18.10.20

Los artículos de Aramburu

Después de confesar que no leía diarios, el cascarrabias de Juan Ramón Jiménez dijo en una entrevista publicada en la revista colombiana Cromos en 1925: "Siento positivamente que los escritores caigan en el periodismo que es pozo del arte". No, ni siquiera los genios aciertan siempre. Para demostrarlo está Utilidad de las desgracias, de Fernando Aramburu (San Sebastiáan, 1959), que publica Tusquets, cuyo prólogo, "Antes que se me olvide", viene encabezado, no obstante, con la inquietante pregunta: "¿Me equivoco al asociar el articulismo con la literatura? La respuesta, como bien dice, es no, no se equivoca, siempre y cuando no estemos hablando de "cualquier literatura" ni, en rigor, de periodismo. Él es un escritor que escribe en los periódicos, cabe matizar. Y con la misma voluntad de estilo que caracteriza toda su obra; un rigor y una exigencia apreciables y apreciadas por cualquier lector. 
En este libro reúne casi todos los artículos que publicó en El Mundo entre 2017 y 2018, a lo largo de ochenta y una semanas y que conformaron la serie "Entre coche y andén". Siempre en domingo. Estaban ilustrados por Gabriel Sanz, que se encarga con "destreza admirable" de la cubierta. 
La selección fue asumida por su editor, Juan Cerezo, así como la clasificación por temas y su consiguiente designación. También eligió el título, que es el del último artículo de la muestra. Creo que acierta en todo y no me extraña el incondicional "visto bueno" del narrador.
Siete con las partes a que aludimos: "Recordar una vida", "No olvidar el dolor de los demás", "Disfrutar del presente", "Entregarse a un oficio", "Apasionarte con la lectura", "Creer en la educación" y "Extraer algunas certezas". Si han leído al vasco, comprobarán que estos rótulos lo describen. A él y a su filosofía de vida. Los títulos de los artículos tampoco llaman a engaño. Nada en la extensa obra del autor de Patria lo es. Si por algo se caracteriza es por su coherencia y por su honradez, algo que se deduce al leer con la calma debida estos textos. ¿De qué tratan? De la infancia, de los estudios, de la familia, de su ciudad natal y del País Vasco, del terrorismo, de Zaragoza, de su otra patria: Alemania y de "la guapa", de la bondad y el perdón, del fútbol, del oficio de escribir, de la lectura y de la literatura, de la novela y de la poesía, del estilo, de la educación... Entre la amenidad, bien entendida, y la reflexión, Aramburu va desgranando no pocos asuntos, siempre apegados a la realidad, consciente de que publica en un periódico y, ya se dijo, para todos los lectores. 
El propio autor lo resume muy bien en una entrevista publicada en El Cultural: "Ofrezco al lector las reflexiones de un hombre que piensa por libre, ama las humanidades, confía en la educación, reprueba la violencia, colecciona y agradece los pequeños placeres". 
Uno, que siguió con fervor y puntualidad aquellas entregas dominicales, las ha vuelto a leer y no parecen las mismas, a pesar de que lo hice en papel y no sobre una pantalla. Misterios de la letra impresa. Sí, un libro es un libro, aunque esto parezca una ocurrencia del inolvidable Rajoy.
Para muestra, y por lo que a uno le toca (aunque sea otro de los capítulos, "Necesidad de poesía", el que me "toque" más por aquello de que se ocupa de lo poético y, entre otras cosas, de su lectura madrileña de El cuarto del siroco), este botón. Así empieza "¿Qué es un genio?", precisamente. 
"Ejercí la docencia no sin ganas, aunque es un oficio que cansa y desgasta. Llegas a la jubilación, si es que llegas, peor que baldado y ni Dios te lo agradece, A lo sumo, ves, pasados los años, a un expupilo por la calle, apenas reconocible de estatura y de facciones, y te saluda sonriente. Algo es algo".