12.3.25

Andrés Sánchez Robayna, poeta

Sí, porque si bien el cosmopolita, incansable quehacer intelectual y creativo de Sánchez Robayna abarcó numerosas disciplinas, su punto de vista fue siempre el de un poeta. Lo nuclear: la poesía. Desde ahí observó el mundo. El físico, centrado, con alma de isleño, en sus amadas Canarias (nació en Santa Brígida, Las Palmas, y vivió en Tegueste, Tenerife), y el, pongamos, espiritual, que, como digo, integraba materias tan diversas como la citada poesía, la pintura, la traducción, la crítica, la enseñanza, la edición, etc. Fue, por eso, un autor capaz de escribir poemas, estudios, reseñas, prosas de diarios y ensayos. Nunca, que uno sepa, narraciones, en sentido estricto, u obras de teatro. 
Ahora que se ha ido, de forma tan intempestiva, a la sorpresa inicial y al desconcierto por una muerte no anunciada, a la edad de setenta y dos años, se impone la magnitud de su figura. Por el trabajo realizado, matizo. Es, al fin y al cabo, lo que importa cuando de escritores hablamos. Lo que a él le importaba, sin duda. 
Su poesía está agrupada en En el cuerpo del mundo: obra poética (1970-2022). Allí, libros como Clima (el primero, de 1978), La roca (Premio de la Crítica), Palmas sobre la losa fría, El libro, tras la duna y Por el gran mar. A partir del penúltimo de los nombrados, su poética cambia: gira de lo estrictamente silencioso y valentiano (que en él nunca llegó a hermético por la importancia que tuvo la luminosa realidad natural del paisaje en sus versos) a lo más personal y cercano; más vital que especulativo. Compleja siempre fue, y es normal que así sea, como la vida. Sus maestros: los místicos, Góngora, JRJ, Paz, Valente, Bonnefoy... De su condición de lector concienzudo dan buena cuenta sus ensayos, entre los que destacan Variaciones sobre el vaso de agua, Borrador de la vela y de la llama y el reciente Las ruinas y la rosaTambién, en otro tono y con distinto alcance, los que dedicó a sus paisanos canarios: Morales, Quesada, Marrero, González Sosa... Y pues que de isleños hablamos, cómo olvidar su Museo atlántico, "florilegio de la poesía de su tierra", en palabras de Juan Manuel Bonet. Y ya ahí, su magisterio en lo que a la poesía joven se refiere. En las aulas, como catedrático de la Universidad de La Laguna, y a través de las revistas que fundó (como la impar Syntaxis, que está al completo en Péndola) o alentó (como Paradiso, la de sus discípulos Francisco León, Alejandro Krawietz y Melchor López, entre otros). 
Muy ligada a su docencia está la traducción. Tradujo a título personal (a Espriu, Stevens, Haroldo de Campos, Brossa, Wordsworth, Novak, etc.) y en antologías colectivas, con sus alumnos del Taller de Traducción Literaria (TTL). 
A uno le han interesado mucho sus diarios: La inminencia. Diarios 1980-1995Días y mitos. Diarios, 1996-2000 y Mundo, año, hombre. Diarios, 2001-2007, todos publicados por Fondo de Cultura Económica. El mencionado libro de ensayo Las ruinas y la rosa (en galaxia Gutenberg, su sello desde hace años, junto a Pre-Textos) también podría sumarse al recuento por lo que de autobiográfico contiene.
Mantengo mis reticencias, por sesgada (algo legítimo), con respecto a la antología Las ínsulas extrañas, editada junto a Valente, Valera y Milán. Ninguna para con Poesía hispánica contemporánea: ensayos y poemas, editado en colaboración con Jordi Doce.
En lo personal, nuestro trato fue, en la distancia, muy cordial. Nos conocimos en el hall del hotel Mencey de Tenerife, en la primavera de 1995, cuando me invitó a participar en un congreso que organizó como director de la sede tinerfeña de la Menéndez Pelayo. En una mesa compartida con el pintor Luis Gordillo, hablé, cómo no, de la noción de lugar. Dentro del curso "Arte y lugar", dirigido por Aurora García. 
Me enviaba con regularidad sus publicaciones, que siempre he leído con admiración. Muchas las he comentado en este blog. 
Fue un honor, en fin. colaborar en el número 25 de Syntaxis, invierno del 91, que dedicó a la "Poesía en los años 90". Mis "Cuatro poemas" era una brevísima selección de lo que iba a ser Una oculta razón. Dudo si Octavio Paz, colaborador cercano de la revista, llegó a leerlos antes o durante la lectura del original de ese libro, seleccionado para el premio Loewe, del que era presidente del jurado, y que se falló apenas unas semanas después de que esos versos se publicaran. Una anécdota. 
Ha sido, es, "uno de nuestros poetas contemporáneos más exigentes y sólidos", como ha dicho Tono Masoliver Ródenas. Seguiremos leyendo.