7.2.25

La realidad no existe

Martín Ortega  (Valladolid, 1980), profesora de la Autónoma de Madrid, estudiosa de la literatura judía y sefardí (El lugar de la palabra. Ensayo sobre Cábala y la poesía contemporánea), especialista en literatura infantil, autora de La belleza en la infancia y traductora del Cantar de los Cantares, publica, tras Ensueño, Alumbramiento y Corazón huido, La piel cantaba. 
Además de un poema inicial y otro final, consta de “Nocturno” y “Encantamiento”. Entre ambas, una “Canción”. 
“Me da miedo escribir”, reza el primer verso. “Que se me caiga al suelo / la mano del secreto”. La que escribe. La que le devuelve “la forma exacta de las cosas”. 
Once cantos componen “Nocturno”. Ahí, “el dolor que protege”. Porque “Ese cuerpo soy yo. / Pero sólo el dolor / me lo confirma”. “Su memoria es el poso / de los días”, sostiene.
Miedo a la sangre también: “me aterra su belleza / roja”. 
“La realidad no existe”. En la imaginación confía: “Oigo mis palabras en un mundo dibujado / que no es un sueño”. En medio del duermevela afirma: “No sé dónde estoy. No sé cómo me llamo”. Y sigue: “Busco tu cuerpo / para encontrar mi piel”, verdadero leitmotiv del libro, la que “sólo existe entre tus brazos”, lo que nos permite reconocer al amor como otro motivo central. 
Parece que las palabras no bastan para expresar el mundo y su secreto. “Me escucho como quien escucha una tormenta en alta mar”. En “Encantamiento” y sus dieciséis cantos ese es un asunto: “Qué pena las palabras”. Las que “se lleva el viento”. “Mi angustia es el silencio”. “La piel es mi barrera”. Allí, la compasión, el cuidado, el fracaso, el olvido y la melancolía. Y lo amoroso, claro. “He perdido un poema”, dice al final. El lector, sin embargo, encuentra, asombrado, treinta. 

La piel cantaba
Elisa Martín Ortega
Menos Cuarto, Cálamo Poesía, Palencia, 2024. 80 páginas. 

NOTA: Esta reseña se ha publicado en EL CULTURAL.