30.11.16

El que escribe

Antonio Moreno lleva un año intenso. Primero publicó en Renacimiento Unos días de invierno, inesperado libro de haikus; ahora, No lejos, en Newcastle Ediciones (una aventura de Javier Castro), con la imagen de Il tuffattore en la cubierta; y queda por salir un diario de viajes extremeño, coeditado por Pre-Textos y la Fundación Ortega Muñoz. Eso por no hablar de Cantó un pájaro. Antología esencial 2002-2016 de Vicente Gallego que ha editado (prólogo y selección de poemas) para FCE. Sus lectores, no cabe duda, estamos de enhorabuena.
Recoge en éste una excelente colección de prosas reflexivas en torno a la memoria y al paisaje que se localizan, de ahí el título, cerca de su propia casa, en Elche. Pocos viajes, sin embargo, más exóticos y lejanos que los que uno realiza por los alrededores de su cuarto. Por eso, uno de los textos es tan elocuente: Genius loci, inspirado, en parte, por un libro del arquitecto noruego Christian Norberg-Schulz sobre el espíritu del lugar.
En todos utiliza, lo que da unidad y coherencia al conjunto, la fórmula "el que escribe", sin apenas variaciones: "quien ahora escribe", "el que esto escribe"... "Ver, andar, leer" podría ser su lema. El de quien explica que "escribir para él es más bien una forma de mirar". En ellos, con la "mirada atenta", este solitario "observador de la naturaleza" lo mismo relata las sencillas peripecias de un paseo en bicicleta que recuerda a sus amigos en la Plaza del Arrabal; que comenta un cuadro de Carlos de Haes (uno de los fragmentos más interesantes de la obra) o evoca los recuerdos de su abuelo José Guerrero (como mi abuela Feliciana, de 1900) en su casa de Murcia, viajero en los trenes de España. Además del paseo, la arquitectura o la pintura, está entre sus intereses la arqueología, a la que dedica otra de las entradas, siempre trufadas de citas de autores clásicos o de referencias artísticas sin que por eso parezca el que escribe un pedante o un erudito. Si por algo se caracteriza la poética de Moreno (en su obra no cabe hacer distingos por géneros) es por su naturalidad, esa voluntad de llaneza cervantina que se va acrecentando a medida que pasan los años.
En la segunda parte reúne sus meditaciones en torno al silencio (plasmadas en el ensayo que prologaba la antología Vida callada), así como los artículos "Un conflicto antediluviano", que vio la luz en la revista Clarín, y "Hamlet, nostalgia del silencio", que apareció en su blog Aquí y ahora, donde se recogieron en su día otras páginas del libro.
Un puñado de imágenes relacionadas con lo dicho (el saltador de la tumba de Paestum y una fotografía de su padre en salto parecido, su abuelo en un andén de la estación de Alicante a finales de los cincuenta, Cezanne caminando, reproducciones de distintos cuadros: de Ramón Casas o el mencionado Carlos de Haes) cierran el delgado volumen que, además, guarda en medio una pequeña joya: el poema "Camino de la Piedra Escrita", que tuvimos ocasión de dar aquí como primicia. Gracias.