24.4.25

La poesía de Anna Świr


A pesar de lo bien atendida que ha estado la poesía polaca contemporánea en nuestra lengua –una de las grandes tradiciones líricas europeas– gracias a traductores tan solventes como Abel Murcia, Xavier Farré, Gerardo Beltrán o Elżbieta Bortkiewicz, de la poeta Anna Świr, que nació en Varsovia en 1909 y murió en Cracovia en 1984, y aun siendo una de las poetas polacas más importantes del siglo XX, los lectores españoles no teníamos hasta ahora noticia. Para remediarlo, Pre-Textos rescata sus versos de ese anómalo olvido gracias a la amplia antología bilingüe Hablando con mi cuerpo, dentro de la colección La Cruz del Sur.
Se han ocupado de la traducción el poeta Abraham Gragera (que acaba de publicar en el mismo sello La domesticación y que llevaba tiempo detrás de este proyecto) y Teresa Casas Hernández, a partir de Selected poems. A bilingual anthology of the poetry of Anna Świrszczyńska. Aunque el título esté en inglés, los versos se han vertido desde el polaco, lengua materna de la autora. En ese idioma publicó, entre otros, los libros Słowa czarne (Palabras negras, 1967), Wiatr (Viento, 1970), Baba jestem (Soy una mujer, 1972), Barykadę Budowałam (La construcción de la barricada, su obra más conocida, 1974), Szczęśliwa ogon Jak psi (Feliz como el rabo de un perro, 1978) y Cierpienie i Radość (El sufrimiento y la alegría, 1985).
Suelo desaprobar los prólogos en los libros normales. Cosa distinta es cuando se trata de antologías, ediciones críticas o poesías completas. Aquí echo de menos unas páginas en torno a la vida y la poesía de Świr. Nada que no pueda remediarse con una consulta a Google, en lo que a la biografía se refiere, pero más complicado en lo relativo a lo segundo. Es verdad que los poemas de esta mujer no necesitan de agudas exégesis ni de sesudos análisis filológicos. Tal vez por eso sus traductores prescindieron de ese delantal. Acaso baste con los sucintos datos de la solapa. O, dicho de otro modo, que se basten ellos por sí solos.
Para empezar, Świr nació en Varsovia en 1909 y murió en Cracovia en 1984 y su apellido era Świrszczyńska. Para seguir, fue hija de artistas (la presencia del padre en su poesía es fundamental), pero de los que no consiguen triunfar. Para terminar, su vida, que nunca nadó en la abundancia, no fue sencilla si tenemos en cuenta los sucesos históricos que le tocó sufrir, como al resto de sus compatriotas y, por extensión, a la mayor parte de los ciudadanos europeos de su época, a costa de la invasión nazi (perteneció a la Resistencia Polaca) y de la Segunda Guerra Mundial (vino al mundo al finalizar la Primera y en ésta fue enfermera) o de la caída del Muro de Berlín y, por tanto, del comunismo soviético. Y de eso, de su vida, es de lo que dan fe sus versos, tan crudos como transparentes. La naturalidad impera, sí. Y el realismo. En la primera acepción del diccionario: "Forma de ver las cosas sin idealizarlas". Y de la segunda, puesto que "pretende representar fielmente la realidad". 
La comparación con Szymborska (Anna también, y Maria Wisława) es inevitable y algunos puntos tienen en común, siquiera sea porque ambas fueron mujeres y polacas que pasaron por circunstancias vitales parecidas, si bien la premio Nobel era catorce años más joven que Świr. Digo mujer y en esa condición radica la fuerza de su poética. Fue una adelantada, como recalcan sus editores. Por feminista y por todo lo demás. Parece mentira, al leerla, que sus poemas tengan tantos años cuando a nuestros ojos parecen escritos ayer mismo.    
A propósito del título, Czesław Miłosz (que la tradujo al inglés, junto a Leonard Nathan, en una muestra que se titula igual que ésta) se preguntó cuál era el tema central de sus poemas, y respondió: "La carne. La carne en el amor y el éxtasis, en el dolor, en el terror, la carne temerosa de la soledad, pariendo, descansando, sintiendo el fluir del tiempo o reduciendo el tiempo a un instante. Mediante una delimitación tan clara de su temática, Anna Świr consigue en su poesía sensual y feroz una pulcritud casi caligráfica". 
En "Poemas del padre y de la madre", están ellos (la que "se casó con un loco" y el pintor fracasado que nunca dejó de cantar) y las penalidades que soportaron: su infancia y la pobreza. Se leen con un nudo en la garganta. La mudanza clandestina de una casa por la que no pagan el alquiler desde hace meses; las colas, bajo un frío helador, para que les den carbón o comida; la fiebre que casi la mata de niña; los cuadros de su padre apilados en el atelier ("Toda nuestra miseria está ahí", escribe en "Tengo once años"); el deambular de pueblo en pueblo; las muertes de sus progenitores y las consecuencias en su estado de ánimo. Pocas veces ha leído uno poemas así. Tan hondamente testimoniales, tan apegados a la realidad; tan poco literarios, digamos.
"Viento", la siguiente sección (así nombró uno de sus libros), abunda en el amor ("Estoy llena de amor. [...]  Como de muerte el tiempo"), la felicidad, la maternidad y ella misma. También en la enfermedad y la vejez. Más allá, aflora la compasión, que sobrevuela por encima de la ironía: "déjate dar de beber / del pozo efervescente / de la ironía". "Mi sufrimiento es el lápiz / con el que escribo", leemos.  
"Soy mujer", otra parte, incide en lo ya señalado. Lo femenino unido a lo corporal. Para muestra el sorprendente "Una mujer habla con su muslo", ejemplo de lo que apuntábamos antes acerca de su don de anticipación. Sí, la verdadera poesía es intempestiva. 
En "El amor de Felicia", la embarazada y su pareja: "Tres cuerpos". El erotismo. Sensual, claro, pero también muy tierno. En "Qué es la glándula pineal", pongo por caso, o en cualquiera de los poemas que le siguen, muy "de cama". 
"El amor de Antonia", lo uno y lo otro: desamor. En poemas como "Almohaza de hierro" (uno de los más logrados del conjunto, como "Intestino grueso"), "Vete al cine", "La misma en su interior". En "Abriré la ventana" leemos: "La soledad es la primera / medida de higiene". 
"El amor de Estefanía" sigue en la misma tónica. En cierto modo podría decirse que, visto lo visto, toda la poesía de Świr es una y que su tono de voz se mantuvo prácticamente igual durante toda su vida. "No te amo. Aún así te doy / felicidad" escribe en el delicioso "Góndola púrpura". Y en "Madrigal segundo": Copiosa como nalga / de querubín". El humor nunca estuvo lejos de su poética: "La risa la inventaron / quienes viven / vidas breves / como una carcajada". El cariño, tampoco.
El primero de "Otros poemas" es, a su vez, el título de otro de sus libros: "Feliz como el rabo de un perro": "Feliz como algo que no importa / y libre como lo insignificante". Los rótulos dan idea de ante qué tipo de poesía estamos: "Mato de hambre a mi estómago por motivos sublimes", "Me di de cabezazos contra un muro", "Duermo y ronco" o los muy significativo "Diosa del matriarcado" y "Una escritora hace la colada". 
Es cierto que su poesía se adelgaza y se hace más concisa, por más que nunca tendiera al palabreo. "Me gusta calentarme / al sol que está dentro de mí" y "Siempre / con el silencio voy, y con la luz" son versos memorables. 
"Le digo a mi cuerpo" podría servir de emblema de toda su poesía, el que empieza, "Cuerpo mío, animal...".
Termina el florilegio con “Poemas sobre mi amigo”, sección que comienza con “Amor mochilero” y “Nuestros silencios” que son un buen modelo de los que compuso al final: breves, intensos, conmovedores, amorosos. En “Gracias, destino” es palpable la aceptación de cuanto le ha sucedido, bueno o no. “Lloro humildad”, dice, y unos versos más arriba: “hice el amor con mi amante / como si hubiera hecho el amor muriéndome, / como si hubiera hecho el amor rezando”. Y al dolor y a la amargura canta como si fuera natural y no gravoso. 
“Mi amigo habla mientras muere” cierra el volumen y lo hace con la emoción a flor de piel, como escribió y vivió esta poeta polaca cuyos versos forman parte de esa biblioteca esencial que con la edad uno ha ido edificando poco a poco. Por eso no basta con releer. La poesía nunca deja de sorprendernos. Una alegría. 

Hablando con mi cuerpo
Anna Świr
Traducción de Abraham Gragera y Teresa Casas Hernández
Pre-Textos, Valencia, 2025. 292 páginas. 25 €

NOTA. Esta reseña se ha publicado en la revista digital EL CUADERNO