9.5.13

Casi

Así se titula el primer libro publicado por el joven poeta cordobés Rodrigo Manzuco (1988) que fue premiado con el Emilio Alarcos por un jurado congruente del que formaron parte Josefina Alarcos, José Luis García Martín, Jesús García Sánchez (Chus Visor), Carlos Marzal y Aurora Luque. Lo presidió Luis García Montero y actuó como secretaria Rosario Duque. En la cubierta, una preciosa imagen de chatarra espacial (tomada de Google) que resalta sobre el negro visor gracias al diseño de Fernando López. En la contracubierta se nos cuenta que Manzuco es un "técnico informático, especializado en análisis de programación en versiones abreviadas -pseudocódigos- escritos en sistema ordinario natural". No sé muy bien lo que es eso, pero me da que algo tiene que ver con su forma de escribir poesía, que es lo que a uno le importa. Es verdad lo que dice Augusto Censo en el mismo sitio: que estos poemas están "en consonancia con la vertiente más despojada de la poesía última". El título, por tanto, es muy coherente. Anticipa lo que vendrá después. Unos poemas dotados de una seductora fragilidad; humildes, sugerentes y elegantes en su delgadez; propios de una poesía sutil que se podría calificar de minimalista. Pero Manzuco, al contrataque, precisa: la de alguien "sencillo, no un barroco minimalista".
A uno, por ponerse estupendo, le recuerda, a debida distancia, la de un Fabio Morábito. Por el tono, que aquí es forma. Del poeta mexicano, pongo por caso (so pena de que RM no lo haya leído), y de algunos vates españoles de las últimas hornadas que se rastrean a través de las citas y las dedicatorias: Javier Rodríguez Marcos (al que dedica "Frágil", título de un libro del poeta extremeño), Juan Antonio González Iglesias (al que veo detrás del divertido "Nacimiento" donde Louganis, el saltador de trampolín, aparece como artista invitado), Abraham Gragera (tengo sus dos libros publicados encima de la mesa), Josep Maria Rodríguez, Luis Muñoz (otra referencia clave)...
Esa aparente pequeñez puede ser grande. Como en los poemas "Mirad las aves del cielo (Mt 6,26)" o "Más luz". "Lo que ocurre es que siento cosas pequeñas, siempre. / Es todo", escribe en "Corto".
Ya que aludo a ella, la luz es una constante en este libro. Y no sólo porque aparezca nombrada varias veces. Es también por lo que irradian estos versos nada sombríos. Una luz propicia a la felicidad, un atributo adyacente a la juventud, el mar, la belleza y el verano.
Versos irónicos (cuando no humorísticos) que pueden tornar, a rachas, metafísicos; "por la emoción", precisa Censo. Unas palabras de María Zambrano acompañan al último poema de libro donde a uno le suena Brines (al que nombra en otro).
"Mi alma se parece a este paisaje", dice, y creo que se podría aplicar a este libro. O eso parece, más allá de las "máscaras consuetudinarias que nos impone la literatura, de la devastación de las palabras huecas y de los sentimientos con fecha de caducidad razonable". También de "los libros de marca registrada, de la inspiración envasada al vacío", como reza en la ocurrente "Dedicatoria" final, donde brilla el nombre de Francisca García, su madre, a la que brinda un emocionante poema con el mismo título: "Madre".
Tres poemas dedica Manzuco a la poética (aunque no faltan otros guiños): "Debajo", "Obtusía" y "Breve tratado de literatura". En el segundo se puede leer: "Mi premisa siempre: ¿qué? / Mi diálogo: ah, no sabía, ¿en serio? / Mi tregua: qué más da. Y en "Casi", como el libro: "que mi voz sea un susurro, / mis ímpetus un vale, / mi resultado / casi".
En un texto que publica la revista Sibila, Hugo Mujica, al que Manzuco dedica el mencionado poema "Corto", escribe: "la palabra 'casi', es decir, un ya pero no aún, un poco menos que, un aproximadamente, un por poco pero... Casi: tensión y vilo". Sí, eso y más es este libro; el de un "Poeta, no escritor" ("Autorretrato") que me parece que tiene las cosas claras, a pesar de su juventud, un territorio proclive a las indefiniciones.
Tomo nota. No es mal comienzo. Manzuco (apellido inédito, según creo, en las letras hispánicas) pasa a formar parte de la extensa, prodigiosa lista de poetas cordobeses de todos los tiempos. Algo ha de tener esa ciudad para dar tantos y tan buenos versos. Una tradición, o casi.