16.3.15

De paseo con Thoreau

La exquisita editorial madrileña Errata Naturae publica Un paseo invernal, de Henry David Thoreau (que ha traducido estupendamente Marcos Nava) y uno lo lee con sumo gusto porque se trata de uno de los personajes más simpáticos de la literatura y la filosofía -un adelantado de la Ecología y de la defensa de la Naturaleza- y, además, porque trata de un asunto que a uno le apasiona: el paseo. Ya leí en su día Walden, aunque a ratos se me hizo un poco cuesta arriba. Sin embargo, este paseo invernal, seguido del ensayo "Caminar", me ha resultado tan cómodo como placentero. Tal que una de mis habituales caminatas. Por el campo, claro. 
La espontaneidad del pensamiento en Thoreau, la sinceridad y la pasión con que se expresa, resulta a veces llamativa. Es un ingenuo, tal vez, pero deslumbra con sus ideas, nada alambicadas, y por su estilo, que en lo que respecta al texto que da título al libro, me ha parecido excelente. Descriptivo, sin duda, pero natural como la vida que a su alrededor observa. Debajo del invierno, nos viene a decir, alienta el verano. Muy cerca. A uno incluso le da pena, después de leerlo, que se acabe. La abundante nieve de esta temporada habrá acompañado a la perfección a quienes, del norte, lo hayan leído estos meses de atrás. Cabañas, nieve, ríos... Preferencia incontestable por los "lugares salvajes" donde habita el hombre inmóvil, "devoto de lo invisible". Por el reino "primitivo" de "la simplicidad y la pureza". Allí, la contemplación y la serenidad. La armonía.
En "Caminar" hay una defensa de ese "Arte", sí, pero sobre todo de "lo salvaje". Porque "la vida coincide con lo salvaje. Lo más vivo es lo más salvaje". "Todo lo bueno es salvaje y libre". De una existencia apegada a lo animal, lejos de la domesticación, poco civilizada. Los caminantes, una "hermandad". Somos, dice, como el camello, "el único animal que rumia mientras anda". Sus pasos suelen llevarle al Sudoeste. Estamos, afirma el patriota americano, "en la verdadera edad heroica". Para él "la esperanza y el futuro no residen en los jardines ni en los campos cultivados, tampoco en los pueblos y ciudades, sino en los pantanos impenetrables y salvajes" que rodeaban su ciudad natal: Concord. "Mi energía espiritual, apunta, es estrictamente proporcional a lo inhóspito del paisaje". Los libros -salvo la mitología, señala, nada se acerca a la Naturaleza como él la concibe- se orientan también hacia ese lugar: "De la literatura sólo nos atrae lo salvaje".
Se calificó de "habitante fronterizo" y buscó, en tanto "hijo de la niebla", una "vida natural". Aspiraba, más que al conocimiento, a lo él denomina "la Simpatía con Inteligencia". Abogó por "La Ignorancia Útil", es decir, por el "Conocimiento Bello" y, en español, hizo alusión a nuestra "gramática parda".
Por lo demás, aunque en "Un paseo invernal" Thoreau incluye versos, me ha parecido extraordinario "La vieja carretera de Marlborough", parte fundamental de "Caminar", donde acaso mejor se fundamente su pensamiento, que a partir de ahora (no recuerdo haberlo leído antes) pasará a formar parte de mi íntima y selecta antología de poemas de todos los tiempos.