13.7.25

Fragmentos a su imán

El que menos sabe, último libro de poemas de Sánchez Santiago (Zamora, 1957), publicado por Eolas, fue elegido por los críticos de poesía de este suplemento como el mejor de 2024. Unos meses después se alzaba con el Premio de la Crítica, feliz sorpresa que honra a un jurado honesto y, de paso, fija el foco lector en una obra poética rigurosa, digna de reconocimiento. Por eso, qué oportuna la salida a escena de esta muestra que reúne sesenta y tres poemas seleccionados por el autor de entre sus siete libros, una plaquette y algunos inéditos incluidos en su poesía reunida: Este otro orden (1979-2016).
En “Recado menor”, el poeta afirma: “Toda antología es un error porque proviene de una amputación […] que hace perder cualidad orgánica a la compacidad de una escritura poética”.
Añade que “en la trayectoria de cualquier poeta puede advertirse una suerte de ensamblaje que crea relaciones e interdependencias –visibles o discretas– entre los poemas”. Concluye: “No hay, pues, nada gratuito en la poesía: ni las palabras ni el orden de emplazamiento de los poemas ni siquiera la cantidad de silencio que hubo entre libro y libro. Todo da cuenta de un sentido y una dimensión”. ¿Entonces? Elige. A sabiendas, sí, de que “el poeta es el que desordena, el que menos sabe”. No lo hace a ciegas, sino conformando un nuevo libro que logra su propia organicidad por medio de una compacta ensambladura. Pura coherencia.
Este “poeta lento y dubitativo” ha escogido un título acorde al “quehacer de la escritura”, que “exige una aplicación morosa que conlleva algo parecido a una escucha interior para advertir la resonancia íntima de las palabras”. “En la poesía hay que esmerarse”, sostiene, y lo justifica en su poema “El esmero”. De eso da fe esta “antología temática” dividida en cinco secciones.
La primera, “Inmediaciones”, reúne poemas “que aluden directamente a seres que estuvieron o están cerca de mí”: el padre (“Mi padre se hace viejo”, el que me reveló hace tanto que TSS era un poeta verdadero), la madre (“Mercado de abastos”), el hijo, Ana ( “tanta vida al lado”, reza la dedicatoria del conjunto), las primas, los amigos muertos…
La segunda, “Intimas rozaduras”, se organiza en torno a “lo menudo” (una actitud, un carácter). También al “territorio”: “Mi patria, la única patria / que me importa / tiene la escasa estatura de lo inadvertido / y cabe en el relámpago de los parpadeos”.
La tercera, “De lo contrario”, aborda la “resistencia crítica contra la inercia del mundo”. El “Derecho de todo el mundo a buscar su antes”, escribe en “Página”. “Es el final de un país asilvestrado en el bienestar”, leemos en “Los que agitan el mundo”.
La cuarta, “Los días laborables”, es realidad un arte poética, como bien dice la prologuista,  Ana Isabel Martín Ferreira, en su ”antesala”. Allí leemos: “No levantas del reino de los signos”. “Cuando escribes te manchas de ti mismo”. “Qué oficio extraño este”. Y, a lo Juan Ramón, con ironía: “¡Incompetencia, dame tú el último nombre de las cosas!”.
La quinta, “Rienda suelta”, incorpora versos “acogidos en una especie de bazar sin norma”, como uno de los de la zamorana Calle Feria de su infancia. No faltan aquí el amor (“Plegaria para salvarla a ella”), las cajeras (“mujeres ensopadas por la melancolía”), un cementerio de coches o “Los árboles”, el hermoso poema que recogimos Jordi Doce y yo en la antología Quedan los árboles.
“Siempre cantaré cerca de lo innombrable”, reconoce. No obstante, su poesía es luminosa. Escrita, “sin dar la espalda a la realidad”, con “las palabras desechadas de los hombres”.

Tomás Sánchez Santiago
Castilla Ediciones, Valladolid, 2025. 160 páginas. 15 €

NOTA: Esta reseña se ha publicado en EL CULTURAL.