23.3.19

Por lo del Día Mundial de la Poesía

No, no es uno partidario de este tipo de celebraciones. Las del Día de... Como recordó la consejera Leire Iglesias, ésta cumple veinte años. Bien está. La pobre poesía lo agradece. Y los pobres poetas, que por una vez salen de su apartado y silencioso rincón y ven las caras de los lectores. Con todo, acepté encantado la amable invitación de Fran Amaya y, en la Biblioteca Pública del Estado Antonio Rodríguez Moñino/María Brey, ningún sitio mejor, me reuní con Isla Correyero, Irene Sánchez Carrón y Basilio Sánchez para leer poemas. Fue un acto sencillo. Después de las palabras de la consejera, la cantante argentina Johanna Zohler interpretó una canción. El resto de la velada siguió el mismo formato. Amaya nos iba presentando con breves citas críticas sobre nuestra poesía y cada cual (con un tiempo máximo de quince minutos, que nadie sobrepasó), fuimos leyendo versos. Las nuestras, son voces diferentes. La herida y apasionada de Isla Correyero. La lúcida y profética de Basilio Sánchez. La natural y femenina de Irene Sánchez Carrón. Optamos por leer poemas de nuestro último libro. Los de ellos tres, publicados por Visor.
Uno se dijo de antemano: para cuando llegue mi turno (siempre soy el último, por aquello de la uve), ya estará la gente (el público fue, por cierto, numeroso) al borde de la sobredosis lírica. Sí, a uno le dan mucho miedo los excesos poéticos. Y no, eso no sucedió. Porque todo estaba muy medido y nadie, insisto, sobrepasó el límite fijado. También porque los poemas de mis compañeros sonaron de maravilla. Cada cual a su modo. Así la poesía no cansa. El más atrevido fue el último premio Loewe, que tras un inspirado exordio de esos que él parece recitar de memoria como quien entona una oración, leyó del tirón, con esa voz tan estupenda que gasta, sin comentario alguno, un buen puñado de poemas de He heredado un nogal sobre la tumba de los reyes. No me extraña que Irene se mostrara irónicamente dolida porque no es la primera vez que le toca actuar detrás de él. Para terminar, la cantante argentina interpretó un par de canciones y nos fuimos. 
Como cuento, acudieron muchas personas al acto (que no evento, Josemari). Pude saludar, entre otros, a Remedios, mi antigua y querida profesora de Didáctica; a Susi Fernández; a Lourdes y Josemari, antiguos compañeros en Montehermoso; a Sandra Eisenheim y Antonio Rivero Machina; a una señora que había trabajado en mi colegio y que me habló de su hija y de la Virgen del Puerto, pero de Clermont-Ferrand (Notre Dame du Port, que es negra), donde vive su hija placentina; a Maribel...
Entré con mi tía Marivi y salí con mi hermano Jesús, representantes de la familia. Con Jesús y con Fran Amaya, tan encantador y cariñoso como siempre, que se empeñó en acompañarnos hasta la puerta a pesar de sus compromisos.
El próximo viernes, Basilio y yo volveremos a torear juntos en la plaza de Trujillo, una de las más bonitas del mundo. Presenta nuestros libros en esa Feria Miguel Ángel Lama. Antes, el martes, Irene leerá en el Aula "José Antonio Gabriel y Galán" de Plasencia. Seguimos. La poesía, que no cesa.

Dibujo de María Fernanda Sánchez