7.3.09

Dos días

Jueves, 5 de marzo.
Salimos de Plasencia a las nueve de la mañana camino de Gijón. Tras un tramo complicado por culpa del viento y de la lluvia, el viaje se hace llevadero. Todo se complica en cuanto llegamos a León. Hasta Campomanes, por Barrios de Luna, la nevada es muy intensa. Al miedo que uno siente por conducir en esas pésimas condiciones se une el asombro de ver por primera vez esos paisajes nevados. Las montañas parecen más altas. Luego, ya en Asturias, vuelve la lluvia. El viento no ha cesado de soplar durante las cinco largas horas de coche. Vamos directamente al tanatorio de Cabueñes. Allí lloramos la muerte de Tita con su familia -la nuestra- y sus amigos. Comemos en el comedor de ese triste no-lugar. Después del funeral y el entierro, volvemos a casa. La subida hacia Caldas es peor de lo imaginado. La nieve cubre la carretera y vamos en caravana, pocos coches y muy despacio. Los camiones ya están retenidos. Nieva con fuerza y la ventisca y la noche lo complican todo. A partir del peaje de La Robla, la cosa cambia. Hasta Plasencia, despejado. Sólo el viento y el frío nos siguen acompañando.

Viernes, 6 de marzo.
A las ocho de la mañana salimos hacia Madrid. Gran atasco a la entrada, a la altura de Carabanchel. Se nos va la mañana en otro no-lugar, no menos triste. Nos acercamos luego al centro y callejeamos. Libros, zapatos... Comemos, como casi siempre, en el italiano de Gran Vía. Seguimos paseando. Visitamos en el Thyssen la exposición "La sombra". Después, camino del CBA, entramos a ver otra exposición, en el Instituto Cervantes, "Escrituras en libertad. Poesía experimental española e hispanoamericana del siglo XX". Nos hace especial ilusión ver allí colgadas obras de nuestro querido Antonio Gómez. Ya en el Círculo, saludos, reencuentros. Con Pureza Canelo, por ejemplo, a la que hacía años que no veíamos. Muchos extremeños en la presentación de la poesía completa de Ángel Campos Pámpano, La vida de otro modo, publicada por Calambur. Tras las emotivas palabras de Emilio Torné en torno a la minuciosa edición de libro, habló (con un nudo en la garganta) Miguel Ángel Lama y luego Miguel Casado, que hizo una lectura, profunda como todas las suyas, sobre la poesía de nuestro amigo. Después, leímos poemas de sus libros. Por el atril, Elías Moro, Tomás Sánchez Santiago, Josemari Lama, Juan Carlos Mestre, Isabel Pérez, Jordi Doce, Olvido García Valdés, Pablo Guerrero, Ada Salas y José Antonio Zambrano. A pesar de todo, el acto no fue demasiado largo y todo el mundo estuvo debidamente contenido. Tenía mis dudas. Sí, a Ángel le hubiera gustado ese acto de inmersión poética. Seguro. Ya abajo, tomamos una cerveza y seguimos ruta. La noche estaba serena y la luna daba al cielo nublado una luz sobrecogedora. La que nos ha iluminado estos dos peligrosos días.