3.1.22

Una luz imprevista

Pocas veces ha leído uno un libro con la constante sensación de que le gustaría a tal o cual amigo. Personas cercanas, cabe matizar. Que a este o aquella se lo regalaría con gusto. Cada página de Una vida tranquila (Galaxia Gutenberg) suscitaba el recuerdo de alguien y era compartida en silencio y a distancia con él. 
Cuando empecé no sabía nada del autor, Coradino Vega, un profesor de literatura de Sevilla nacido en Minas de Riotinto (Huelva) en el 76. También desconocía de qué iba en rigor el libro. Si se han publicado reseñas, no me di cuenta. Lo vi en Madrid a finales de noviembre, en la exposición de Morandi, y me llamó la atención por la imagen de la cubierta: una natura morta del maestro boloñés. Y por el título, una de las posibles traducciones de still life, que para nosotros suele ser "naturaleza muerta". 
El libro es luminoso. Parece escrito en estado de gracia, aunque el proceso de escritura haya sido largo en el tiempo. Y no me refiero al de llevar al papel (o al procesador) su contenido. Lo que dice Vega ni se improvisa ni surge así como así, a pesar (no lo oculta) de las "referencias" consultadas. 
Su estilo está a tono con las ideas que pretende expresar. Transmite el sosiego al que aspira. Impera la sencillez, nada fácil de lograr cuando se habla de asuntos tan complejos. Y digo "complejos" porque los esenciales de cualquier existencia son enrevesados por naturaleza. Vega, sin embargo, se va abriendo paso con agudeza, hacia adentro. Su naturalidad resulta asombrosa. Quizá porque uno coincide plenamente con la poética que defiende: la de la humildad. Qué bien compone su defensa. Se vale de diversas obras y de diferentes autores. De vidas discretas como la del pintor Giorgio Morandi, la poeta Jane Kenyon, el compositor Federico Mompou y los monjes de la película De dioses y hombres. Pero no son los únicos. La galería es amplia (Ajmátova, Sophia de Mello Breyner, Zagajewski, Fra Angelico, Falla, Dickinson...) y sus apariciones en escena están muy bien traídas. 
Este emocionante ensayo de trasfondo autobiográfico que se lee, gracias a lo bien escrito que está, sin dificultad, revela además una moral de raíz humanista que resulta fácil asumir, más ahora. Hablo de mí.
Me ha llamado la atención lo bien que Vega conoce la poesía (aunque él sea novelista), algo poco común, incluso entre poetas. También la pintura y la música. 
No quiero desvelar ningún misterio más. El lector, como me pasó a mí, tiene derecho a descubrir por sí mismo lo que esta suerte de breviario propone. Su lectura me ha confortado. Me anima a perseverar en algunas, pocas convicciones; esas sobre las que se sostiene lo precario de cualquier biografía. 
La judía Etty Hillesum anotó en su diario: "En realidad se pueden decir con muy pocas palabras el par de cosas importantes de la vida". De eso se trata.