es la versión sacra de la prisa profana que nos empuja a una carrera contra el tiempo perdido sin remedio de antemano".
Porque se trata, ante todo, de un libro de citas literarias relacionadas con los distintos asuntos que aborda, vidas y obras de escritores, los verdaderos protagonistas del ensayo (sólo posible en un gran lector; en especial de literatura francesa, ya se dijo), echa a veces uno en falta, si se me permite la osadía, ciertas referencias concretas en tal o cual entrada a tal o cual autor. Por ejemplo, cómo no mencionar a nuestro Camba (hay epígrafes de autores en español, aunque pocos) al hablar de los escritores que viven en hoteles. O cómo evitar a Borges en el del espejo. O, en fin, cómo olvidarse de Walser si al paseo se alude.
Sí, es verdad que "escribir, aunque fatigosa, sigue siendo una actividad confortable", como nos dice Scaraffia. Por lo demás, se me antoja que estamos ante unas páginas luminosas, dignas de ser meditadas, así como de convertirse en un perfecto regalo para letraheridos. Y para los que no lo son. Por eso en las próximas Navidades -ya falta menos- podría ser uno de los libros más vendidos. Si tienen ocasión...