El compromiso perdurable
Lecturas a poniente, una cartografía literaria
trazada con paciencia, rigor y enorme generosidad lectora, no es un libro más
sobre poesía extremeña. Es el extremo de un círculo de compromiso con la
creación poética que se abrió hace cuatro décadas con Abierto al aire,
aquella antología que marcó un antes y un después en nuestra literatura.
Además, no se trata de un círculo cerrado: la labor crítica de Valverde
continúa, semana a semana, con paso marcial.
Mientras me documentaba para Los últimos del Oeste, antología sobre
poetas extremeños recientes, no dejaba de encontrarme con Álvaro. «La sombra de
Álvaro es alargada», me decía. Ya bromeé con el cuento de Monterroso: Cuando
despertó, el dinosaurio todavía estaba allí». Pues eso: cuando buscaba, Álvaro
ya había estado allí, con una reseña lúcida, escrita a veces diez o quince años
antes. Y quiero subrayarlo: yo buscaba información sobre autores de las últimas
generaciones. Es decir, uno de los poetas y críticos más prestigiosos del país
—que eso es Álvaro Valverde— lleva años prestando atención e incluso empujando
a los nuevos nombres. Algo nada frecuente. Por eso me alegró incluir Lecturas
a poniente en la bibliografía de mi libro, aunque ambos salieran con apenas
un mes de diferencia. Fue la primera inclusión bibliográfica que recibió, pero
estoy seguro de que será la primera de muchas. Ya no puede hacerse una historia
crítica de la poesía del Oeste sin pasar por estas páginas.
Este libro es también hermano del anterior, Porque olvido.
De hecho, bien podría haberse titulado así. Como lectores enfermos que somos,
sabemos que llega un momento en que la lectura desborda. Igual que, tras un
viaje largo, olvidamos castillos o museos, el lector acaba confundiendo
autores, versos, libros. Por eso este volumen tiene valor de archivo, de diario
de lectura, de antídoto contra el olvido. Porque Álvaro no se detiene en la
emoción o la estética: describe, anota estructura, señala citas, menciona
cubiertas... Cada reseña es cápsula de memoria. Pero Valverde no se queda en el
libro reseñado. Sus textos amplían horizontes: mencionan obras y autores que
conectan con lo leído. Cuando escribió sobre Los nombres de la nieve,
por ejemplo, citó Los nombres del mar de Ángel Campos, Memoria de la
nieve de Llamazares, Principio y fin de la nieve de Bonnefoy...
También a Umbral, Bonnett, Maillard, Octavio Paz, Rimbaud, Gil de Biedma...
ramificando la lectura hasta el infinito.
El trabajo del crítico no es fácil. Suele ser ingrato,
porque el criterio molesta, porque el silencio duele. Y, sin embargo, ahí está
su gesto valiente: el de quien sigue leyendo, escribiendo, publicando más allá
de compromisos oficiales, sabiendo que no todos agradecerán sus palabras. Por
eso este libro es también un ejercicio de ética literaria. Porque quien critica, cuida. Y quien reseña, comparte. Leer tiene algo de intimo,
pero también de solitario. ¿Quién lee poesía? ¿Y quién ha leído justo el libro
de poesía que tú has leído? Estas reseñas ocupan esa soledad y establecen una
suerte de diálogo atemporal.
Por todo ello, estas Lecturas a poniente tienen tanto
valor. No estaría de más —y lo sugiero aquí— que la Editora Regional reuniera
también las reseñas de otros que cabalgan por el Oeste con pasión crítica, como
Enrique García Fuentes o Juan Ramón Santos. Este libro no solo merece ser leído: merece ser seguido. Porque ilumina,
ordena, ofrece conversación. Porque, como toda buena literatura, nos enseña a
mirar mejor. Y acaso eso sea lo más valioso de Lecturas a poniente: que
en este oficio silencioso, resistente y expuesto a la intemperie que es leer;
hay también una forma de compañía. Y leer este libro es dejarse acompañar por
una inteligencia lúcida y una sensibilidad fiel. Y eso, en estos tiempos, es un
lujo.
Álvaro Valverde
Editora Regional de Extremadura, Mérida, 2024
NOTA. Esta reseña ha sido publicada en el número 501 de la revista QUIMERA.