21.8.09

Lecturas de verano

Entre lecturas y relecturas, el verano ha sido productivo. Ha vuelto uno, por ejemplo, a Madame Bovary, a El gran Gatsby (esa pequeña gran novela que reedita ahora Alfagüara), a la Obra poética de Borges (que rescata Destino)... (A pesar de que lleva uno más de media vida leyéndolos, sus poemas siempre me parecen inéditos.) Por algún rincón de las estanterías estará un ejemplar de la imprescindible Bearn o la sala de las muñecas, de Llorenç Villalonga, aunque he leído en Conil la nueva, hermosa edición de Alfabia con un interesantísimo prólogo de Llop. Algunos amigos también me han proporcionado sabrosas lecturas: Cómo parar setenta pájaros, una antología de poemas de Tomás Sánchez Santiago; otra de José María Cumbreño, Teorías del orden (bilingüe: español y portugués); Sedición del náufrago, del solitario Agustín Villar o Mejores días, los aforismos de José Luis Morante. He leído también ensayo. La consolación, de Manlio Sgalambro (Pre-Textos); Un encuentro, de Milan Kundera (Tusquets), La otra palabra, de Claudio Rodríguez (también en Tusquets)... Ya hablé aquí del inclasificable Tumbas de poetas y pensadores (Debolsillo), que ha seguido gustándome hasta el final. Gracias a la edición de bolsillo, como en el caso anterior, he podido releer los dos libros contenidos en Obra selecta, del incisivo Cyril Connolly, Enemigos de la promesa y La tumba inquieta (antes, El sepulcro sin sosiego), así como leer la espléndida selección de artículos que se incorporan al final del volumen (nunca mejor dicho). Me ha sorprendido, por cierto, la actualidad de esas páginas.
Terminaré haciendo alusión a cuatro novelas breves. A Verano en el lago (Minúscula), la deliciosa obra -llena de una rara sensibilidad- de Alberto Vigevani; El caballero y la muerte y El día de la lechuza, de mi admirado Sciascia (que compré, como suelo, en la librería conileña María Zambrano) y Por si algo me ocurriera, de Simenon (como las dos anteriores, en Tusquets). Confesaré que nunca había leído al famoso autor francés. Ni intención siquiera. Apareció por casualidad en pleno expurgo y... Me ha encantado, que conste.
Por lo demás, y hasta que duren las vacaciones (y más allá), seguiré picoteando en la interminable Mil años de poesía europea, de Rico y Lentini. Una memorable maravilla.