20.5.09

JRM en la March

Javier Rodríguez Marcos leyó hace unos días sus poemas en el ciclo Poética y Poesía de la Fundación March. Antes dio una conferencia titulada De la torre de marfil a la torre de control, una reflexión en torno a la poesía desde su personal punto de vista. Ayer me llegó el cuadernillo y lo estuve leyendo, lápiz en mano, con la máxima atención. Como recuerda Antonio Gallego en su prólogo, uno estaba en el jurado (con Campos y Zambrano) que le concedió un premio a su primer libro, Naufragios. Desde entonces me he considerado lector suyo y nunca me han decepcionado los libros que ha venido publicando, tres hasta ahora, cada cual distinto en lo sustancial del anterior.
Después de su paso por ABC Cultural y Babelia, ejerce el periodismo cultural en El País lo que no deja de parecerme un lujo. Pocos tan preparados como él para llevar a cabo esa labor. A resultas de lo cual la pobre poesía, que tiene en Javier a un aliado indiscutible, levanta cabeza de vez en cuando entre mundos culturales mucho más armados y con más público.
Decía, volviendo a su poética, que no me ha dejado indiferente. Coincido con JRM en casi todo lo que defiende y, como él, estoy en contra de muchas de los tópicos y prestigios líricos que desenmascara y ataca. (El tono es, quede dicho, sereno pero contundente.) Incluso cuando en las páginas finales arremete contra ideas y asuntos que uno ha defendido (la poesía meditativa, la presencia natural de la naturaleza en la poesía, etc.). Dice verdades, ya digo, que uno suscribe; así, que "cada vez me da más vergüenza usar en los poemas palabras que nunca usaría en una conversación". O lo inefable como excusa y como fracaso: "la poesía no puede resignarse a lo inefable". O las dudas constantes sobre lo que uno escribe: "los míos son poemas con andamio", precisa, o "más que lo que quería decir, sabía lo que no". "Lo importante -declara casi al final de la charla- es no perder de vista la calle". No es mal propósito. Tampoco empezó mal: "Una poética es una metafísica. Un poema, una metamorfosis".
El uso de la expresión "en el fondo", que menudea en el texto, da cuenta, inconscientemente o no, de las verdaderas intenciones de este discurso. Que en el fondo y en la forma da gusto leer.