Rezagados porque salieron de las imprentas a finales del año pasado y, como ya comenté en su día, no han encontrado el eco que merecen en forma de reseñas, si es que las pobres sirven para algo. Me refiero a libros como Museo secreto, del incombustible Jesús Munárriz (San Sebastián, 1940), más fresco que nunca (en más de un sentido), capaz de acertar una y otra vez con poemas logrados, en plena "conjunción feliz de entusiasmo y oficio". Al parecer esta obra (que publica en la colección que fundó con su mujer, Maite Merodio, hace cincuenta años: Hiperión), ilustrada con veinte dibujos de sesgo clásico de Paco Montañés, tuvo una primera edición incompleta en 2012 (que nunca llegó a España) de Monte Ávila, Caracas (creí que ese sello había pasado a peor vida con Chávez y Maduro). El título orienta al lector sobre lo que encontrará dentro: poemas escritos a partir de cuadros y esculturas, casi siempre (de Murillo, Tintoretto, Chagall, Picasso, Rodin, Romero de Torres...), que no dejan de ser meditaciones acerca del misterio artístico. Ahí, personajes como Lot, Eva, Leda, Dánae, Susana, Venus, La Fornarina, David, Artemisia, Madame Hamelin, Olympia... Priman los desnudos. Y los cuerpo femeninos, claro. Ninfas, odaliscas. Velludas y rasuradas. El de la mujer, otro misterio (para el hombre, al menos). También hay mucho sexo (en el doble sentido) en estas páginas, y un erotismo tan sutil, a veces, como explícito, otras. Pero hay más que écfrasis en este libro. En "Hermafrodita", por ejemplo, tan de actualidad. O en "Yo, Caravaggio".
"Veladuras" incluye una poética, en defensa de la imaginación, "de lo que se oculta y se insinúa" frente a los que prefieren revelar la belleza. "Atrae más lo reservado", escribe, "la luz precisa de la sombra" (un verso memorable). Porque "En lo visible está el señuelo / de lo invisible".
"Veladuras" incluye una poética, en defensa de la imaginación, "de lo que se oculta y se insinúa" frente a los que prefieren revelar la belleza. "Atrae más lo reservado", escribe, "la luz precisa de la sombra" (un verso memorable). Porque "En lo visible está el señuelo / de lo invisible".
Vuelve a acertar en las distancias cortas de los poemas breves: "Ante el retrato de una dama (d'aprés Wang Wei) o "Un Gauguin". También con los poemas narrativos, como "Álbum", una novela en sí mismo.
En "Secreta belleza" se atreve a reflexionar en torno al famoso "El origen del mundo", de Gustave Courbet, y el resultado es espléndido. Otro tanto pasa con otra obra famosa, Il tuffatore (de Paestum), y, nunca mejor dicho, lo clava.
Nunca se sale de un libro de Munárriz como si nada. Un ser prolífico bendecido con la gracia de la poesía.
Carreteras que brillan en el bosque, de Ramiro Gairín (Zaragoza, 1980), ganó, con la unanimidad de un jurado competente, el premio Ciudad de Salamanca (que acierta casi siempre) y lo publica, en su singular colección de poesía, Reino de Cordelia. Que su autor sea un ingeniero de Montes especializado en hidráulica, hidrología y medio ambiente y no un profesor de Lengua de un instituto aporta pistas a la hora de leer entre versos su obra; lo mismo que la circunstancia, nada azarosa, de que resida en un pequeño pueblo pirenaico de Huesca (379 habitantes), a orillas del río Ara, con nombre de moda: Fiscal. Además de a Sheila y a Iago, a su "tribu" de allí esté dedicado el libro.
De este hombre ya hemos comentado aquí otros libros. No creo que este difiera de los anteriores en lo sustancial. Es lo que tiene poseer una voz propia. Y un mundo particular, añado. El que, sobe todo, conforma su propia familia, tan presente en estos poemas que no pretenden dar cuenta de sucesos extraordinarios o experiencias paranormales, sino de la vida corriente de alguien que vive con otros en el medio rural casi vacío. Ante un paisaje montañoso que impone, más a quien lo aprecia y sabe lo que vale.
En las "Notas" nos advierte que la lectura de la poesía de Louise Glück "va unida a la redacción de estos poemas". La cita inicial es suya. De Una vida de pueblo, lógicamente.
El hijo ("el niño") está en el centro de ese pequeño mundo. "Pido que llegues a viejo, / como la mayoría de los hombres; / que pases los otoños, ojalá, / bajo estas peñas, frente a la arboleda / que ahora te defiende".
Alrededor, el campo. Y el jabalí y las cerezas y el agua y los dulces frutos del verano y la encina de Villamana y la hora violeta y la nieve y el bosque y las estrellas y, en fin, el incierto futuro de la Naturaleza. "La belleza lo envuelve todo", escribe en "La lluvia sobre el zorro" (con epígrafe de Glück), el que termina: "Que cuidar es mirar. / Que lo bello es difícil / porque nunca descansa". Alrededor, el asombro, en cuanto atraviesa el túnel: "A todo lo que pasa / -animales, tractores, espíritus del río- / les das tu bienvenida".
En ese clima de felicidad se cuela, no obstante, la única certeza que nos cabe: "Me ronda la muerte, últimamente. / Estoy acostumbrándome a pensarla / y la vida me ayuda."
En "Poética", su hijo le da "una lección de poesía". Antes, en "La otra sentimentalidad", uno de los poemas más frescos y logrados del conjunto, confiesa que "Ahora me agobia / la ropa por planchar" y no "esos libros pendientes de escribir" ni "esos grandes poemas". Da al final dos cosas por seguras, precipitadamente acaso: "que no haré ni un rasguño / en la historia de la literatura, / y que no nos alcanzan hasta el viernes / los pantalones limpios".