6.7.17

Final de curso

Una cita:
"Ejercí la docencia no sin ganas, aunque es un oficio que cansa y desgasta. Llegas a la jubilación, si es que llegas, peor que baldado y ni Dios te lo agradece. A lo sumo, ves, pasados los años, a un expupilo por la calle, apenas reconocible de estatura y de facciones, y te saluda sonriente. Algo es algo.
Venían padres y, sobre todo, madres al aula en las horas estipuladas para que el profesor los pusiera al corriente del rendimiento y conducta de los alumnos. En mi caso, ninguno volvía sobre sus pasos sin al menos un elogio a la criatura, aunque la tal fuera un humanoide merecedor de grillos y mazmorra no contemplados en las directrices pedagógicas. Si tienes medio gramo de corazón y otro medio de cordura, ¿qué vas a hacer? No puedes mandar a la gente a su casa marcada con el látigo de la verdad. Había historias tristes, por descontado cotidianas. La escuela es un espejo de la vida. Esto supongo que ha sido dicho cientos de veces con escasas variantes enunciativas. En la escuela uno ve de todo, se entera de todo.
(...)
En los cursos de educación primaria el panorama humano era distinto. Allí aún se practicaba con fruición la ceguera. No escaseaban los padres abrigantes de ilusiones desmedidas, convencidos de haber traído al mundo un genio. Y alguno que otro, con achaque de afianzar la convicción, añadía: "Este ha salido a mí". Tocaba la niña con la flauta dos compases seguidos de Noche de paz y ya era Mozart. Multiplicaba el niño de corrido la tabla del seis y ya estaba en disposición de fotografiarse con la lengua fuera a la manera de Einstein. El propio Picasso se habría retorcido de envidia a la vista de los logros pictóricos de aquel enjambre de chiquillos". Fernando Aramburu, "¿Qué es un genio?". El Mundo.

Y en este complicadillo final de curso, ya dije, tres obviedades al hilo de los acontecimientos:

Los alumnos pasan, los hijos permanecen.
                              
                                     ◆

No aprende quien puede, sino quien quiere.

                                      ◆

Hay alumnos que ni merecemos ni nos merecen.