2.5.17

Punto y aparte

Lo contaba mi amigo Miguel Ángel Lama, que me conoce bien: "Me acordé este miércoles pasado de una entrada del blog de Álvaro Valverde titulada «¡Avalancha!», en la que exclamativamente agradecía los muchos envíos de libros que le llegaban —y siguen llegándole—, al mismo tiempo que confesaba no dar más de sí, no poder abarcar tal aluvión de páginas enviadas, en su mayoría —digo yo—, con la pretensión de que fuesen comentadas o mencionadas por él. Esto suele parecer lo más importante para algunos remitentes, y no que esas páginas se lean con la dedicación que merecen; porque, de ser así, de leer con el debido debido detenimiento, se perdería la actualidad, la oportunidad, dar el primero". Con matices, sin generalizar ni pretender herir a nadie, lo suscribo. No, no quiero convertirme en un lector profesional. Ni puedo. 
Doce años es mucho tiempo. Es lo que dura, exactamente, esta pequeña aventura. Este trabajo gustoso que ha aspirado a ser, por usar dos palabras anticuadas, honesto y coherente. Aunque sujeto a la actualidad (lo que alguien se empeña en afearme), hecho con el necesario rigor y, claro está, por amor al arte. Si ha permanecido en el tiempo ha sido gracias a la perseverancia (esa virtud tan poética) y a la resistencia (una de mis palabras preferidas), pero persuadido de que hay alguien ahí fuera leyendo lo que uno escribe. Pocos o muchos, qué importa. Gracias. Con todo, de ahí lo del punto y aparte, no puedo seguir así; a este ritmo de entrada diaria, o casi, quiero decir. Al final, se pregunta uno, como Landero en su balcón: "¿tantas fatigas para qué?". Por eso, en lugar de cerrar el blog, que es lo que tenía decidido, hago caso a un par de amigos y opto por dejar la puerta entreabierta.
Han pasado tres años desde el desahogo que comentaba Lama y la situación se ha agudizado. Aquí atrás, por ejemplo, llegaron el mismo día siete libros. Entre ellos, la Poesía Completa de Cavafis, en edición de Pedro Bádenas de la Peña (761 páginas), y la Poesía Completa de Gerardo Diego (3.000), dos obras, sin duda, de referencia.
Lo que no sabe Miguel Ángel es que aproveché las pasadas Navidades para ir sacando libros de casa. Sí, un nuevo expurgo. Para empezar, las novelas. Me he quedado con El Quijote, las de algunos amigos y poco más. Sólo eso. El resto ya está guardado en cajas que me facilitó el librero Álvaro Quijote. Pena me da, pero... Mi hijo me ayudó a transportarlas a lugar seguro. Que tiemblen los libros de poesía y los de ensayo: ya estoy con ellos.
Termino, que esto se alarga demasiado. Entre el entusiasmo y la quietud, me decanto ahora por la segunda. Eso sí, insisto, la puerta de este rincón queda entornada. No sé lo que nos deparará el futuro, pero de algunos libros y ciertas situaciones hablaré. Lo doy por hecho. También publicaré las reseñas que vayan apareciendo en El Cultural. Y en TuriaCuadernos Hispanoamericanos, FrearClarín... Como suele uno decir, seguimos.

Nota: La fotografía que ilustra esta entrada se titula "Six paper structures" y es obra de Abelardo Morell.