Estoy de acuerdo en que, con vistas a la próxima legislatura, se debería firmar, de una vez por todas y cuanto antes, un Pacto por la Educación que, a la fuerza, tendría que empezar por la derogación de la infame Ley Wert que el PP se empeñó en sancionar en contra de todos, incluidos ellos mismos, y la posterior aprobación, por consenso, de una nueva ley que abandonara por fin el corto y el medio plazo para proyectarse en el tiempo con la necesaria ambición. Así se dejarían de lado tantas insensatas, banales conversaciones de bar sobre ese asunto tan serio del que al parecer, como de las películas o del fútbol, cualquier puede hablar sin que ello implique un previo conocimiento de causa. Eso sí, nadie se llame a engaño: que esta ley educativa y las anteriores (aunque haya grados y grados) sean malas, o cuando menos mejorables, no implica que los maestros y profesores de este país no hayan sido y sean capaces de, sobreponiéndose a sus defectos y carencias, profesionalidad mediante, sacar adelante a promociones y promociones de alumnos educándolos o instruyéndoles como es debido. Lo digo porque algunos, los más, dan a entender con sus juicios precipitados y sus desinformados comentarios que vivimos desde hace décadas en un erial educativo y que la incapacidad política impide que ese milagroso hecho suceda. Y no es verdad. Insisto: por encima de las limitaciones, de los recortes, de las carencias, de las leyes, de las malas políticas, etc., los profesionales de la enseñanza realizan su labor y siguen empeñados en que la instrucción pública, que es la que a uno le interesa y defiende, por su carácter democrático e igualitario, favorezca a los niños y niñas de este país que no tienen la culpa de que les gobiernen personas que anteponen otros intereses al más general e importante de todos, el de la educación, como reconoce cualquiera al que le pregunten qué hay que mejorar en España. Harto de escuchar tanta tontería, tras ver cada día la ejemplar labor de mis compañeros, cansado, como ellos, a estas alturas del curso y con un pie en las merecidas vacaciones, me parecía oportuno hacer esta sencilla puntualización. Cosa de maestros.