AL FILO DE LO FRÁGIL
En 2023, tres novelas después, cuando Álvaro García parecía decantarse por la narrativa, el malagueño (del 65) publicaba un nuevo libro de poemas: Cuando hable el gato. Antes, en 2016, había reunido en El ciclo de la evaporación sus libros Caída, El río de agua, Canción en blanco y Ser sin sitio (Premio Loewe); obra compuesta por cuatro poemas extensos (uno por título), medida en la que ha demostrado sobradamente su magisterio. Lo vuelve a manifestar en esta entrega, otro largo poema que ubica en Back Bay, barrio de Boston, famoso por sus hileras de rojizas casas victorianas construido sobre tierras recuperadas al mar en la cuenca del río Charles. Y el mar, precisamente, cobra un protagonismo metafórico esencial aquí, siempre en contacto con la otra orilla, donde está su casa, “al sur del mundo”: “la internacionalidad atónita del mar”, “un país rumoroso”.
García es un poeta del pensamiento (remito a sus ensayos poéticos) y por eso su poesía es compleja. De “meditaciones” habla al principio. En el tiempo, claro, tan “interior” como del “presente”. Y del “pasado”: “Back Bay es ya pasado / mientras lo estamos habitando de hecho”. El del fin y el del principio (o viceversa), como diría su admirado Eliot: “y quién puede tomarse abril en serio”. Y abril es muerte, no se olvide.
Allí, las olas, las ventanas (tan larkianas), la primavera (“al filo de lo frágil”), una “ciudad interior” (“que todos llevamos dentro, por visión”) y… ella, pues Back Bay no deja de ser un poema de amor intemporal. “Somos dos náufragos de amores muertos”, escribe, “un destilado de futuro”. “Y una tarde contigo duplica la existencia”, leemos.
Entre versos (aparentemente libres, pero sujetos al ritmo de la métrica), aflora la infancia. Su memoria. Donde “Este lugar y el tiempo son una sola cosa”.
Fernández Rey (Sevilla, 1979) publicó el año pasado su ópera prima: Blanco roto, en una colección que dirigió el poeta José Mateos, a quien dedica esta segunda entrega, calificándolo de “maestro”. Algunas lecciones ha aprendido de aquél. La de la sencillez, sobre todas.
La exquisita edición se abre con un prólogo de Rocío Arana donde alude a su inocencia, a su “extraña misericordia”, a su delicadeza. Subraya su faceta contemplativa (“No vemos más / de lo que ven los ojos”). Su poesía, afirma, “se abre a la trascendencia”. Resume con tres palabras (una por cada parte) los temas del libro: “Dios, el dolor, la poesía”.
No podría haber mejor entrada en materia que “La hora”. Ahí, la sobriedad, el misterio, la herida, la religiosidad. “La ronda”, como “Suele pasarme”, se refiere a los otros. A la compasión y al cuidado. “En la mesilla” se inspira en la cotidianidad.
La noche, “lo negro”, “el inframundo de los sueños” o el desvelo giran en torno a la oscuridad como metáfora: “¿Soy yo la oscuridad?”. “En lo oculto se fragua nuestra vida”, escribe. Eso sí, “a pesar del desorden hay un hilo / que lo atraviesa todo”.
Más desasosegante es la segunda sección. Donde están “Cloacas” o “Carcoma”. En “La balanza” leemos: “Si se pudiera / pesar el alma humana, / tu alma pesaría toneladas de muertos”. En “Los contrarios” se acerca a ”lo que mueve la existencia”, ese simbiótico juego del adentro y el afuera.
La última parte proyecta una poética. En “Vaso de agua”, por ejemplo. Paradigmático de su particular manera de decir. “Todo pierde su nombre / en el silencio / que arrulla cada cosa / suavemente”.
“He preferido / quedarme cobijada en esta sombra”, confiesa en el poema final, que da título a este excelente libro lleno de verdad.
Mala yerba
Carmen Fernández Rey
Númenor. Los Papeles del Sitio, Sevilla, 2024. 64 páginas.
Carmen Fernández Rey
Númenor. Los Papeles del Sitio, Sevilla, 2024. 64 páginas.
NOTA: La reseña de los libros de Carmen Fernández Rey y Álvaro García se han publicado en EL CULTURAL.