Retirada
Pureza Canelo
Pre-Textos, Valencia, 2018. 64 páginas.
Digámoslo pronto: pocas voces más singulares en la poesía contemporánea escrita en español que la de la extremeña Pureza Canelo (Moraleja, 1946). Responsable de la Fundación Gerardo Diego, ganó con veinticuatro años el Premio Adonais y desde entonces su obra ha ido creciendo hasta convertirse, como digo, en una de las más inconfundibles y genuinas del panorama. Gracias a libros como Celda verde, Lugar común, El barco de agua, Pasión inédita, Dulce nadie, A todo lo no amado y Oeste. En Cuatro poéticas reunió Habitable, Tendido verso y No escribir (más Tiempo y espacio de emoción), entregas que constituyen una línea central de su poesía: la que reflexiona sobre la propia tarea de escribir. En esa misma dirección de índole indagatoria y metapoética se sitúa Retirada, que agrupa poemas en prosa y, en apariencia, sin título, hasta que en el índice se comprueba que lo tienen. En el primero se pregunta “¿Qué será Retirada?”, y responde: “Un volver sobre lo vivido y lo escrito, hincada en el adiós”.
Escrivivir, diría Ponç Pons. Fervor, Zagajewski. La poesía, en suma: “mi refugio del mundo”. Una pasión y una consigna: “de la vida a la palabra, de la palabra a la vida”. “Contarlo: he estado aquí”, de eso se trata.
El libro “nació sin brújula”, confiesa, “para no ser publicado”. Tal vez por eso, desde el rigor, sin cesiones ni ganga, avanza resuelto y en libertad. Su lenguaje (lo fundamental aquí), más incisivo que seco, sin presunción, desprovisto de retórica, no repara en otra cosa que no sea un discurso que gravita sobre tres claves: esencialidad, claridad y profundidad.
Allí, la memoria y el olvido, la infancia, una casa de hiedra y la madre, el atardecer y su melancolía, la noche y la luz, el otoño y su Oeste… Pero sobre todo, ya se dijo, la meditación acerca del misterioso acto creativo. Consciente de sus límites: “no puede con lo incalculable de la esfera”. De que de nada sirven el padecimiento y la constancia. De que “son mis años que enfilan aturdimiento, desposesión, vejez”. Contra el ego (“deficiencia perenne”), la vanidad y el reconocimiento. Frente a ellos se alza esta suerte de expiación con aires de recuento y despedida donde no falta la más dura autocrítica: “Si supieran que dudo de mi capacidad de escritura”. “Arenas movedizas la escritura”, escribe, “juego suplicante y transitorio”.
“Sólo soy lugar de ocultamiento”. “La soledad es hermosa, Dulce nadie la llamé un día”, leemos, y: “Seguir a pie es mi consigna”.
Canelo afirma: “En retirada creceré, lejos de los años perdedores”. “Creo en la retirada”. Sin olvidar, eso sí, que la poesía “es el sin vivir mío, la que mueve todo anhelo”. Qué sabia lección de permanencia.
Suavemente
ribera
Antonio
Manilla
Visor,
Madrid, 2019. 100 páginas.
El
octavo libro de poesía de Manilla (León, 1967) se abre con
"Impromptu": "El motivo inmutable / es la muerte".
Sigue: "-la vida, variaciones...". Alude después a "las
horas fugitivas". El plan está trazado. El final, ya escrito.
En medio, el tiempo. "Suavemente ribera / mientras el tiempo
pasa". Con naturalidad, la naturaleza está volviendo a nuestra
poesía. Nunca debimos desdeñar al campo. Está ahí. Y digo
"campo", como Machado. El que pasea AM por su suelo natal demostrando que hay demasiado cosmopolita impostado. Un cercano
microcosmos puede ser un mundo ancho y ajeno como cualquiera: "tan
cerca y tan ignoto". No es un antiguo
el
autor del ensayo Ciberadaptados.
Sí un paseante lento, contemplativo y melancólico que observa el
paisaje con sensibilidad. Paciente como un naturalista. A “la
infatigable búsqueda de la felicidad”.
Lo
machadiano abunda en un libro sereno, de sesgo clásico (culto y
popular) y modos elegíacos, donde prima el canto sobre el cuento
("La mentira del canto fue contar"). Para ello utiliza un
lenguaje armonioso y rítmico, que no desdeña ligeros barroquismos
ni un vocabulario escogido, y usa con técnica y maestría, por
ejemplo, el encabalgamiento.
Se
cantan aquí los renovados "milagros cotidianos" (“la
vida se repite”); los del mero, efímero existir. La luz y el
"amable desdén de la belleza". "Este pasar y estar al
mismo tiempo". Porque "somos materia para el lento óxido".
La
serie "Espacios despoblados" remite a la "España
vacía". A ella vuelve, aunque "Nunca debes volver".
“Mundos perdidos” donde residen aún las "sombras de la
memoria", "-llámese amor o madre o sólo infancia".
Casas familiares con vidas que perduran por encima del abandono y la
ruina. La España de la demotanasia, mencionada en "Casa en
solar ajeno", el poema más extenso y central del libro. Un
término acuñado por Pilar Burillo para referirse a "la
desaparición lenta y silenciosa de la población de un territorio
que emigra y deja la zona sin relevo generacional". "Buscamos
el olvido", leemos. "Pasar inadvertidos: ese era nuestro
oficio".
En
"Tierra extraña", lo lírico se impone y los versos tornan
sabios y orientales (a lo errante Basho), en formas epigramáticas y
meditativas. Como en Cavafis, "importa el camino". Porque
"vivir es ir hacia la muerte andando". Se ensalza, en fin,
el carpe diem:
"Aprecia cuanto tienes", disfruta de "lo eterno en lo
fugaz".
AM
termina: "Yo soy de donde voy". "Voy a un país sin
límites: / la patria sin fronteras de la muerte". El círculo
se cierra.
NOTA: Estas reseñas de los últimos libros de Pureza Canelo y Antonio Manilla se publicaron el pasado viernes, 22 de marzo, en El Cultural.