11.12.15

Los griegos y el mar

Aurora Luque, nacida en Almería, a orillas del Mediterráno, es poeta y helenista, una enamorada del mundo clásico, traductora, por ejemplo, de Safo, algo que se nota al leer Aquel vivir del mar. El mar en la poesía griega. Antología, publicado, con la exquisitez habitual, por Acantilado; un libro extraordinario que no sé si llegó a aprobar, pero que en todo caso habría encantado al añorado Jaume Vallcorba
Es el cumplimiento de un deseo: el de que existiera una floresta que recogiera poemas de autores griegos antiguos sobre el mar, escritos a lo largo de más de mil años de historia. Porque, como dice Luque nada más empezar, "Toda la literatura griega está penetrada por el mar". Eso y mucho más nos cuenta en el prolijo, detallado prólogo que viene a demostrar que el rigor no debe estar reñido con la amenidad. La obra está dividida en los apartados: poesía épica arcaica, poesía lírica arcaica, poesía del drama, poesía helenística, poesía de la Antología palatina y poesía tardía. Al amparo de una hermosa cita de Arquíloco: "Olvida Paros, aquellos higos y aquel vivir del mar", se abre, sí, una muestra deslumbrante de fragmentos entresacados de los Himnos Homéricos, la Iliada y la Odisea; versos de Arquíloco, Safo, Alceo, Anacreonte o Píndaro; de las comedias y tragedias de Esquilo, Sófocles, Eurípides, Aristófanes y Menandro; de poetas helenísticos como Calímaco, Teócrito y Apolonio de Rodas, así como de la Palatina, donde a algunos de los anteriores de suman con sus epigramas ("el epigrama es toda una literatura") Meleagro, Nosis, Fanias, Filodemo y muchos más. Quinto de Esmirna, por fin, representa la poesía tardía, ya en el siglo III d. C.
Delante de cada autor, una breve nota llena de sentido nos informa de su vida y su obra, por más que la leyenda y el mito habiten también entre las biografías, supuestas muchas veces, de estos griegos heroicos.
Lo mejor, más allá de la selección de textos (y de las notas y cuanta información se nos aporta), tal vez sea la traducción, lo que vuelve a incidir en un viejo aserto: que cada generación ha de volver a traducir a los clásicos, sean griegos, rusos o chinos. Hay ejemplos memorables, de poemas que han adoptan metros castellanos, pero también modelos estróficos propios como el villancico.
Si tuviera que elegir dos ejemplos de esa maestría al traducir, optaría por "Tallar una quilla", de la Iliada (III 60-63), y por "Una escuadra de navíos", de Safo. El primero dice: "Siempre tu corazón es implacable / como un hacha que corta la madera /en las manos de un hombre que tallara / con destreza la quilla de una nave". El segundo: "Dicen unos que una tropa de jinetes, otros la infantería / y otros que una escuadra de navíos, sobre la tierra / oscura es lo más bello; más yo digo / que es lo que una ama".
Divertido, aunque incorrecto, es el poema "Los tres males", de Menandro (que murió ahogado, por cierto, en el puerto del Pireo): "El mar / el fuego / y -el tercero de los males-, / la mujer".
Si de descubrimientos hablamos, no están nada mal los poemas, digamos, gastronómicos de Arquístrato de Gela y Eutidemo de Atenas.
Hermoso viaje ("vivir es navegar, nos cuenta Homero") por los mares de Grecia de la sabia mano de Aurora Luque y las no menos sabias, intensas palabras de los antiguos griegos. Una travesía que a uno le ha recordado aquellas lecturas juveniles de los volúmenes azules de Gredos y las antologías menos lujosas de Alianza. Ya lo dijo Píndaro: "El agua es lo supremo".