15.6.20

La poesía de Lars Gustafsson

Del autor sueco (1936-2016) hay abundante obra publicada en España. Pero sólo en la vertiente narrativa. Su novela más celebrada es sin duda Muerte de un apicultor, que publicó El Aleph en 1986 y Nórdica en 2006 y 2016. Era una anomalía literaria que no tuviéramos en castellano una amplia muestra de su poesía de la que apenas conocíamos poemas sueltos gracias a la extraordinaria labor divulgadora de Francisco J. Uriz, al que nunca se le podrá reconocer lo suficiente su trabajo a favor de la literatura escandinava. Es más, uno desconocía que en su país era considerado, ante todo, poeta. De ahí que uno celebre la aparición de Puentes. Antología (1962-2016), en edición y traducción del profesor e hispanista Mikael Rydén, que añade a su exigente catálogo la palentina Cálamo con el acierto y el cuidado que acostumbra. Aunque el Nobel se lo llevó su amigo Tomas Tranströmer, bien podría haberlo conseguido Gustafsson. Pero no es eso lo que importa. Para este lector lo sustancial ha sido encontrar una poesía excelente, de una altísima calidad, digna de un poeta y no, digamos, de un escritor que escribe poesía, y espero que no se malinterprete el matiz.
Gustafsson, que se formó como filósofo, ha cultivado todos los géneros literarios. "Su obra completa es voluminosa, de unos ochenta volúmenes", explica Rydén. Es, además, uno de "los numerosos escritores suecos exiliados durante parte de su vida". Vivió, por ejemplo, en Berlín y en Austin, Texas. Y un polemista de talla. 
"Ya desde su primer poemario -comenta su editor y solvente traductor-, Gustafsson marca su distancia con la tendencia surrealista. [Hay que tener en cuenta que la renovación poética o modernismo fue muy tardía en Suecia.] Además, desaprueba el afán modernista de expresar lo inefable. Como filósofo, Gustafsson había sido educado dentro de la tradición analítica, lo que en parte podría explicar ese doble rechazo. Según Gustafsson, todo lenguaje sirve para la comunicación. De aquí la claridad y llaneza de su idioma, que ofrece pocos problemas de desciframiento. La poesía la ve como un instrumento cognitivo con el cual explorar la realidad y los límites del saber". La cita es larga, pero elocuente. 
Un tema clave de su poesía, subraya Rydén, es "el de los dos (o varios) mundos cercanos aunque irremediablemente separados entre sí". En poemas como “El perro blanco”, “Dataciones”, “Ilusión”, “Cristal de ventana”, “El bosque” y “Llegué a una plaza”. 
Indica dos "aspectos importantes" de su poesía: que en sus poemas "pululan los sistemas tecnológicos y los conceptos científicos" (fue alguien "bastante versado en matemáticas y ciencias naturales", ) y "lo recurrente que es en su poesía el tema de la naturaleza". Precisa que "Nació y creció en la provincia de Västmanland, en el centro de Suecia. Incluso después de haberse trasladado a los Estados Unidos, volvía todos los veranos a su provincia natal". A continuación agrega:"Se dice de muchos escritores suecos que son discípulos de Carlos Linneo, el gran científico y escritor dieciochesco. En mi opinión, Gustafsson lo es en mayor grado que la mayoría. Ambos son viajeros y exploradores del mundo tangible".
El traductor constata que su "actitud es racionalista, por lo que sus indagaciones muchas veces terminan en lo enigmático. El “estilo” de Gustafsson, por lo tanto, no hay que verlo como un efecto “literario” sino como la expresión personal de su vivencia del mundo". 
"La disposición de la antología es temática. Los cuarenta y tres poemas son seleccionados de dieciséis entre sus dieciocho poemarios", concluye.
Los poemas son, por usar una sola palabra, potentes. Escritos por un hombre lúcido. Están muy bien armados y remiten a un mundo donde cobran importancia los paisajes y los lugares ("Los hermanos Wright buscan Kitty Hawk", "Un paisaje", el impresionante "Balada de los senderos de Västmanland", "Nostalgia por el bosque de Våla Occidental", "El bosque"), la exploración y descubrimientos ("El Malacate de Polhem"), la aventura y los viajes ("Balada de los perros", con Ibn Battuta, "Los puentes de Könisberg"), las casas ("La vieja casa"), las matemáticas ("Los números primos"), los libros ("La salida de Robinson")... No le deja a uno indiferente la lectura de "Liebre", "Somorgujo", "Elegía a Sörby", "La esposa de Lot", "Sólo el río permanece", "A menudo sueño aquí" o, por no citar a este paso todos, "Monólogo", una suerte de autorretrato que deja ver a las claras la talla poética de Gustafsson.
He aquí un puñado de versos entresacados de estos poemas que cito: "En el siglo XIX el mar a menudo huele a cerrado". "Hablamos y las palabras saben más que nosotros. // Pensamos, y lo que pensamos corre delante, / como si lo que pensáramos supiera algo / que no supiéramos nosotros". "«La naturaleza es buena», se dice / en ciertos productos. / La naturaleza es buena. / ¿Y cómo lo sabéis, / mercachifles de margarina?". "Escribimos los senderos y los senderos perduran / porque son más sabios que nosotros / y saben cuanto queríamos saber". "Qué mansas y ausentes se vuelven las cosas". "... y quedarse para siempre en esa patria chica / que ya no existe". "La vida que fue no es mía. / La mía nunca la hallaré". "Dudo, y por tanto soy". "Amarme es difícil, según creo. / Es difícil decir quién soy y dónde me encuentro". "Me pides un consuelo, no son fáciles los últimos consuelos".
Los tres poemas finales son también espléndidos y se incluyen, explica Rydén, por sugerencia de la mujer de Gustaffson, la escritora Agneta Blomqvist. Ella está en ellos. En "Será un día", el poema que abrocha delicadamente esta preciosa antología, leemos: "Tú estarás allí, / aunque no hablarás mucho: / pasarás solo tu mano por mi pelo / mirándome a la cara / con esa leve sonrisa / que trasluce el brillo de tus ojos".

Puentes. Antología (1962-2016)
Lars Guftansson
Edición y traducción de Mikael Rydén

Cálamo Poesía, Palencia, 2019. 112 páginas. 16 €

Nota: Esta reseña se ha publicado en la revista digital El Cuaderno