Ya comenté aquí, al referirme a la correspondencia del autor de El gatopardo y su mujer, que estaba deseando leer este libro: Lampedusa y España. Lo publica, con el cuidado a que acostumbra, Acantilado. El libro es de Gioacchino Lanza Tomasi (Roma, 1934), hijo de Fabrizio Lanza Branciforte di Mazzarino, conde de Assar, y de la aristócrata española María Conchita Ramírez de Villa Urrutia y Camacho, y primo lejano del escritor siciliano, que lo acabó adoptando y al que nombró legatario. En la misma editorial, por cierto, apareció Viaje por Europa (que reseñé en la desaparecida revista Clarín), su correspondencia con otros primos, estos más cercanos: los Piccolo. Lucio, el poeta, quien verdaderamente instiga a Lampedusa, sin querer, a escribir su gran novela, y Casimiro, el artista.
La edición corre a cargo de Alejandro Luque, un especialista en su obra y alguien que conoce muy bien Sicilia, y ha sido revisada por Nicoletta Polo Lanza Tomasi. Firma el prólogo Silvano Nigro y traduce la obra otro escritor: Andrés Barba.
Me gusta mucho lo que dice Silvano Nigro acerca de las bibliotecas de los escritores, esa "suerte de autobiografía", como dijo Manguel (del que ahora disfruto gracias a Mientras embalo mi biblioteca, después de dar buena cuenta de Con Borges y a la espera, ya está aquí, de El envés del tapiz).
Lo explica bien la nota editorial: "el príncipe pidió a Lanza (...) que lo ayudara a leer en la lengua de Cervantes los clásicos de la literatura hispánica. Estas páginas, dictadas por Lanza poco antes de morir, albergan no sólo un valiosísimo retrato de la vida que el maestro siciliano llevó en Palermo, sino también el privilegiado relato de formación de un muchacho que fue testigo de una aventura fascinante: el acercamiento de Lampedusa a la lengua y la literatura españolas."
En esa aventura de leer, a A Gioacchino Lanza le acompañó Francesco Orlando, al que debemos páginas inolvidables sobre su maestro, como Recuerdo de Lampedusa. Con otra distancia.
El libro, cuenta Luque (también el autor), tiene su origen en Sevilla, del borrador (o "versión reducida") de una conferencia sobre Sicilia pronunciada por aquél en la fundación Tres Culturas y es fruto del "acercamiento de Lampedusa a la lengua y la literatura españolas". Un encuentro, cabe matizar, tardío (hablamos de los años cincuenta, entre 1955 y 1956). Para Gioacchino, "el libro de su vida", recalca el epiloguista.
A uno le ha interesado, más que nada, amén de los atinados juicios de valor sobre algunos escritores concretos (Cervantes -al que relaciona con Montaigne-, Lope de Vega, Unamuno, Tirso de Molina, etc.), lo que tiene de biografía de Lampedusa (y ya ahí, su condición de lector, que se nos da a conocer a través de su biblioteca personal y de sus visitas a las librerías palermitanas) y, de paso, de autobiografía de Lanza Tomasi. Al fondo, como cada vez que se habla de la vocación literaria del noble siciliano, los primos Piccolo. Lucio fue uno de los participantes de aquellos diálogos, más que lecciones, y por él conoció Lampedusa a poetas como san Juan de la Cruz, Garcilaso, Quevedo, Góngora, Juan Ramón Jiménez, Guillén...
La nacionalidad española de su madre, Conchita, es capital, como la del padre de ésta: Wenceslao Ramírez, embajador de España, autor, entre otros, de Una embajada en Marruecos en 1882. Su mujer, Anita Camacho trató a Picasso y fue retratada por él.
Muy sabrosos resultan los apuntes sobre el citado Orlando o la Princesa Lampedusa, Licy.
No faltan menciones a Vargas Llosa y Javier Marías y a sus respectivos análisis de El gatopardo.
El Lazarillo, las Soledades, el Quijote o La Celestina suscitan comentarios iluminadores, ya decía, propios de lectores fervorosos e inteligentes. Da cuenta de ellas en los diarios, de los que se rescatan en la edición algunas páginas.
En 1957 compró Lampedusa la obra completa de Lorca, publicada por Aguilar. Anotó: "Ni una palabra sobre su muerte ni sobre su homosexualidad". Lo que más le gustó: Poeta en Nueva York y Diván del Tamarit. Le decepcionó, por otra parte, Pérez Galdós: "Básicamente, no es más que un pesado".
Como comprobó Lanza Tomasi en Sevilla, uno tampoco conocía el refrán español "A perro viejo no hay tus tus". Lampedusa, que trataba a sus perros como hijos, sí.
Las páginas finales del libro son tal vez las más interesantes. Párrafos como éste: "Éstas y otras muchas cosas tuvieron su origen hace casi setenta años en una ciudad siciliana de provincias, en una ciudad destruida, en el seno de una comunidad traumatizada y aislada de los grandes centros, de los talleres donde se establecen los intereses y las modas de la época. Pero Palermo no era, como España durante su sopor franquista, una casa de muertos. Giuseppe Lampedusa o Lucio Piccolo pertenecían a la categoría de los amateurs, es decir, los diletantes, pero también a la de los sabios apartados; eran el humus de un mundo civilizado. Todas esas pésimas sociedades meridionales tenían, y siempre tendrán, alguna Perséfone que regresa a la tierra y recorre los caminos de la sabiduría".
Sí, como dice Luque, "una aventura fascinante".
Lampedusa y España
Gioacchino Lanza Tomasi
Prólogo de Salvatore Silvano Nigro
Edición y epílogo de Alejandro Luque,
revisada por Nicoletta Polo Lanza Tomasi
Traducción de Andrés Barba
Traducción de Andrés Barba
Acantilado, Barcelona, 2025. 112 páginas.
