14.2.13

San Valentín














Vaya por delante que nunca he celebrado el Día de los Enamorados, como casi todas, una fiesta comercial sin más. Hace poco escribí: "Una ciudad es todas las ciudades". (Algo que ya habría escrito antes alguien, a buen seguro.) Por eso, como en Sevilla, Florencia, París o Venecia, en ésta también hay un puente sobre un río donde los enamorados cierran sus candados en señal de amor eterno. Bueno, eso supongo. Digo más: río, en rigor, no es y puente, lo que se dice puente, tampoco. Se trata de una pasarela metálica que cruza el Arroyo Niebla. Por la Dehesa de los Caballos. Aunque hace mucho que ese regato lleva mucha porquería (se ha hablado mil veces de canalizarlo), les contaba hace poco a mis alumnos (salió el tema en clase) que fue aurífero, según las viejas crónicas. El oro, el amor... Sí, ¿quién va a tener en cuenta, al prender allí el candado, que ese puentecino pasa sobre aguas oscuras e infectas, por encima de un regato remoto e inmundo que desemboca en el humilde río Jerte?