9.12.15

Pessoa y España

El extremeño Antonio Sáez Delgado es uno de nuestros lusistas más reconocidos. Además de ejercer la docencia universitaria en Évora, es investigador, traductor, crítico literario y director de Suroeste. Revista de Literaturas Ibéricas. Su especialidad son las relaciones literarias entre Portugal y España a principios del siglo XX. A este asunto ha dedicado libros fundamentales como Órficos y UltraístasAdriano del Valle y Fernando Pessoa (apuntes de una amistad)Corredores de fondo: literatura en la Península Ibérica a principios del siglo XXEspíritus contemporáneos: relaciones literarias luso-españolas entre el modernismo y la vanguardia Nuevos espíritus contemporáneos.
Comisario de las exposiciones Suroeste. Relaciones literarias y artísticas entre Portugal y España (1890-1936) Fernando Pessoa en España, ha dado a la imprenta su traducción de Iberia: introducción a un imperialismo futuro, del citado Pessoa, que, como el libro que vamos a comentar, publicó Pre-Textos, editorial donde ha visto la luz su versión definitiva de una obra capital del poeta portugués: El Libro del desasosiego. 
A ese escenario en los albores del siglo XX vuelve Sáez para recuperar, con todo lujo de detalles, las relaciones entre Pessoa y España (el libro está coeditado por el sello valenciano y la Diputación de Badajoz); para explicarnos cómo fue recibida aquí su incipiente obra, ésa que sólo una vez muerto, y muchos años después, afloró con toda su fuerza e importancia tras salir, casi inédita, del baúl. 
La "Nota inicial" es elocuente. De Pessoa, se destacan, entre otras, su categoría de prosista, y no sólo poeta; su “particularidad de ser siempre nuevo” y, por eso, estar “constantemente de actualidad”; que sus heterónimos conformen “una auténtica generación literaria”; y que “reservó el caudal de su obra para el futuro, para el tiempo incierto que le sobreviviría”. Por entonces, no era el escritor que ahora es. De su país, aquí eran conocidos otros: Eugénio de Castro, Teixeira de Pascoaes, Guerra Junqueiro o Eça de Queirós. Su vida, en fin, estuvo “salpicada de encuentros y desencuentros con España y sus escritores”, lo que no deja de ser el meollo de este ensayo. En la cercanía, estuvo al lado de los ultraístas andaluces Adriano del Valle, Rogelio Buendía e Isaac del Vando-Villar. En la lejanía, de Unamuno. Para esclarecer los misterios de esas relaciones, concordadas o no, Sáez ha jugado, haciendo uso de un rigor ejemplar, con “las cartas de la historia de la literatura y de la literatura comparada”.
El primer paso, las relaciones literarias entre España y Portugal a principios del XX. De un lado, el modernismo español (esa suerte de simbolismo), tanto en lo estético como en lo periodológico, las vanguardias y los ismos (creacionismo, ultraísmo), y, más tarde, la llegada de los del 27, tan reacios a lo portugués. Del otro, el pós-simbolismo (incluido el saudosismo) y el vanguardismo portugués. Luego, la Guerra Civil española, que da fin a uno de “los momentos más apasionantes de la historia literaria en el contexto ibérico”. Todo sucede entre 1890 y 1936, casi como la vida de Pessoa, que transcurre entre 1888 y 1935.
Sáez analiza con detalle los tres periodos en que se puede dividir ese proceso. Y ya allí, revistas como Orpheu, Grecia, Ultra, presença, Contemporânea o La Gaceta Literaria vehículos de transmisión de sus ideas y sus escritos. Las influencias son mutuas y van de acá para allá (América, Portugal, Europa y España), “un continuum ibérico heterogéneo y múltiple”, “flujos de corrientes y estéticas” donde se intentan superar los “ámbitos nacionales” para ir hacia ese “nacionalismo cosmopolita” por el que abogaba Pessoa. Aquí radica, por cierto, una novedad del enfoque de Sáez, realizado en “perspectiva ibérica”. A través, tanto da, de Unamuno y su amigo Eugénio de Castro, Junqueiro y Teixeira, Gómez de la Serna y Almada Negreiros, por no hablar de los numerosos secundarios de esta apasionante historia.
Capítulo central es el que dedica a las relaciones fallidas entre Unamuno y Pessoa, unidos por la común idea de Iberia. Al segundo, es verdad, le importaba poco España (nunca pisó suelo peninsular) y su literatura; sin embargo, abundaban los libros españoles en su biblioteca, tradujo a clásicos castellanos y reflexionó largo y tendido sobre el iberismo (remito al libro citado). A Unamuno le envía en 1915 el primer número de Orpheu (se publica la carta que adjuntó) y en la falta de entusiasmo del vasco se estrellan sus intenciones de amistad. Éste nunca le mencionó. Suerte pareja a la que corrió en España su intento de “diseminación” de la literatura portuguesa y su anhelo de “confederación espiritual” entre ambos países.
No sucedió lo mismo con tres poetas ultraístas andaluces, los citados “camaradas” Del Valle, Buendía y Vando-Villar. Dos años (1918 y 1919) y veinte cartas y, en 1923, la publicación en España, en el diario La Provincia de Huelva, de los primeros poemas de Pessoa, unos cuantos fragmentos de sus English Poems traducidos por Rogelio Buendía.
La relación más intensa fue con Adriano del Valle, autor de “Canto a Portugal”, que, si bien acabó dando en vulgar poeta franquista, fue un “eslabón imprescindible” que vislumbró la importancia de Pessoa y de la literatura portuguesa. Sáez edita su epistolario. Vienen después los capítulos dedicados a las conexiones entre António Botto, Adriano y Pessoa; al mencionado Rogelio Buendía (con epistolario incluido), uno de los pocos ultraístas que aportó un libro al movimiento, autor de “Canción de España a Portugal” y, ya se dijo, de la primera traducción de Pessoa en España, “ejecutada con gran felicidad”, según éste; a Vando-Villar y su libro La sombrilla japonesa, así como a las cartas que cruzaron.
El libro termina con un capítulo dedicado a las distintas traducciones de la obra de Pessoa al español lo que lleva a Sáez a mencionar a Morales, Entrambasaguas, Crespo, Paz, Llardent, García Martín, Campos Pámpano, Perfecto Cuadrado, Moya, Barja y muchos más. Los que, como Sáez, han hecho posible que existan en España numerosos pessoanos.

Nota: Esta reseña ha aparecido en el número 116 (“Letras de España y Portugal”) de la revista Turia.